(Vira Gasot)
¿Cómo no expresar nuestra máxima antipatía a los hipócritas alaridos de tantos pacatos que claman, reclaman y condenan, como un atentado de lesa majestad a los símbolos patrios, a esa dulce y delicada imagen de una mujer, Leysi Suárez, que posa divinamente sobre el pabellón nacional, su fervoroso y ardiente trasero?
¡Ah, si el pabellón pudiera hablar sin hipocresías, declararía sin complejos sentirse subyugado por la generosa y patriótica caricia que le prodiga la controvertida modelo peruana!
Y ser tampón o calzón de la doña, sería simplemente majestuoso, contrariamente a las cavernarias afirmaciones del retardado y anterior, Antero.
Qué extraña convicción tienen algunos peruanos sobre los moribundos símbolos patrios, sobre el mismo concepto de patria que además de ser retrógrado y de difusa significación, no representa a todas las naciones del Perú.
Pero vamos, admitiendo la enfermiza terquedad de aferrarnos a un trapo que todos respetamos más o menos, sin que por lo tanto nos represente a todos, Leisy se sienta sobre la bandera con elegante gesto patriótico, ¡artístico! dirían muchos, mientras que muchos de los políticos podridos, aquellos que han arriado las banderas desde hace mucho tiempo y que gritan ¡escándalo!, se sientan igual sobre el mismo pabellón, pero de otra manera: en cuclillas, para cagarse olímpicamente con sus desafueros transgresores o con sus desaguisados abusivos e inmorales.
Los otros, los vende patria conocidos, también se zurran inicuos sobre los símbolos peruanos a los cuales los están reemplazando poco a poco, según el color de las inversiones extranjeras y según el color de los nuevos productos bandera que importamos y que se afianzan en cada sector de nuestra economía.
El Congreso de la nación, además de ser un cagadero de la risa y del ridículo, es un cagadero de estiércol sobre los símbolos, y lo hace religiosamente, mancillándolos todos los días, miren nomás su posición frente a la clandestinidad de esas centenas de militares americanos que se pasean anticonstitucionalmente en nuestro territorio, cagándose también en las nociones de soberanía e independencia nacional.
¿Cómo no expresar nuestra máxima antipatía a los hipócritas alaridos de tantos pacatos que claman, reclaman y condenan, como un atentado de lesa majestad a los símbolos patrios, a esa dulce y delicada imagen de una mujer, Leysi Suárez, que posa divinamente sobre el pabellón nacional, su fervoroso y ardiente trasero?
¡Ah, si el pabellón pudiera hablar sin hipocresías, declararía sin complejos sentirse subyugado por la generosa y patriótica caricia que le prodiga la controvertida modelo peruana!
Y ser tampón o calzón de la doña, sería simplemente majestuoso, contrariamente a las cavernarias afirmaciones del retardado y anterior, Antero.
Qué extraña convicción tienen algunos peruanos sobre los moribundos símbolos patrios, sobre el mismo concepto de patria que además de ser retrógrado y de difusa significación, no representa a todas las naciones del Perú.
Pero vamos, admitiendo la enfermiza terquedad de aferrarnos a un trapo que todos respetamos más o menos, sin que por lo tanto nos represente a todos, Leisy se sienta sobre la bandera con elegante gesto patriótico, ¡artístico! dirían muchos, mientras que muchos de los políticos podridos, aquellos que han arriado las banderas desde hace mucho tiempo y que gritan ¡escándalo!, se sientan igual sobre el mismo pabellón, pero de otra manera: en cuclillas, para cagarse olímpicamente con sus desafueros transgresores o con sus desaguisados abusivos e inmorales.
Los otros, los vende patria conocidos, también se zurran inicuos sobre los símbolos peruanos a los cuales los están reemplazando poco a poco, según el color de las inversiones extranjeras y según el color de los nuevos productos bandera que importamos y que se afianzan en cada sector de nuestra economía.
El Congreso de la nación, además de ser un cagadero de la risa y del ridículo, es un cagadero de estiércol sobre los símbolos, y lo hace religiosamente, mancillándolos todos los días, miren nomás su posición frente a la clandestinidad de esas centenas de militares americanos que se pasean anticonstitucionalmente en nuestro territorio, cagándose también en las nociones de soberanía e independencia nacional.
O miren también la elección de su nuevo presidente, un borrachín farandulero, experto en zambas y zambitas cariocas que se caga en la dignidad y se hace elegir como fruto de un gigantesco contubernio aprofujimorista o, regresando a Leysi y su memorable posterior, nuestro anterior retardado, el artero Antero Flores -Aráoz, se caga en la noticia y formula una denuncia penal contra la bailarina, por el presunto delito de ultraje a los símbolos patrios, ¡pobre muerto de hambre y de ridículo!
En fin, créanme que es más agradable ver a una esbelta mujer que deposita sus enloquecedoras nalgas sobre el lomo de un caballo embanderado, que ver a un fogoso caballo, enloquecido y sin bandera, que deposita su obesidad desnuda, sobre el lomo de una cualquiera.
En fin, créanme que es más agradable ver a una esbelta mujer que deposita sus enloquecedoras nalgas sobre el lomo de un caballo embanderado, que ver a un fogoso caballo, enloquecido y sin bandera, que deposita su obesidad desnuda, sobre el lomo de una cualquiera.