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sábado, 20 de septiembre de 2014

Ollanta Humala se va a Nueva York a cenar con las mineras y recibir su medalla de entreguista.


¿Por qué asombrarse si los mineros retribuyen simbólicamente con una cena suntuosa, además de los billetes que se deslizaran bajo la mesa, los buenos oficios de quien los condujo de la mano a una colosal acumulación de beneficios, a la obtención de ingresos económicos astronómicos, a la fabricación de fortunas inmensas, a la sentencia implícita del gobierno que condena a su descendencia a no trabajar jamás?
Condenados a ser los hijos “de” serán obligados a vivir los cuentos de hadas más maravillosos, con la billetera siempre desbordante de dinero, desde la cuna hasta la tumba: Preparados para hacer exactamente lo que les venga en gana, incluyendo la compra del amor de sus congéneres y el desprecio por quienes no son como ellos.
¿Por qué asombrarse si esas gentes ricas son incapaces de concebir el verdadero progreso de una sociedad humana, a partir de la calidad útil de la riqueza y no de la cantidad de la riqueza que se exporta desvergonzadamente? 
¿Por qué ese empeño de acumular y acumular la riqueza, que no servirá a otra cosa que a provocar la desigualdad y a promover la injusticia y, por ende, a enfrentar los unos contra los otros, a provocar conflictos, guerras y reyertas absurdas?
Ahí se encuentra el sentido inmoral del minero rico que se beneficia del estado y de sus dirigentes ciegos, hambrientos e ignorantes. Son ellos los que ayudan, a espaldas del pueblo, a engrandecer su patrimonio: Reduciendo los impuestos a un mínimo escandaloso, multiplicando las ventajas de todo género y graciosamente acordadas por doquier, limitando los salarios que bordean los zócalos de miseria, desconociendo los códigos laborares, traficando con la seguridad social de los trabajadores, destrozando la ecología y el medio ambiente y, todo esto, bajo la mentira absoluta de hacernos creer que son “creadores de empleo”, mientras que, la multiplicación exponencial de su fortuna se acrecienta además, por efecto de la especulación que practican en el Perú. Ahí está la razón por la cual yo odio a los ricos, no porque sean ricos, sino porque son “inmensamente ricos” en medio de una población inmensamente pobre, cuyos recursos naturales que les pertenecen por derecho, han sido secuestrados por una banda de miopes y rateros.

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