Un espasmo de pavor es lo que puede provocar la lectura minuciosa de algunos de los pocos elementos filtrados, a propósito del Tratado Trasatlántico que se discute entre los Estados Unidos y Europa (TTPI).
Victor Raul Gamarra Sotomayor
http://viragasot.blogspot.com
Sometido a un largo letargo preventivo para mejor ejecutar el zarpazo, ese
tratado duerme plácidamente mientras se preparan las elecciones europeas del 25
de mayo de 2014, lo que no significa que los principales representantes
europeos y aquellos designados por Obama, no intercambien notorios
desplazamientos entre Bruselas, Paris y Washington, dentro del más absoluto e
incomprensible mutismo.
Las elecciones se aproximan a pasos agigantados y
las tendencias políticas comienzan a manifestar una clara reticencia en la
continuidad del proyecto de la Unión, al menos bajo la forma de gobierno
tecnocrático y autoritario, que es el modelo que actualmente impone a los
europeos, toda suerte de tratados y acuerdos saturados de compromisos y de
equilibrios de malabarista, en un contexto cuidadosamente preservado de la
injerencia ciudadana. Europa nunca ha existido por la gracia del voto popular y
democrático de sus ciudadanos.
Los probables resultados del 25 de mayo, comienzan
a erizar los pelos de aquellos partidos democráticos comprometidos contra todo
y contra todos, a prolongar la respiración artificial que mantiene en vida a
ese continente en franco declive social y económico. El populismo antieuropeo
amenaza en todos los frentes y la particular situación de crisis económica en
ese continente, amplifica y complica el problema, siendo probable que la
primera fisura de importancia se producirá a mediano plazo con la salida de
algunos países de la zona euro, por considerar que esa sujeción comunitaria, es
responsable de la catástrofe económico financiera que padecen los países
ahogados por la deuda externa.
Es en este escenario que confluyen los intereses
multilaterales de europeos y americanos, cuyos dirigentes creen ver en esa
santa alanza a través del TTIP, una rigurosa alternativa a la supremacía
creciente de los países emergentes y particularmente a la China que a
destronado a los Estados unidos convirtiéndose desde este año en la primera
potencia comercial del mundo.
La estrategia americana de querer penetrar y
dominar el mercado europeo se remonta a unos 20 años atrás. Esa estrategia
establece sus enormes ambiciones en el Proyecto de Acuerdo Multilateral sobre
la Inversión (AMI), que se negociara
secretamente entre 1995 y 1997 por los 29 Estados miembros de la Organización
de Cooperación y desarrollo económico, (OCDE) y que proponía simple y
llanamente, una suspensión de la soberanía europea y un rechazo al derecho de
injerencia de los Estados Miembros, sobre las orientaciones económico
financieras de sus empresas nacionales, en favor de una total libertad de
acción de estas en sus relaciones comerciales con los Esta dos Unidos. Es
decir, la creación exclusiva y excluyente de una estructura jurídica ad-hoc,
capaz de juzgar los conflictos, sin que las
partes puedan depositar sus quejas y reclamaciones ante los órganos
jurídicos-constitucionales de sus respectivos países, declarados no
competentes. El reverso de esta medalla proclamaba el derecho de las
multinacionales a conducir delante de los tribunales a aquellos Estados que
metan las narices en sus negocios, en particular a aquellos que osen disminuir
sus ganancias por la vía impositiva y obtener de dichos Estados una
compensación económica faraónica en el caso de que sus legislaciones laborales
sean un estorbo a sus operaciones demenciales de acumulación de riqueza, cueste
lo que cueste. Es el arbitraje privado que decidirá quién tiene la razón
entre los litigios que confrontarán las empresas
con los Estados, lo que significa pura y simplemente el comienzo del fin de las
soberanías nacionales.
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