Esas series de televisión se dirigían a un público sencillo, fácil
de manipular y a quienes se les inculcó la pasividad y el amor por el
statu quo, es decir, mantener la ambigüedad sobre una situación inmovible,
de forma a evitar la explicación sobre los factores que intervienen
en el inevitable enfrentamiento, al interior de una sociedad polarizada entre
ricos y pobres.
Chespirito se atascó en lo repetitivo, sin modificar sus contenidos trillados a muerte, sin proponer otros valores concomitantes con la ética, otros puntos de vista morales, humanistas, filosóficos, sociales y culturales, entre otros. Digamos un poco más civilizatorios. El cómico se atoró en el sesgo psicoemotivo, jugando con los sentimientos primarios de la gente quienes le aseguraron lo único que realmente le interesaba a él y a sus productores: El rating.
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