Aclarando
a Gustavo Espinoza, a propósito de su artículo, “Mi reino por un teléfono” del
28 de noviembre último, La batalla de Bosworth,
o batalla de Bosworth Field, es el antepenúltimo enfrentamiento de la Guerra de
las Dos-Rosas. Guerra civil inglesa que opone las viejas casas de Lancaster y
de York, durante la segunda mitad del siglo XV. Esta batalla tuvo lugar
el 22 de agosto de 1485 y no en 1495, como tampoco es exacto que en esa época,
Inglaterra ya se le llamase “Imperio Británico”.
Los “escribas de la
época”, como señala Espinoza, nunca se pusieron de acuerdo en cuanto a la
veracidad de los hechos imputados a Richard
III, salvo que en esa batalla, contrariamente a lo que se asegura, este
controvertido personaje, maestro de la impostura, fue acosado hasta las
ciénagas próximas, a donde sus soldados le ofrecieron varios caballos para que
pueda escapar. Richard III decidió dar batalla hasta la muerte y así lo hizo.
Hasta hoy siguen las discusiones para determinar el perímetro exacto de la
batalla, pero en cuanto a su cuerpo, descubierto recientemente en un parking de
Leicester y en cuanto a los detalles de su muerte, recién en el 2012 se pudo
saber que le asestaron once heridas mortales, tres en el cráneo.
Las novedades más
recientes, las del 4 de diciembre del 2014, señalan que la ADN de sus herederos
no corresponderían al ancestro, a causa de una probable infidelidad femenina.
William Shakespeare no
recogió el episodio final de la batalla de Bosworth de manera fidel a la
historia, para favorecer deliberadamente la tensión dramática. Así, por ejemplo, Shakespeare describe una
entrevista de la madre de Richard III con Margarita de Anjou, mientras que esta
última ya había muerto en 1482. La famosa frase, ‘Un caballo, un caballo! Mi
reino por un caballo” no es sino una invención que enfatiza la necesidad
dramática de la pieza para mostrar, al final, que la receta fácil del éxito
consiste en loar el triunfo del bien sobre el mal, lo que sigue en vigencia en
nuestros días. En cuanto al chinito Fujimori, nunca podrá contar con un genio
escritor que no se avergüence de trazar una pieza de teatro, que describa su
miserable existencia.
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