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domingo, 19 de marzo de 2017

Huaycos y Tragedias



    En “Cuarto poder” presentaron, hacia la segunda quincena del mes marzo, a una funcionaria de una institución estatal encargada de la prevención de riesgos naturales. Esa persona, acudió a los estudios de la televisión munida de una abundante documentación en la que, efectivamente, se podía comprobar que la producción de recomendaciones y concejos de carácter técnico para prevenir las eventuales contingencias que amenazan las catástrofes naturales, habían sido formuladas correctamente, con suficiente antelación y expedidas puntualmente a los ministerios, a las municipalidades, gobiernos regionales, prefecturas y a todas las instituciones que tienen que ver con la gestión de las previsiones de siniestros y calamidades naturales.

El presentador, insistía de manera reiterada con preguntas precisas para también obtener respuestas precisas, acerca del porqué y cómo, ese impresionante legajo normativo no había sido aplicado o, en todo caso, cuántas de esas recomendaciones habían sido ejecutadas, aunque sea parcialmente. La respuesta se inundó de argumentaciones   surrealistas cuyo meollo se resumió a la siguiente afirmación:
          
 “nosotros cumplimos con la misión que la ley nos demanda, pero ejecutar las proposiciones es harina de otro costal…” -

Esta anécdota nos introduce a comentar las reacciones que suscita la imprevisión flagrante del Estado, en el seno de los medios de comunicación, del gobierno, del parlamento, de las autoridades en general y de los partidos políticos.

Es claro que todo el mundo sin excepción, era consciente del alto grado de peligrosidad de un niño costero que ya dejó, en el pasado, dolorosas cicatrices que aún no cierran del todo, como lo ocurrido en  Ica. Y, sin embargo la constatación es cruel, Nada, absolutamente nada se ha hecho en estos últimos años, nada que pueda haber sido un amago pundonoroso de encarar el problema en la vertiente principal, es decir en el cocimiento profundo de la estructura de las cuencas que representan un peligro potencial frente a las grandes y pequeñas localidades del país y que, sobre las cuales, pueden operarse modificaciones con espíritu preventivo. En los últimos años, el Perú se ha preparado insuficientemente, a pesar de disponer de enormes sumas de dinero, no se puede hablar de la existencia de un parque de maquinarias y equipos como la primera respuesta a las contingencias de los huaycos que se derivan de los desarreglos climáticos engendrados por “el Nino”  en el Océano Pacifico.

No puede ser una excusa, afirmar que la magnitud excepcional de las precipitaciones pluviales, nos han agarrado desprevenidos. No, todos somos conscientes de la fragilidad y complejidad de nuestro sistema orográfico, cuyos desbordes previsibles nos sorprendieron sin un plan preestablecido, oponiendo a esta terrible catástrofe, lo único que podemos dar: nuestra ridícula cuota de improvisación anárquica. Improvisación e incapacidad endémica, para configurar y aplicar presupuestos operativos y  ausencia lamentable de planes y programas a través de proyectos de inversión destinados a la prevención de riesgos
La situación es muchísimo más grave de lo que se piensa, carecemos de infraestructuras básicas en los asentamientos urbanos, inexistencia de sistemas de desagüe consecuentes con el volumen de las aguas en caso de evacuaciones urgentes. Hay una responsabilidad criminal, compartida por numerosos municipios que acuerdan permisos de construcción en las franjas aledañas al cauce de los ríos,  donde rondan las enfermedades por la ausencia de servicios sanitarios y las localidades se multiplican en el más completo de los desórdenes urbanos y la irracionalidad en la ocupación del espacio.

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