En “Cuarto poder” presentaron, hacia la segunda quincena del mes marzo, a
una funcionaria de una institución estatal encargada de la prevención de
riesgos naturales. Esa persona, acudió a los estudios de la televisión munida
de una abundante documentación en la que, efectivamente, se podía comprobar que
la producción de recomendaciones y concejos de carácter técnico para prevenir
las eventuales contingencias que amenazan las catástrofes naturales, habían
sido formuladas correctamente, con suficiente antelación y expedidas
puntualmente a los ministerios, a las municipalidades, gobiernos regionales,
prefecturas y a todas las instituciones que tienen que ver con la gestión de
las previsiones de siniestros y calamidades naturales.
El presentador, insistía de manera reiterada con preguntas precisas para también
obtener respuestas precisas, acerca del porqué y cómo, ese impresionante legajo
normativo no había sido aplicado o, en todo caso, cuántas de esas
recomendaciones habían sido ejecutadas, aunque sea parcialmente. La respuesta
se inundó de argumentaciones surrealistas cuyo meollo se resumió a la
siguiente afirmación:
“nosotros cumplimos con
la misión que la ley nos demanda, pero ejecutar las proposiciones es
harina de otro costal…” -
Esta anécdota nos introduce a comentar las reacciones que suscita la
imprevisión flagrante del Estado, en el seno de los medios de comunicación, del
gobierno, del parlamento, de las autoridades en general y de los partidos
políticos.
Es claro que todo el mundo sin excepción, era consciente del alto grado de
peligrosidad de un niño costero que ya dejó, en el pasado, dolorosas cicatrices
que aún no cierran del todo, como lo ocurrido en Ica. Y, sin embargo la constatación es cruel,
Nada, absolutamente nada se ha hecho en estos últimos años, nada que pueda
haber sido un amago pundonoroso de encarar el problema en la vertiente
principal, es decir en el cocimiento profundo de la estructura de las cuencas
que representan un peligro potencial frente a las grandes y pequeñas localidades
del país y que, sobre las cuales, pueden operarse modificaciones con espíritu
preventivo. En los últimos años, el Perú se ha
preparado insuficientemente, a pesar de disponer de enormes sumas de dinero, no
se puede hablar de la existencia de un parque de maquinarias y equipos como la
primera respuesta a las contingencias de los huaycos que se derivan de los
desarreglos climáticos engendrados por “el Nino” en el Océano Pacifico.
No puede ser una excusa, afirmar que la
magnitud excepcional de las precipitaciones pluviales, nos han agarrado
desprevenidos. No, todos somos conscientes de la fragilidad y complejidad de
nuestro sistema orográfico, cuyos desbordes previsibles nos sorprendieron sin
un plan preestablecido, oponiendo a esta terrible catástrofe, lo único que
podemos dar: nuestra ridícula cuota de improvisación anárquica. Improvisación e
incapacidad endémica, para configurar y aplicar presupuestos operativos y ausencia lamentable de planes y programas a través
de proyectos de inversión destinados a la prevención de riesgos
La situación es muchísimo más grave de lo
que se piensa, carecemos de infraestructuras básicas en los asentamientos
urbanos, inexistencia de sistemas de desagüe consecuentes con el volumen de las
aguas en caso de evacuaciones urgentes. Hay una responsabilidad criminal,
compartida por numerosos municipios que acuerdan permisos de construcción en
las franjas aledañas al cauce de los ríos, donde rondan las enfermedades por la ausencia
de servicios sanitarios y las localidades se multiplican en el más completo de
los desórdenes urbanos y la irracionalidad en la ocupación del espacio.
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