Chávez ha ganado. Eso saca ronchas en el campo de los perdedores y desesperación en el campo de sus hinchas, particularmente aquellos que como en el Perú, con Rodrich a la cabeza, han ensayado por todos los medios de construir, sobre el Jefe de la Revolución Bolivariana, una imagen sobrecargada de mentirosas afirmaciones, de taras navegando en la infamia y de lacras depravadas urdidas por una imaginación que sin duda, la recompensa pecuniaria estimula en contante y en sonante.
Ellos, han jugando temerariamente con los adjetivos condenatorios y con los insultos más innobles e inimaginables. Ellos han tratado en vano de ridiculizarlo hasta la miopía que el odio gestiona gratuitamente y han tratado de desprestigiarlo a través de sus altoparlantes conectados directamente desde sus hígados sulfurosos, desde cuando comenzaron a definirlo como un simio y hasta cuando lo emparentaron, más tarde, con todas las degeneraciones del ser humano, habidas y por haber.
Y ese cachaco ha ido lejos, más allá de la victoria del domingo, hasta los extramuros de la interrogación y la conciencia, causando en todos sus detractores una gran pregunta: ¿Hasta dónde va llegar?
Un pueblo que plebiscita su confianza en más de diez ocasiones, es un pueblo que no se equivoca y que sabe dónde se encuentra la verdad, dónde se encuentran los que lo defienden...
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