Chile ha cambiado de Ministro de Relaciones Exteriores y este cambio provoca comentarios encontrados en el Perú. Los unos, ven un repentino ajuste de clavijas, un fórceps que modificaría la posición oficial chilena con respecto a nuestro país y, los otros, quieren ver que no ven nada. O muy poco.
La verdad es que, en efecto, la presidenta Michelle Bachelet ha hecho cambios significativos en esa cartera para no cambiar absolutamente nada. Para mantener inflexibles las aspiraciones chilenas cuyos diferendos con nosotros no se autentifican ni se transforman por el efecto mágico de un eventual cambio de personas, aquí o allá, sino que son lo que son: Aspiraciones nacionales. Tesis de Estado que obligan a tirios y troyanos a cerrar filas con eficacidad militar, aunque en la forma sean lícitas, en ese país, todas las parodias piratas de la oposición, o todas las intrepideces que parodian a los piratas.
Los chilenos no pueden pasear su alma de la misma manera irresponsable que nosotros. Ellos son concientes de la agrimensura letal de sus superficies y el apetito por el norte continúa a amplificarse en todos los frentes y, dese luego, la coordenada económica es una sólida avanzadilla de una estrategia nacional que busca el afincamiento confortable, que nos lubrica con promesas de buena cosecha, que nos introduce enjambres de oasis milagrosos por los que la banda de García se cae de babas.
La perspectiva cada vez más escalofriante de intervención económica abierta, a través de la danza de las inversiones chilenas ultra protegidas en sectores claves de nuestra economía, la imposición antidemocrática del Acuerdo de Complementación Económica con ese país, van convirtiendo lentamente nuestros diferendos marítimos, en postulados retóricos aún cuando jurídicamente, La Haya, nos acuerde razón. Lo que dentro de cincuenta años no tendrá ninguna importancia porque a esa época, todo será chileno…O casi.
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