Lo que muchos llaman verborrea a esa disentería crónica y compulsiva del doctorcito, pueden trastabillar peligrosamente. Detrás de sus diarreas apremiantes se esconde el nudo gordiano de una ideología nacional socialista, que como hoy, en sus tristemente célebres declaraciones sobre el determinismo genético en relación con la geografía, se asocia a la gama de cruces gamadas que se estancaron en las teorías raciales en boga, en los años 30: En los años aciagos de la construcción del pensamiento hitleriano, que como todos saben, se establecieron las bases de las diferencias y de la supremacía racial, sustentadas en teorías antropológicas trasnochadas, falsas y obsolotetas, de las que García se hace eco en pleno 2009.
En sus declaraciones, que dicho sea de paso acentúa brutalmente la supuesta inferioridad del “indígena” con relación al negro, porque el primero “todavía” cosecha la coca y el segundo, al menos mete la alegría, García da nacimiento formal al racismo de Estado contra su propia población indígena: El racismo nace como ideología, cuando sustenta sus pilares en la afirmación equívoca que hay una relación lineal entre los contornos físicos de un grupo humano y su expresión psicológica.
Sin embargo, García no es el primero en lanzar sus desprecios públicos por la “raza indígena". El mismo Haya de la Torre, a pesar de su tórrido discurso social y político, aquel discurso anti imperialista de la primera época, era fundamentalmente un individuo racista antes y después, aún cuando aseguraba sentir una profunda admiración por la filosofía estética de los artistas greco romanos (que por otro lado, ellos adoraban al negro como modelo supremo de gracia y elegancia muscular), un día se le ocurrió pronunciar este grave dislate conceptual: “No es lo mismo un desnudo greco, que un cholo calato”, dijo, y los que festejaron esta “ocurrencia genial” del Jefe, deben ahora lamentar la profunda y humillante desvalorización física del cholo peruano, tacita antitesis del ideal que él se hacia del ser humano perfecto.
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