¿Cuál es el juicio que se puede evocar sobre los cien primeros días de la administración del Presidente norteamericano Obama?
Los puntos de vista se oponen pero la tendencia sustantiva considera que el estado de gracia del que actualmente dispone el mandatario americano, ha comenzado a degradarse lentamente.
La razón se encuentra en su negativa o su irresolución de ir a fondo en el examen de los excesos de la era Bush, cuyas primeras perlas en lo que toca a los métodos de tortura empleados por la CIA, han desclasificado una información capital que ha sacudido un poco a los círculos políticos e intelectuales de ese país.
Sin embargo, esas informaciones llueven sobre mojado porque todos saben hasta que punto las implicaciones de los máximos dirigentes en la autorización y el apañamiento de procedimientos criminales de tortura, fueron directas y hasta personales.
Comenzando por el propio George Bush, que siempre ha hecho gala de su expetidismo en el no respeto de la legalidad y, más grave aún, en la fabricación de situaciones falsas y falsificadas que permitieron justificar el empleo de la tortura, la fuerza bruta o la fuerza impositiva de sus ideas mesiánicas y demenciales.
En lo que puede llamarse la justicia internacional, los progresos de Obama han sido más bien mediocres y tímidos aunque es justo reconocer, como lo hace la organización Human Rights, que los resultados son “significativos” pero hay muchos “falsos pasos” que lamentar, como lo es su contradictoria oposición de crear una comisión de investigación sobre la tortura, mientras que fue él mismo quien autorizó hacer públicos los memorándum escritos por los juristas de la administración Bush en el periodo 2002 2005
Del lado de los progresos figura la prohibición, a medias, de la tortura. El cierre de las prisiones secretas que secretamente existen todavía y por decenas en el mundo entero. La tenue jalada de orejas a la CIA para que circunscriba sus técnicas interrogatorias en el marco de las técnicas en vigor que la armada americana emplea. Los esfuerzos por cerrar Guantanamo y la transferencia de la lucha antiterrorista del Pentágono, hacia el Ministerio de Justicia que probablemente cambiará de tono.
Del lado de los “falsos pasos” hay que lamentar la increíble resistencia de Obama para acordar el derecho de Habeas corpus a los detenidos de la prisión de Bagram, en Afganistán, muchos de los cuales fueron detenidos fuera de los escenarios de combate y para quienes no existe ninguna claridad jurídica sobre su situación, a la imagen de los detenidos de Guantanamo.
Pero lo que más llama la atención y contradice la supuesta voluntad de reglamentar las ilegalidades que la CIA se permite, es de apañar y proteger a esa siniestra organización, en sus operaciones de captura de “sospechosos” en cualquier país del mundo y por encima de los derechos de soberanía nacional de los Estado implicados.
Por el momento, Obama quiere concentrar la atención en sus esfuerzos por restablecer el equilibrio en la economía de su país y por preservar, internacionalmente, una imagen de paz, diametralmente opuesta a la imagen guerrerista que se impuso Bush. En este contexto, son mas bien positivos sus contactos con los latinoamericanos y prometedoras sus declaraciones respecto del “desbloqueo” de sus relaciones con Cuba.
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