El G20 debe
comenzar con una constatación amarga: las pruebas del uso de armas de destrucción
masiva en Siria no existen o son simplemente insuficientes. Si ellas han matado
efectivamente a centenares de inocentes civiles; a la hora actual, nadie está
en capacidad de afirmar, a ciencia cierta, quién de los dos campos, el gobierno
o los rebeldes son los responsable
directos de haberlas empleado tan impunemente. Ello explica la parálisis y la cacofonía
legalista que tanto los americanos como los franceses, al no disponer de evidencias
sólidas e incontestables que acusen sin falla a
Bashar, titubean en apretar el botón de la guerra, porque la aprobación
de sus parlamentarios vacila y balbucea
El gobierno de
Bashar el Assad tiene mucho menos elementos de juicio probatorios para adelantar una tesis de responsabilidad
eventual, porque de haberse servido de esas armas terribles, ello habría constituido
un acto suicida, completamente estúpido si se tiene en consideración, sobre
todo, que la región esta infestada de mucosas olfativas aguzadas que pertenecen
a la CIA y al MOSSAD y que, en definitiva,
todo se llega a saber casi inmediatamente.
Por otro lado,
emplear esas armas habría sido un contrasentido inaceptable de parte del
gobierno de Bashar, que se enfrenta una y
otra vez a la búsqueda desesperada de pruebas, acorralado por una comisión investigadora
de la ONU a cuestas y activa sobre el
terreno sirio para justificar la inminencia inexcusable del ataque occidental, plan
concebido y preparado desde los tiempos de Bush.
Hay que agregar
que la soledad transitoria de los gobiernos de USA y Francia, experimenta en
estos momentos anteriores al asalto final, ciertos escrúpulos para vencer los
recuerdos de las guerras recientes.
Incrustado en la memoria de sus respectivas opiniones públicas, es dominante el sentimiento de la inutilidad vergonzosa de esos países, en su rol de gendarmes del mundo. Ellos solo han recolectado un odio visceral. Difícil de cambiar. El Kosovo, Irak, Afganistán o Libia han demostrado que las guerras masivas no sirven para edificar un mundo fundado en el respeto, en el derecho y la democraciahttp://viraugasot.blogspot.com
Incrustado en la memoria de sus respectivas opiniones públicas, es dominante el sentimiento de la inutilidad vergonzosa de esos países, en su rol de gendarmes del mundo. Ellos solo han recolectado un odio visceral. Difícil de cambiar. El Kosovo, Irak, Afganistán o Libia han demostrado que las guerras masivas no sirven para edificar un mundo fundado en el respeto, en el derecho y la democraciahttp://viraugasot.blogspot.com
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