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lunes, 30 de septiembre de 2013

CONVERSACIONES
 EN LA
 CAPILLA ARDIENTE

Victor Raul Gamarra otomayor
http://viraugasot.blogspot.com


SIRIA Y LAS MEMORABLES METIDAS DE PATA DE FRANCIA

Después de un período angustioso donde la eventualidad de la conflagración había designado a Siria, como el nuevo territorio de inmolación frente a la voluntad inquebrantable de  las fuerzas occidentales de ocupación militar, lideradas por Estados Unidos y Francia, el tablero geopolítico del Medio Oriente ha sido modificado, sustancialmente, sin que la certitud de haber alejado el mortífero espectro de la guerra, sea definitiva, ni definitoria. Los apetitos y las ambiciones se mantienen latentes.

Los socialistas franceses, han demostrado una exasperante belicosidad en contradicción flagrante con sus posiciones, históricamente ligadas al respeto por la no intervención y por la autodeterminación de los pueblos y en contradicción, también, con la posición honrosa y justa del derechista Jacques Chirac, quien se abstuvo de participar, militantemente, en la aventura mentirosa de Bush y sus socios, en el grave conflicto creado artificialmente contra Irak, en el 2003.

François Hollande, ese capricho inexplicable del garabato psicosociológico de la población hexagonal, esa población que en un sobresalto de desesperación por los excesos napoleónicos de otro célebre petiso mandamás, sentenció que si, Holland Presidente! este último no se  imaginó nunca  que se metería en un túnel de contradicciones y graves metidas de pata, tanto en el plano interno como externo.

Beneficiario  de una equívoca elección preferencial, Hollande sale hoy de la escena internacional con el rabo entre las piernas y asiste, vergonzoso y vergonzosamente, al gran juego diplomático abierto por los rusos, en calidad de simple espectador. La pelota circula activamente en la cancha de Putin y de Obama y el score entre ambos se manifiesta, a la hora actual, ampliamente favorable a Putin.

La tesis guerrerista francesa de golpes selectivos contra el régimen de Bachar al-Assad ya no está al día. Ella ha sido genialmente desinflada por el Ministro de Relaciones Exteriores, Serguei Lavrov, quien cortó,  por lo sano, la mordacidad provocadora de su homólogo francés, Laurent Fabius.  Y, por supuesto, su tesis ultimista que no pudo prosperar consensualmente, no  puede ser aplicada de manera unilateral, lo que no quiere decir que el Estado-Mayor de las fuerzas armadas francesas haya bajado la guardia. No. Dos veces no. Por el contrario, los Generales de la guerra esperan con angustia un serio traspié sirio, como por ejemplo, la aparición de la más mínima desobediencia en el proceso de  destrucción de las armas masivas existentes en territorio sirio, lo que constituiria  el pretexto ideal y la madre del cordero de un nuevo conflicto armado. Esta hipotética situación fortalecería, en fin, la esperanza parisina de intervenir militarmente, cueste lo que cueste.

 Mientras tanto, las informaciones se cruzan febrilmente entre la Dirección General de Seguridad Exterior (DGSE), la dirección de Investigaciones Militares (DRM), y el Centro USA de comando para el Mediano Oriente (CENTCOM), quienes afinan y determinan nuevos objetivos militares.

El velado pero infamante apartheid impuesto a Francia por los rusos, está creando un sentimiento de frustración en los mandos militares franceses. Vanidosos y ostentosos con su victoria pírrica en Mali, los militares y civiles del Ministerio de la Defensa no olvidan el vejamen de Octubre del 2001, cuando no pudieron o no supieron participar en el ataque combinado de británicos y americanos en Afganistán. Esta vez, su obsesión por participar en el escenario internacional en calidad de estelar protagonismo, comienza  otra vez a desmembrarse y ya se siente la exclusión humillante del juego diplomático que, delante de sus narices, se desarrolla puntualmente entre Damasco, Moscú y Washington.

Las metidas de pata de François Hollande, en todo este largo proceso de marchas y contramarchas, han ido también de escalada en escalada. Hoy, él quiere castigar y destruir definitivamente a Bahsar Al-Assad. En el inicio, sus declaraciones  machacaban su voluntad de no querer alejarlo de su función de Jefe del Estado sino, de propinarle, en guisa de amedretamiento, un nutrido diluvio de bombas, desde sus submarinos y portaviones inundados con misiles de crucero de largo alcance en el Este del Mediterráneo, y,  desde sus Rafale y Mirages, sumergidos de misiles Scalp, en Djibouti o en Abu Dhabi.

Hoy, se trata en suma, de  derrocar abiertamente al régimen sirio como ocurrió en Libia y  aportar un apoyo sustantivo en armamento, pero únicamente a las facciones que se declaran “democráticas”,  entre ellas, a la Armada Siria Libre (ASL), que dirige el General Selim Idriss. La cacofonía mediática de nombrar de arriba para abajo a la “oposición rebelde” como un ente unificado, sufre, a la luz de la evidencia, una lamentable rectificación. Hoy, han comprendido que la resistencia armada que combate al régimen de Damasco, es una entelequia nebulosa y multitudinaria de frentes de todo color y de todo calibre. Las centenas de grupúsculos que se sienten concernidos por la voluntad común  de derrocar a Bashar Al-Assad, se identifican mayoritariamente en el campo del integrismo puro y duro. Son ellos los Djihadistas que empuñan el Corán, como referencia sagrada para proteger  sus actos de salvajismo que van, desde la decapitación, hasta incisiones en el tórax para extraer el corazón y los pulmones, pasando por la absorción de sangre como brebaje macabro para celebrar la victoria sobre el enemigo. 

François Hollande, ha declarado el 19 de septiembre que Francia podrá transferir armamento a la resistencia siria, dentro de un cuadro exigente de control, porque: “no podemos aceptar que esas  armas vayan a parar en manos de los Djihadistas…”
He aquí la segunda metida de pata, porque reconoce tardíamente que los extremistas del Islam se han convertido en piezas maestras de la resistencia contra Al-Assad y hasta se han permitido desobedecer y desconocer al comando militar de la ASL. 

Los barbudos han cambiado totalmente la visión que tenían los occidentales sobre la guerra en Siria, las principales capitales europeas, entre ellas Paris, se imponen intensas reflexiones sin afectar, por lo tanto, los envíos de armas “no letales”, es decir, que continua el suministro de las raciones de combate, los equipamientos medicales, los  medios de transmisión e informática, perfilandose, en el corto plazo, los envíos solicitados por la ASL en materia de equipamientos antiaéreos,  de misiles "Manpads", armas de infantería, armas antitanques y otros cambalaches mortíferos incluyendo la formación y el entrenamiento de las tropas sirias, pero en materia de armas antiaéreas, la respuesta es “niente”, por el instante.
Las lecciones históricas anuncian la claridad de su pedagogía, cuando nos recuerdan que los americanos, en su delirio contra los rusos en la guerra de Afganistán, armaron a los rebeldes islamistas fanáticos, con perfeccionados misiles sol-aire, para abatir a los aviones y helicópteros soviéticos. Esas armas, algunos años más tarde se volvieron contra ellos cuando estalló la guerra contra los Talibanes.

Resumiendo las metidas de pata del socialo-guerrerista François Hollande, digamos que la imprudencia de salir, demasiado rápido a la agitada palestra internacional, con declaraciones altaneras e imperiosas que invocaban su voluntad de aporrear al “déspota” de Damasco, lo posicionaron, también rápidamente, en la incómoda situación de tener que oficiar de monaguillo fiel, de boy disciplinado y obediente de Obama y como dicen en Francia, cuando se muestra una” grande gueule” se muestra también, un “petit baton.”


En este vaudeville sin intenciones psicológicas ni morales, Hollande exhibe su tristeza desde el balcón presidencial, desde donde observa con cierta amargura las diligencias diplomáticas que se desarrollan sin su concurso. El cielo renuncia a venir en su socorro porque no tiene la  vocación beligerante para restaurar en su favor la opción del recurso a la fuerza contra Siria y aún menos, de ayudarlo a incluir sus ímpetus belicosos en el contexto de una futura resolución de las Naciones Unidas.



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