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domingo, 26 de abril de 2009

LOS CIEN DIAS DE OBAMA



¿Cuál es el juicio que se puede evocar sobre los cien primeros días de la administración del Presidente norteamericano Obama?

Los puntos de vista se oponen pero la tendencia sustantiva considera que el estado de gracia del que actualmente dispone el mandatario americano, ha comenzado a degradarse lentamente.

La razón se encuentra en su negativa o su irresolución de ir a fondo en el examen de los excesos de la era Bush, cuyas primeras perlas en lo que toca a los métodos de tortura empleados por la CIA, han desclasificado una información capital que ha sacudido un poco a los círculos políticos e intelectuales de ese país.

Sin embargo, esas informaciones llueven sobre mojado porque todos saben hasta que punto las implicaciones de los máximos dirigentes en la autorización y el apañamiento de procedimientos criminales de tortura, fueron directas y hasta personales.

Comenzando por el propio George Bush, que siempre ha hecho gala de su expetidismo en el no respeto de la legalidad y, más grave aún, en la fabricación de situaciones falsas y falsificadas que permitieron justificar el empleo de la tortura, la fuerza bruta o la fuerza impositiva de sus ideas mesiánicas y demenciales.


En lo que puede llamarse la justicia internacional, los progresos de Obama han sido más bien mediocres y tímidos aunque es justo reconocer, como lo hace la organización Human Rights, que los resultados son “significativos” pero hay muchos “falsos pasos” que lamentar, como lo es su contradictoria oposición de crear una comisión de investigación sobre la tortura, mientras que fue él mismo quien autorizó hacer públicos los memorándum escritos por los juristas de la administración Bush en el periodo 2002 2005



Del lado de los progresos figura la prohibición, a medias, de la tortura. El cierre de las prisiones secretas que secretamente existen todavía y por decenas en el mundo entero. La tenue jalada de orejas a la CIA para que circunscriba sus técnicas interrogatorias en el marco de las técnicas en vigor que la armada americana emplea. Los esfuerzos por cerrar Guantanamo y la transferencia de la lucha antiterrorista del Pentágono, hacia el Ministerio de Justicia que probablemente cambiará de tono.



Del lado de los “falsos pasos” hay que lamentar la increíble resistencia de Obama para acordar el derecho de Habeas corpus a los detenidos de la prisión de Bagram, en Afganistán, muchos de los cuales fueron detenidos fuera de los escenarios de combate y para quienes no existe ninguna claridad jurídica sobre su situación, a la imagen de los detenidos de Guantanamo.



Pero lo que más llama la atención y contradice la supuesta voluntad de reglamentar las ilegalidades que la CIA se permite, es de apañar y proteger a esa siniestra organización, en sus operaciones de captura de “sospechosos” en cualquier país del mundo y por encima de los derechos de soberanía nacional de los Estado implicados.



Por el momento, Obama quiere concentrar la atención en sus esfuerzos por restablecer el equilibrio en la economía de su país y por preservar, internacionalmente, una imagen de paz, diametralmente opuesta a la imagen guerrerista que se impuso Bush. En este contexto, son mas bien positivos sus contactos con los latinoamericanos y prometedoras sus declaraciones respecto del “desbloqueo” de sus relaciones con Cuba.



viernes, 24 de abril de 2009

ALDO MARIATEGUI O LA INFAMIA

Aldo Mariátegui, ese personaje doblemente sórdido que trajina en sus escritos un estilo pendenciero, que a menudo discrimina la decencia y la honradez, acaba de mostrarnos con elocuencia, hasta dónde puede llegar un hombre sediento de notoriedad, incluso, al precio de exponer malvadamente, su racismo primitivo e ilustrado.

De atacar en permanencia al corazón de la peruanidad que se sitúa en la serranía, despreciando sus ancestros, sus costumbres y su lengua pero que, la mediocridad infinita de sus propósitos y de sus actos, no le darán jamás la nombradía genial que su abuelo obtuvo, por decir, hacer y sentir por los peruanos, exactamente lo contrario.

Hablar de Hilaria Supa, criticando sus ignorancias gramaticales y explayarlas en una pública defenestración, es un poco rebuznar las ignorancias suyas, que son más dramáticas y mas desconcertantes como lo son, su incapacidad de comprender al género humano y rescatar para él su verdadera dimensión. De respetar a la gente que aspira salir de un medio concebido para mantener la obscuridad que garantiza la explotación.

Señor Mariátegui, hay días como hoy en que sentimos terriblemente, no la vergüenza de saber escribir con faltas, sino más bien, la vergüenza de saber hacerlo faltando al respeto y a la dignidad, con graves faltas de ética y de conciencia moral.

lunes, 20 de abril de 2009

CUBA SI, YANKIS NO


Esa vieja expresión monumental, este grito de combate que sintetiza varias décadas de enfrentamiento, de incomunicación y de silencio entre la pequeña Isla Caribeña y el país más poderoso de la tierra, amenaza, a su turno, con silenciarse.

Es, la derrota cantada de una expresión combativa que se enjuagó en mil batallas y en el fragor insensato de silencios impuestos, bulliciosos y elocuentes y que sólo hablará, dibujando para la historia, la trama de un lenguaje de recuerdos abominables entre la fuerza de la arrogancia imperialista y la resistencia poética de un pueblo hablador, ejemplar.

Los tiempos se han resuelto a cambiar. La profunda crísis económica modifica los apetitos modernos. Obama lo acaba de comprender. No puede mantenerse por la eternidad un aislamiento de proporciones criminales que ha determinado, entre muchísimas razones, la destrucción del bienestar y el derecho a la felicidad de generaciones enteras. Privar a Cuba de su derecho al comercio y al contacto universal durante casi 50 años y constatar que su resolución de resistir como país digno y erguido continua incólume y más aun, reconocer la necesidad de cambiar las reglas de la relación bilateral, no es acceder a la inutilidad obsoleta de la expresión, es reconocer que CUBA SI YANKIS NO, tuvo razón de existir, frente al fracaso de la incomunicación como método de entendimiento, a condición que las nuevas reglas sean de auténtica convivencia internacional y no de conveniencia unilateral y que sobre todo, garanticen la soberanía, la independencia y el respeto al sistema político y económico que cada pueblo adopta. “mirar hacia al futuro y comenzar a construir el camino entre todos”. Veremos si esta expresión de Obama se traduce en algo concreto y edificante

viernes, 17 de abril de 2009

MORIR POR FUJIMORI



Me resulta
difícil comprender la evolución de la discusión en torno a la sentencia condenatoria de Alberto Fujimori y los juicios que se hacen sobre sus perspectivas político-personales.

Estas, finalmente se descifran en el rol que habrán de jugar, en el futuro mediato, sus retoños y sus herederos políticos y que, lógicamente, las contingencias que comportan, suscitan el apasionado dictamen crítico de sus detractores.

A muchos de ellos, les incomoda el derecho que asiste a esa familia de emigrantes japoneses, convertidos en peruanos por razones de conveniencia y de convivencia, a participar activamente en el espacio político nacional, en principio, abierto para todo el mundo.

La constitución no establece cuotas ni porcentajes generacionales, ni mucho menos filiaciones sanguíneas con lazos lineales para que testifiquen, califiquen o descalifiquen la peruanidad de los extranjeros avenidos legalmente, ciudadanos peruanos.

Por lo que, entre paréntesis, resulta chocante la matraca de quienes observan mezquinamente el ribete de la procedencia foránea, para validar objeciones o impugnaciones que se traducen en una absurda negación pura y dura y que desembocan en un lamentable acto de intolerancia. Escuchar esto en boca de gentes sin escrúpulos intelectuales, pasa. Pero en boca de gentes que no conozco pero que aprecio muchos de sus escritos, choca.

Sin embargo, lo que en el fondo creo que deja a medio mundo descuadrado, es el retorno lastimero y lastimoso sobre la cosa juzgada. Importantes firmas de la intelectualidad nacional se perpetúan y se pierden en una discusión de zombis, sobre si se probó o no la participación de Fujimori en los crímenes contra los derechos humanos por los que fue condenado.

A este estadio, tengo la impresión que el surrealismo fue inventado por los peruanos en lo que estos tienen de inconcientes y fue patentado concientemente por Adré Breton, para ridiculizarnos.

¿Cómo es posible que a estas alturas, bajo un pretendido purismo jurídico se acometa la interrogación confucionista que ayuda, políticamente, al ascenso creciente de las huestes fujimoristas?

¿Porqué asombrarse entonces del respetable nivel de simpatía que dispone el Señor Fujimori, si la gente que piensa en la viabilidad de la democracia, se pierde en la cacofonía jurídica sobre la pertinencia del derecho y no incide en el fondo profundamente ético y moral del caso Fujimori.

Su condenación ha sido esclarecedora pero muy poco esclarecida. Este individuo, más allá de la discusión estéril sobre sus devaneos relativos a su doble identidad nacional, la osadía de candidatear en el Japón, con el exclusivo propósito de adquirir un blindaje sólido, es decir una concha de intocable internacional fue, ante todo, el presidente de un País que lamentablemente sentó en el mundo, las trazas indelebles de la indecencia. La vergüenza de ser peruano.

Alberto Fujimori fue corrompido por el poder, y este hombre corrompió al Estado para mejor servirse de él, convirtiéndolo en un Estado de ladrones, en un Estado terrorista.

El terrorismo al que combatió fue históricamente un pretexto para aniquilar toda contestación, incluyendo aquellas que en tiempo de guerra no se discuten, como el cierre del Congreso bicameral, el Poder Judicial, el Ministerio Público, el Consejo Nacional de la Magistratura, el Tribunal de Garantías Constitucionales, la Contraloría General de la República, las asambleas regionales etc. Etc. Quien no estaba de acuerdo con ello era un traidor, un terrorista. Epíteto que desarticulaba toda oposición y que allanaba la carrera desenfrenada al dolo y al enriquecimiento ilícito.

El fundamento de nación, el concepto mismo de Estado fue obliterado por el fujimorismo hasta el punto de haber constituido un Estado mafioso. Las más notorias de sus tropelías, sólo comienzan a conocerse. Este individuo institucionalizó la versión más abyecta del ser humano en lo que este tiene de ausencia de respeto por el hombre y por si mismo. De allí, que la continuidad de la impudicia se prolonga en la inmoralidad de postular candidaturas tachadas de Per se. Morir por Fujimori es un acto vanidoso de Harakiri histérico. Un acto ridículo contra la historia.

miércoles, 8 de abril de 2009

FUJIMUERE

Todas la maniobras del Fujimorismo, todas las maquinaciones de esa resaca facinerosa que alberga el sueño de retornar al poder a través de la progenitura de su líder, están destinadas al fracaso.

Desde luego que la Democracia les acuerda el derecho, más la garantía de moverse en el sentido que más concuerde con la visión que ellos tienen de la misma. Pero el carácter de sus movimientos siempre los perderá, porque ya vimos y ya vemos como confunden libertad con dictadura y República con autocracia.

Esas gentes tienen el derecho de soñar despiertos y eso no debe incomodar a nadie, porque la soga que ellos mismos se lascaron y se lascan, es demasiado larga y demasiado floja para evitar la estrangulación.

La quinta esencia que activa a los prontuariados delictivos del Fujimorismo, es la concha. Esa soberbia centuriona que los nutre de intrigas y amenazas, que les autoriza a montar los contubernios y chanchullos más inauditos, las intimidaciones y chantajes más inadmisibles y que, en grueso, han constituido una propia y particular ideología de la inmoralidad:

Una ideología indecente que se justifica únicamente por la corrupción, con sus accesorios colaterales que se sirven de la mentira falaciosa, que vivifican en permanencia la calumnia fraudulenta y la falsificación delictiva, bajo un embalaje de violencias y bravatas fascistoides que en suma, hacen bulla pero traen pocas piedras.

Todo ello no dura. Acabamos de verlo y lo que vamos a ver a partir de hoy, son los desesperados manotazos de ahogado, que en nuestro país son inevitables porque generan réditos hasta el final. El miedo sustituye a la convicción, el rabo de paja vuelve a las gentes vulnerables y esa asociación de tácticas mal honestas entretienen y prolongan por un tiempo las obsequias, pero terminan por apestar hasta el hastío y no duran todo el tiempo.

El cadáver de Fujimori alimentara por algún tiempo las esperanzas de vida de ese movimiento, pero la verdadera descomposición delictiva, todavía por descubrirse, los arrastrará hacia la debacle total. Los peruanos son olvidadizos y eso es cierto. Pero no son imbéciles, al menos yo lo creo…Y hasta tengo la certitud que el gran capital no permitirá, en las elecciones que vienen y en las que arriesga grueso, una candidatura con tantos antis que dividen demasiado, antes de unir a la derecha que es lo que dramáticamente necesita. Lógicamente, no habrá candidata Keiko.

El pecado original de Keiko es apodarse Fujimori, pero ello podría ser un accidente si esa dama supiera o entendiera el embrollo que le permite confundir lealtad y amor filial, con responsabilidad ciudadana. Sus actos se inscriben en la lógica inmoral heredada de su padre, porque continúa a considerar al Perú como su propiedad exclusiva, una inmensa chacra donde las decisiones de los poderes del Estado deben corresponder a sus finalidades e intereses personales: El juicio de su padre es para ella una injusticia. Una venganza política que debe necesariamente engendrar otra venganza política a la que está presta a asumirla, anunciando su candidatura presidencial, lo cual, es un acto de inmoralidad inaceptable.

El juicio de su padre dará mucho que hablar y lo que ocurra en términos de reducción de pena, condiciones de encarcelamiento y demás gesticulaciones que visen el indulto, dependerá mucho de la vigilancia de todos, pero sin mezquindades inútiles, el reo es despreciable, pero precioso para no maltratarlo.

martes, 7 de abril de 2009

!No, Fujimori. Tu no podrás pagar el daño que hiciste a mi país!



Cómo podemos empezar estas líneas sin pensar que la condenación de Fujimori, al sentar un hito probablemente mayor en la historia de la delincuencia de Estado y su justo castigo, tiene un alcance pírrico.

Un efecto de indudable repatriación del sentido del honor nacional, es cierto, pero es ajeno, sordo, simbólico, e inútil para restituir la vida de aquellos cuya inocencia fue el salvo conducto que los condujo a la muerte. El pasaporte cuyos hologramas la dictadura se esforzó en desconocer o falsificar, asesinándolos con la misma crueldad que el tirano se impuso a no distinguir.

¿Cómo no pensar en la precariedad deplorable de nuestro sistema jurídico que privilegia, desde el comienzo de la era republicana, una propensión hacia la inequidad como norma de justicia, hacia la venganza y el tráfico de influencias como procedimientos inevitables y comúnmente admitidos en todo proceso y que hoy, en medio de ese muladar desesperadamente sucio, una perla ha sido rescatada para sentar, en dirección del mundo, un precedente esclarecedor y ejemplarizador?

¿Cómo no pensar en la dimensión irreparable del drama, cuando no sólo sus efectos fatídicos tocaron a las víctimas sino que la sociedad entera se sometió a los parámetros de la infracción moral. Con hombres e instituciones del Estado que se pusieron al servicio de la corrupción, que crearon generaciones degeneradas y que aún hoy, movilizan sus convicciones en el marco de un quehacer rastrero y de hampa política, que desconoce todo principio moral?

¿Cómo no pensar en el porvenir cuando la sucesión de este “modus operandi” instrumentaliza a una mujer incapaz de darse cuenta que la miseria moral heredada y compartida, la veta de facto de la escena política?



Ahora, la candidatura de Keiko es un acto de inmoralidad


¡No, Fujimori. Tu no podrás pagar jamás, el daño que hiciste a mi País!

domingo, 5 de abril de 2009

ANDINO MIRKO LAWER DETESTA REIR



A Mirko Lawuer se le salen dramáticamente sus impulsiones inclinadas hacia el autoritarismo y la franela por la dictadura. Dura constatación de alguien que a veces da en el blanco con sensateces, pero a menudo, da en el flanco con sandeces. Al costado de la basenica. Cómicamente.

Hay que ser un payaso para censurar a los cómicos que hacen reír (que por otro lado no hacen otra cosa que decir cosas serias pero tristemente jocosas), sobre todo, cuando se las emprenden con los políticos; porque en el Perú, es necesario ser cómico para ser político, o ser futbolista (de la selección) para aspirar a ser un cómico en el terreno de juego y fuera de él, como lo demuestra la carta notarial que un futbolista ha enviado a un programa cómico, exigiendo que dejen de hacer imitaciones de su persona.

Las sociedades que ríen de Democracia (no de la Democracia) son aquellas que están de acuerdo en la importancia de zarandear a los estereotipos, traquetear a la intolerancia, desenmascarar lo grotesco y lo incorrecto, desinflar a los gordos grasos de ridículo, a los bufos repulsivos y risibles (también a ciertos búfalos), como el santo sebáceo de su palaciega devoción:

¡Reír es sano, alarga la esperanza de vida y como él mismo lo dice, lo que no mata engorda! Por eso García se mata de la risa con nosotros y ahi está como está, gordo, orondo… adiposo.

En nuestro país es trascendental reír, sobre todo, ahora que el doctorcito nos ha declarado andinos tristes y que sin razón Mirco Lawuer se solidariza con él, soltando perlas mofletudas como esta:

“¿Saben realmente los humoristas en qué momento dejan de ser graciosos? Una regla de oro en el tema podría ser que si hay tantas personas que no tienen problema en ser imitadas, y que incluso lo reclaman, entonces es preciso respetar la voluntad de quienes no desean ser imitados”.

Yo digo: Pobre muerto de hambre; la comedia y la risa, "Castigat mores ridendo".


sábado, 4 de abril de 2009

REVOLUCION CAPITALISTA

El capitalismo mundial, enclavado en la crisis económica más profunda de su historia, condición sine qua non para visualizar un cambio revolucionario, ¿ha encontrado en el G -20 la vía revolucionaria para salir de sus males?

Para los gestores universales de la pobreza, se trata de una revolución sin precedentes. En efecto, la dirección del capitalismo mundial se ha socializado. La globalización salvaje podrá sistematizar su actual anarquía dotándose de una mínima racionalidad a comenzar por la incorporación, en ese exclusivo cónclave capitalista, de otros países capitalistas emergentes como la China, La India y el Brasil, que han reunido las condiciones necesarias para acceder al gendarmerato de la economía capitalista mundial.

Ya no son ocho, ahora son 20 paises, lo que implica reconocer que las reglas de funcionamiento del “nuevo orden” establecerán nuevas zonas de influencia, nuevos patrones. Las disputas y la falta de entendimiento entre el norte y el sur comienzan a suavizarse, las declaraciones entusiasmadas de Brown y el éxtasis de Zarkozy y Merckel a propósito de los corolarios de la reunión, ha producido la primera reacción de las bolsas deprimidas:

Su fino olfato especulativo ve en los resultados de Londres un balón de oxigeno para continuar con el agio abusivo: han reaccionado a la alza, Los negocios financieros marchan. Nada cambia, todo se transforma. ¿Se puede moralizar el sistema financiero internacional? No, reglamentarlo, si.

Los paraísos fiscales, que son concepciones enclaustradas en la lógica íntima de la inmoralidad capitalista, creaciones necesarias y rigurosamente compartidas por todos los países a quienes beneficia, como son el tráfico de armas, de drogas, de medicinas, etc., ¿Podrán desaparecer?

La abolición del secreto bancario es una farsa descarada, no se puede desaparecer la partida de nacimiento del sistema capitalista porque su esencia nunca podrá ser transparente, sino, estaremos hablando de otra cosa.

Otra cosa también sobre el mismo tema, es el rol y el modo de empleo de los enormes medios financieros que se otorgarán al FMI, ese gigantesco testaferro de los grandes intereses financieros internacionales, a quien se le confía el rol de evitar la quiebra de los Estados pobres y “prevenir futuras crisis” cuando en América Latina, esa institución se le recuerda como una amenaza mortal, sobre todo en Argentina, que con sus ajustes estructurales delirantes, la hundió en una enorme pesadilla de la aun no sale todavía.

viernes, 27 de marzo de 2009

TRISTES DECLARACIONES DEL ANDINO GARCIA


Lo que muchos
llaman verborrea a esa disentería crónica y compulsiva del doctorcito, pueden trastabillar peligrosamente. Detrás de sus diarreas apremiantes se esconde el nudo gordiano de una ideología nacional socialista, que como hoy, en sus tristemente célebres declaraciones sobre el determinismo genético en relación con la geografía, se asocia a la gama de cruces gamadas que se estancaron en las teorías raciales en boga, en los años 30: En los años aciagos de la construcción del pensamiento hitleriano, que como todos saben, se establecieron las bases de las diferencias y de la supremacía racial, sustentadas en teorías antropológicas trasnochadas, falsas y obsolotetas, de las que García se hace eco en pleno 2009.


En sus declaraciones, que dicho sea de paso acentúa brutalmente la supuesta inferioridad del “indígena” con relación al negro, porque el primero “todavía” cosecha la coca y el segundo, al menos mete la alegría, García da nacimiento formal al racismo de Estado contra su propia población indígena: El racismo nace como ideología, cuando sustenta sus pilares en la afirmación equívoca que hay una relación lineal entre los contornos físicos de un grupo humano y su expresión psicológica.

Sin embargo, García no es el primero en lanzar sus desprecios públicos por la “raza indígena". El mismo Haya de la Torre, a pesar de su tórrido discurso social y político, aquel discurso anti imperialista de la primera época, era fundamentalmente un individuo racista antes y después, aún cuando aseguraba sentir una profunda admiración por la filosofía estética de los artistas greco romanos (que por otro lado, ellos adoraban al negro como modelo supremo de gracia y elegancia muscular), un día se le ocurrió pronunciar este grave dislate conceptual: “No es lo mismo un desnudo greco, que un cholo calato”, dijo, y los que festejaron esta “ocurrencia genial” del Jefe, deben ahora lamentar la profunda y humillante desvalorización física del cholo peruano, tacita antitesis del ideal que él se hacia del ser humano perfecto.

miércoles, 25 de marzo de 2009

GARCIA EL BELLACO: EL LORCHO INTI REY


La corrupción se radicaliza sin ambages y ahora asume la forma pontificada del dogma único, la bellaquería de todos los extremismos, la trasnochada certitud de ser la luz y la razón, la imitación grosera y mediocre del rey Sol, Luis XIV, la caricatura de un absolutismo monárquico todo poderoso; el Lorcho Inti Rey, ha dicho: El Estado soy yo:


“En el Perú, el presidente tiene un poder, no puede hacer presidente al que él quisiera, pero sí puede evitar que sea presidente quien él no quiere. Yo lo he demostrado”


La pobre madre del cordero exhibe su total desnudez mostrando que García, el doctorcito de los enjuagues cloacales, el fidel servidor del mercantilismo pútrido, tiene el derecho y la potestad absoluta de impedir la victoria de quien el pueblo decide.


En otras palabras, nuestro lorcho Inti Rey a dicho:“yo me zurro en la constitución y en las elecciones generales, la ley soy yo para garantizar vuestras inversiones, yo lo he demostrado, tengo el poder de matar y mandar a matar a quien os estorbe…”

Esperemos que esta nueva manifestación corrupta de la interpretación del rol de un Jefe de Estado, no caiga en la banalización y la indiferencia. Pidamos su cesantía.

domingo, 22 de marzo de 2009

BENEDICTO XVI Y SUS TRES NEGACIONES



El oficio de ser Papa
y ser Jefe de Estado a perpetuidad, un poco antidemocráticamente, debería reglamentarse. Hay que inventar el retiro o la obligación de abstenerse cuando no se sabe lo que se dice: Dicenda, tancenda loqui.

A la edad en que ya no se puede diferenciar por ejemplo, sida y suicida, que son dos cataclismos existenciales, dos azotes con rangos y rasgos distintivos a pesar de la convergencia dramática de significados y consecuencias, hay que retirarse en un claustro. Se “taire” como diría Voltaire. De preferencia en un monasterio trapense, allí donde los frailes fabrican esa extraordinaria cerveza “trapista” de alta fermentación y el Señor perdona con creses su consumo exagerado, sobre todo, si se hunde en la cebada como un humilde pececillo y nos asegura un silencio benefactor.

Chocantes y suicidas, para quedarnos en la gama de comparaciones tivias, son las declaraciones del Sumo Pontífice a propósito de la utilización del preservativo. Yo diría, perfectamente escandalosas y muñidas de un incomprensible pasaporte papal hacia la muerte colectiva. Declaraciones, claro, expresadas en el contexto de la consabida posición oficial del Vaticano frente a la concepción y contracepción y que ese viejo foro de disquisiciones filosófico religiosas entre detractores y adherentes, se enfrasca en el inmovilismo de las ideas, a la imagen de la evolución de la Iglesia Católica que justifica sus retardos por una preocupación contestable de tomar esas distancias de tiempo enormes que según ella, exige la reflexión:

La tierra continúa a ser plana, la inquisición está a la vuelta de la esquina, los científicos son los nuevos herejes, el preservativo es un instrumento diabólico que deja pasar el virus: El pisano Galileo Galilei (1564-1642) será condenado de nuevo y esperaremos cuatro siglos para que la iglesia reconozca y deplore oficialmente sus erróneas decisiones.

Sabíamos que las voces del señor son impenetrables, pero las que utiliza Benedicto XVI son anochecidas y retorcidas. El Papa ha dicho que “no se puede solucionar el problema del sida con la distribución de preservativos, al contrario, su uso agrava el problema”. Tesis que se conoce, según el rito al que nos tiene acostumbrados, pero que, expresadas en África, en esa inmensa geografía donde el sida ha edificado su fortaleza inaccesible devastando a poblaciones enteras, ha irritado a todos los que siendo católicos o no, luchan ferozmente contra esa abominable pandemia que es el sida.


La teología medieval del Vicario de Cristo, sumergida en otra memorable metida de pata como aquella de Ratisbona, a propósito del espíritu guerrero de Mahoma, ha llamado a la palestra a un jesuita de talla, y como buen jesuita, el padre Lombardi que es más calculador que analista, ha sacado de su chistera un afrodisíaco argumento que rectifica y amplifica lo que en realidad quiso decir el Papa:


“Señalar al preservativo como el único medio de luchar contra la epidemia, es olvidar los otros aspectos que son esenciales, como hacer un trabajo de educación del comportamiento, la afirmación de los valores del matrimonio, de la fidelidad y de la familia”. En suma, desterrar “esta forma de ideología de la confianza absoluta en el preservativo…” En suma, el maniqueísmo religioso reinventado políticamente, por un sacerdote…Pobre Mani.

El gallo ha cantado por la tercera vez, Pedro. Primero fue la resbalada con los integristas este 21 de enero, segundo, la excomunión de Recife y tercero, el sida. Tres negaciones que enlodan el Evangelio, siendo la última la más espectacular, porque desconoce no solamente el contexto de permisividades sexuales de una población sociológicamente particular, como lo es la sociedad africana, con ignorancias matriculadas en la alquimia de la nigromancia y la hechicería sino que olvida, que sobre este drama, se edifican también las fortunas inconmensurables de las transnacionales farmacéuticas que en secreto, libran sucias batallas por el control del mercado, estamos hablando de Estados Unidos y de la UE.

¿A quién beneficia comercialmente, el mantenimiento y la propagación continental de una enfermedad incurable, donde una joven sobre 3 y un joven sobre 7 están infectados por el VIH, como sucede en Botswana y en general, como sucede en el sud-este del continente africano?
Creced y multiplicaos y poblad la tierra…
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Leer el Artículo de Alvarez Rodrich en La República de hoy. ESTE PAPA NO ES CHARAPA.

sábado, 14 de marzo de 2009

EL RAPTO DEL VELERO

Los capítulos anteriores pueden encontrarlos en el Archivo del Blog, del mes de febrero


4 LOS PREPARATIVOS DEL VIAJE


Su tía abuela le había prohibido salir a la calle sin la compañía de sus primos o de sus numerosos tíos que más o menos frisaban la misma edad que él: “No salgas a vagabundear como un huirataca”, le dijo, en un tono seriamente amenazador.

Como casi siempre, él desobedeció.

La vieja hermana de su abuelo a quien le habían encomendado la “crianza” del chico, era una mujer que lo olvidaba todo. Debido sin duda a su avanzada edad o debido quizás, a su personalidad perturbada por algunos atisbos de desequilibrio mental, que flotaban entre la demencia y la chifladura. O ambos al mismo tiempo.

Ella, por ejemplo, sostenía que para aprender el Quechua había que chuparle la lengua a un indio. Cada vez que este sentencioso juicio se hacía escuchar, provocando la perplejidad de la gente, ella desataba una risotada monumental, a la vez nerviosa y compulsiva y de la cual, súbitamente, saltaba sin intermedios hacia una postura ecléctica de constricción y de arrepentimiento. Enseguida, erguía sus afectos por la raza indígena, sosteniendo que no eran animales sino, casi. Y había que protegerlos. Hay que tratarlos como si supieran pensar, decía, porque ellos son también, “hijos de Dios”.

Aquella vez, ella olvidó verificar si su severa prohibición se había respetado al pie de la letra, tal como lo había previsto la víspera, mientras discutía del asunto con su hermano. La reputación del chico se construía poco a poco, como una leyenda injusta –como todas las leyendas-, atiborrada de exageraciones sobre supuestas malacrianzas y desobediencias, cuando solo se trataba en él, de un afán encarnizado por descubrir la tortura que causa esa inmensidad de interrogaciones que flotan en el aire, que revolotean subversivas y religadas entre ellas… por todo el cerebro… al mismo tiempo.

La gente mayor ignora casi siempre el martirio que significa llevar a cuestas tantas preguntas, con respuestas que se hacen esperar y esperar, exasperando hasta la rabia. De allí, que todo el mundo se irrita con esa manía tan suya y tan particular de preguntar a cada instante: ¿Por qué? ¿Porqué esto y porqué lo otro? De allí, su necesidad de circundar en el “vagabundaje” de las interpelaciones, directamente, en el terreno de los hechos… En el meridiano de esa tentadora realidad que se le ofrece a sus pies tan generosamente y que le invita a marchar… solamente a marchar un poco.

Ese día, Lucrecia salió muy apresurada, con la sola idea de vender las camisas que había confeccionado toda la noche en su vieja máquina de cocer, “Singer”. Ese día era muy importante para ella, porque como nunca, todo el mundo anunciaba con entusiasmo que habría muchísima gente en el mercado de abastos, y que había que aprovechar para vender al máximo.

Cuando salió de la casa, Lucrecia no constató para nada si su sobrino nieto, enfermo de una debutante bronco pulmonía, dormía bien tranquilo en aquella habitación obscura que le habían asignado, en el fondo de la inmensa casona familiar. Morada confortable que contaba con tres patios que se comunicaban entre ellos y que el abuelo Víctor Manuel, continuaba a construir, para poder albergar a todos los vástagos de sus cuatro matrimonios y aquellos que vendrían de un quinto enlace en preparación con aquella señora que fuera, por largos años, su sirvienta y su ama de llaves: La hilaria.

El “chalet”, como el denominaba a su casa, permitía albergar también a los allegados a la familia que venían a pernoctar por “algunas días” y se quedaban para siempre y, desde luego, permitía cobijar a los numerosos indígenas, hombres y mujeres que se ocupaban de los menesteres de la casa y de sus múltiples negocios de rescatista, vendedor de abarrotes y otros.

Los “pongos”, como se les llamaba, transportaban incansablemente o estocaban todo el santo día, inmensos bultos de mercancías o fardos de hojas de coca. Sus espaldas curvadas a más no poder, sostenían el peso atroz de enormes objetos apiñados unos sobre otros, en un desafío permanente al equilibrio precario de sus cuerpos famélicos. Otros, trasvasaban en botellas gruesas, las interminables botijas de aguardiente que mulas y caballos traían a la casa, vaya a saber el diablo de dónde… Lo que cierto día provocó su inmensa curiosidad y para saberlo puso en práctica un estratagema muy simple: Se Refugió a escondidas en una alforja relativamente espaciosa que contenía lazos, cueros de oveja y otros materiales de protección de las mercaderías y se incrustó en el viaje de regreso del convoy, pero fue descubierto a mitad del camino, en medio de una noche lluviosa y cuyos relámpagos furiosos lo aterraron tanto a él, como él, al mayoral.

Pero ese día de prohibiciones tan repetidas, él, había logrado salir silenciosamente de su habitación, sin que nadie se de cuenta, atraído desde muy temprano por los gritos encendidos de pasión y de cólera que los huiratacas coreaban infatigablemente, por todas partes en la ciudad. Esos rugidos sañosos se introducían en su habitación, como invitaciones impertinentes, pero tentadoras, muy a pesar de que sus ventanas estaban cerradas y condenadas herméticamente al exterior y al interior.

Y, como su abuelo solía decir, esos “pordioseros huiratacas” eran, en efecto, personas andrajosas que salían a la calle para protestar en vano. Ese desfile interminable que inundaba la calle hasta perderse de vista en el fondo profundo, estaba presidido por algunos notables reconocibles, como ciertos maestros de escuela, celosos de mostrar sus corbatas bien sostenidas por prendedores que pretendían ser de oro.

Ellos, eran seguidos de un inacabable tropel de personas vestidas con la modestia del obrero o con la ligereza, un poco descuidada de los estudiantes. Al final del inmenso cortejo, otros individuos aún más pobres, exhibían sus ponchos multicolores y deshilachados, calzando gruesas ojotas de caucho, que dejaban entrever sus talones ranurados de estrías, dentro de las cuales se alojaba una mugre incontestable. Eran sin duda, los cargadores, una institución de transporte humano de la que todo el mundo se servía para desplazar sus pertenencias, a cualquier hora del día y de la noche.

Ese conclave bullicioso y querelloso, deambulando por toda la localidad, instalaba un cierto ambiente de celebración pomposa y jubilatoria. Numerosas banderas y banderolas agitaban en el aire los nombres de las empresas donde esa gente trabajaba: “Maranganí”. “Tejidos Huáscar”. “Sindicato de Chóferes”, “maestros Primarios” y muchas otras siglas que se empapaban de coloridos festivos, en un marco extraordinario de música autóctona, de bombos y de cachasparis que se producían y que se escuchaban al mismo tiempo, en las calles aledañas.

El, desoyendo todos los concejos y las recomendaciones de Lucrecia, o simplemente sin
acordarse de ella en absoluto, se resolvió a seguir a la multitud de manifestantes, caminando
entusiasmado sobre la acera donde muchos curiosos le impiden ver, constantemente, la
amplitud del espectáculo. Esa exhibición de muchedumbres disciplinadas, concertadas para
gritar lemas y consignas radicales, en el centro de un delirio que hace apelaciones a la muerte
y hasta a la extinción inequívoca de ciertos grupos sociales, provocan en él, un choque
violento, con emociones contradictorias.


Son, sobrexcitaciones desconocidas que lo introducen en un estado de febrilidad. Súbitamente
aparecen los primeros escalos fríos y las primeras sensaciones de calor, simultáneamente, en
medio de una deliciosa agitación que le hace temblar hasta perder el equilibrio, son temblores
extraños que evocan un incremento anormal de la temperatura. Su cuerpo sufre cambios
notables hasta en el en el color de la piel, que se transforma desde la palidez demacrada,
hasta el enrojecimiento sudoroso. La vejiga se inunda y se desborda, entonces él, sin más no
poder se detiene al costado de un viejo camión cuyo propietario ha colgado al costado de un
destartalado doble tubo de escape, una advertencia que reza: “Cuidado con los Reactores”. El,
lee el rótulo con una cierta inquietud pero orina copiosamente, con la sensación de descargar
un océano entero.


El, siente ganas de llorar y ganas de enfrentarse contra ese enemigo invisible y todo poderoso
que está presente por todo lado. Contra ese gestor oscuro de tantas iras y tantas desventuras, enumeradas una a una, con tan inmensa convicción por esa masa de personas dominadas por el frenesí de la indignación colérica. Y, sin saber cómo ni exactamente porqué, aquel día, él, sintió encarnar a un personaje muy importante. Demasiado importante. Aquel día llegó a persuadirse que de alguna manera, su frágil humanidad, formaba parte imprescindible de toda esa marea humana y con la cual había que contar a partir de ese momento. La mayoría de los gritos eran confusos e ininteligibles, pero estaban cargados de mucha sinceridad y había que hacerlos inequívocamente suyos y repetirlos con la misma convicción


Entre empellones y palmoteos en la cabeza llegó, con esas personas enardecidas hasta el final de la marcha. Hasta ingresar turbulentamente con ellos a la plaza de armas del Cuzco. Allí, en las inmediaciones del costado izquierdo de la catedral, reconoció a varias personas cercanas a su familia. Ellas confortaron su adhesión categórica al movimiento de sindicalistas cuando constató que en sus rostros, también se había instalado ese rictus de protestación colérica que había que imitar a todo precio, sin saber todavía a ciencia cierta, exactamente, porqué.

FOXLEY O FORCEPS








Chile ha cambiado
de Ministro de Relaciones Exteriores y este cambio provoca comentarios encontrados en el Perú. Los unos, ven un repentino ajuste de clavijas, un fórceps que modificaría la posición oficial chilena con respecto a nuestro país y, los otros, quieren ver que no ven nada. O muy poco.

La verdad es que, en efecto, la presidenta Michelle Bachelet ha hecho cambios significativos en esa cartera para no cambiar absolutamente nada. Para mantener inflexibles las aspiraciones chilenas cuyos diferendos con nosotros no se autentifican ni se transforman por el efecto mágico de un eventual cambio de personas, aquí o allá, sino que son lo que son: Aspiraciones nacionales. Tesis de Estado que obligan a tirios y troyanos a cerrar filas con eficacidad militar, aunque en la forma sean lícitas, en ese país, todas las parodias piratas de la oposición, o todas las intrepideces que parodian a los piratas.

Los chilenos no pueden pasear su alma de la misma manera irresponsable que nosotros. Ellos son concientes de la agrimensura letal de sus superficies y el apetito por el norte continúa a amplificarse en todos los frentes y, dese luego, la coordenada económica es una sólida avanzadilla de una estrategia nacional que busca el afincamiento confortable, que nos lubrica con promesas de buena cosecha, que nos introduce enjambres de oasis milagrosos por los que la banda de García se cae de babas.

La perspectiva cada vez más escalofriante de intervención económica abierta, a través de la danza de las inversiones chilenas ultra protegidas en sectores claves de nuestra economía, la imposición antidemocrática del Acuerdo de Complementación Económica con ese país, van convirtiendo lentamente nuestros diferendos marítimos, en postulados retóricos aún cuando jurídicamente, La Haya, nos acuerde razón. Lo que dentro de cincuenta años no tendrá ninguna importancia porque a esa época, todo será chileno…O casi.

viernes, 13 de marzo de 2009

BLANCA ENTRE LAS BLANCAS




Susurros enrostrados.
En la calamidad de un gesto ajeno.
Sonrisas anónimas y pendencieras.
Empotradas en el compendio de la ley.
Tus ojos que calan mirando lo invisible.
Y en tu plato de pobre, pobre, danzan ellas.
Las lúcidas alimañas, observándote.
Observando cómo sonríes a la vida.
Y cómo la vida se esconde en el tacto.
En la tragedia de la mañana clara.
Cuando clara, solo se alumbra de cerrazones.

domingo, 8 de marzo de 2009

LA INTOLERANCIA Y LA INCULTURA DE MVLL





Vargas Llosa
no puede con su genio. De nuevo a las andadas con andanadas de contrabando intelectual, cuando analiza en un artículo reciente, la espantosa reticencia gubernamental de declinar la propuesta alemana de participar en la construcción de un Museo de la Memoria, en nuestro país.

La lucidez del escritor se ilumina de cabo a rabo con esa ilustre pedagogía del trato preferencial a lo accidental, a lo contingente, a la anécdota, a la forma ciertamente literaria y bien tratada, pero desprovista de fondo, o con un fondo machacado de inexactitudes, que se pierden en la extensa filosofía de su intolerancia y desprecio por las formas de pensar que no corresponden a su sectarismo de reaccionario cabal. De unicornio, anclado en esa derecha española de la non inteligenzia.

Es cierto que el mayor drama que nuestro país ha sufrido, se condensa en el enfrentamiento armado entre peruanos y cuyas cifras aterrorizantes de muertos y desaparecidos, como cruel resultado, se calculan en 70 mil.

70 mil seres humanos escogidos entre los sectores más pobres y más olvidados de las profundidades serranas, que efectivamente fueron las víctimas enumeradas de la violencia ciega, parto doloroso de otra violencia más antigua y todavía latente y que está determinada por las condiciones inaceptables del sistema que impone y privilegia la explotación, fabricando una miseria desesperada y desesperante que puede caer, en cualquier momento, en los brazos de una nueva aventura delirante, porque a la hora actual nada ha cambiado, y no se hace nada de fundamental por cambiar, a excepción de la demagogia alanista, que pondera un desarrollo inexistente e invisible.

Los verdaderos artesanos de todo conflicto social, entre otros, son aquellos que como Vargas Llosa, desde su extraordinario pupitre mediático sostienen y entretienen tesis políticas y económicas que van al encuentro y protección del capital sin responsabilidades sociales. A la sacralización de las inversiones privadas acordándoles el máximo de libertad y el mínimo de interferencia estatal: “dejarlas enteramente en los brazos del mercado para que se ocupen del desarrollo y del crecimiento” y ya vemos los resultados: Pobreza y desigualdad, Enriquecimiento desmedido para pocos y miseria para el resto.

Quien suscribe alegremente tales convicciones en otros foros de magnificencia internacional, con socios de comprobada inmoralidad intelectual, no puede lagrimear sobre los cadáveres de quienes directamente fueron las víctimas de la vigencia lamentable de ese pensamiento, de ese de estado de injusticia que tales tesis contribuyen a perpetuar.

Un Museo de la Memoria no puede ser una pinacoteca a donde se cuelguen los excesos y las aberraciones de los unos o de los otros. Un museo de la Memoria es la conciliación y el acuerdo nacional de reivindicar la razón para no recaer en la vorágine de la manipulación que crea enemigos en un mismo campo, como lo fueron la inmensidad de soldados de extracción pobre que torturaron y tiraron por encargo y se emularon con el adversario en una absurda espiral de odio y muerte.

Alemania no ha conocido las dimensiones de la guerra interior. Un conflicto particular entre connacionales. Alemania afronta su pasado con un sentido de culpabilidad que envuelve de vergüenza a toda la nación. Alemania saldó sus deudas reconociendo que sufrió la manipulación hitleriana, aquella que arrojo innoblemente a todo el país, en la gigantesca locura de la exterminación pura y dura de judíos y pidió públicamente perdón.

El suyo, es un gesto comprensible y generoso de hacer una donación importante a un país que como el nuestro, aún se debate por esclarecer las odiosas responsabilidades de tanta matanza injusta, de allí que el Gobierno, a través del ministro Ántero Flores Aráoz, explicite su preferencia por el olvido antes que por el recuerdo. Las heridas no están cerradas, ni nuestro porvenir económico y social es claro. Las injusticias se multiplican. El vandálico saqueo de nuestro país y la entrega loca de nuestros recursos al capital foráneo amenazan, tarde o temprano, con una nueva respuesta popular. Por lo que, honrar la memoria de los que fueron asesinados, de todos los muertos de ese periodo doloroso, es, ante todo, desaparecer para siempre las condiciones económicas profundas que motivan la desigualdad flagrante de la sociedad peruana.

sábado, 7 de marzo de 2009

CHINO MALDITO, MAIDITO CHINO

El Perú habría podido ser el país más civilizado del mundo, si Fujimori hubiera comprendido y respetado ese estado de gracia natural que tienen los peruanos en materia de hospitalidad con los extranjeros y si hubiera conducido un gobierno honrado y limpio, como simple retribución a esa extraordinaria miopía colectiva que creyó ver en él, más como japonés que como peruano, a un industrioso ingeniero emigrante que sobre sale en la vida con honestidad, gracias al tesón y a la constancia de su trabajo, considerando esos atributos suficientes para confiarle, hasta la primera magistratura.

Cualquiera que sea su nacionalidad, cualquiera que sean sus orígenes raciales, los extranjeros afincados en el Perú, siempre han beneficiado de una particular deferencia en cuanto a actitudes de simpatía, de respeto admirativo y hasta de solidaridad y entrega, por no decir de sumisión.

Fujimori fue uno de ellos por quien se perdió hasta el orgullo de ser peruanos. Por quien se sacrificó la necesidad de respetar nuestras líneas ancestrales, aun cuando estas hayan producido muy poquísimos presidentes con apellidos de legítima consonancia peruana: Nuestra historia republicana está plagada de apellidos raros, que cuando no son extranjeros y extranjerizantes, son proclives a subrayar sus lazos con el exterior, de preferencia con la madre patria, atavismo colonial que todavía produce suculentos réditos en nuestra triste tabla de homologación social.

Esa, es una de las escasas lealtades al buen sentido y al respeto de la dignidad humana que los oriundos de estas tierras subordinan, sabiéndolo o no, al principio de universalidad del ser humano y de sus derechos, y, al rechazo del infantilismo nacionalista primario que, en otros países, consiste en aborrecer y combatir, desde todos los niveles de la sociedad, a todo aquello que no es autóctono y que aspira a desempeñar un rol activo en la comunidad en la que vive.

Incluso, la ilustre Europa siembra en sus extensos territorios, numerosas parcelas contaminadas de exclusividad nacional y nacionalista, en las que se cultivan casi naturalmente, todos los frutos prohibidos de la diferencia y sus correlatos raciales y racistas. La Unión Europea, contrariamente a lo que se cree, no es otra cosa que una entelequia administrativa, organizada más o menos eficazmente por los imperativos mercantiles y está lejos, muy lejos de representar las ideas de sus fundadores que soñaron con una federación de naciones, política, social y económicamente unidas.

La vigencia de los nacionalismos patrioteros han determinado el estancamiento y la esclerosis aguda de la que hace gala UE, en el terreno real de la integración. En el plano interior, varios de sus países miembros practican activamente la marginalización en contra de las comunidades de origen extranjero, limitando seriamente sus aspiraciones de participación política y dando lugar a derivas monumentales que, como en el caso de España e Italia, han puesto en marcha un tenebroso cambio en la política de emigración extranjera.

Fujimori, ese ciudadano japonés que fue percibido por la población como un peruano más, sin hacer una ociosa distinción sobre sus orígenes extranjeros, recibió, como muy pocos, ese inmenso olor de santidad nacional que confiere la esperanza y la credulidad y él lo dilapidó a los cinco minutos de haberse instalado en la presidencia.

Su gobierno se definirá como una experiencia psicológica de perversión sistémica en todos los estamentos administrativos ligados a los poderes del estado, en los que instaló la inmoralidad y la corrupción participativa, como ejes centrales de una degeneración gubernamental programada para comprometer y asegurar lealtades: “Si todos somos corruptos, nadie será corrompido”

Así, Las arcas del Estado fueron tomadas por asalto y se legisló en el sentido de impedir toda auditoría y todo control. Fue allanado el camino hacia la promoción del delito y se produjeron las fechorías más inconcebibles, desde el enriquecimiento familiar que se conforta extraordinariamente en bancos del Japón y Suiza, hasta el montaje y financiamiento de aparatos de sostenimiento político que actúan a la luz y a la sombra, empleando todavía y aún en la actualidad, los métodos licenciosos y vedados del hampa política, pasando por el fraude a todo nivel y la adquisición de conciencias, mediante el soborno y la paga en contante y sonante.

Este modelo de organización gubernamental, hizo estallar todos los principios morales e instaló una soberbia, como descarada política de negación de los derechos humanos. Se sirvió de militares ignorantes y ambiciosos que modificaron los términos de la carrera militar, subordinándola al arrivismo servil y transformando a las fuerzas armadas en huestes mermadas de dignidad y sin código del honor: En guarniciones de rapiña que sembraron la muerte con la crueldad brutal del primate y que violaron por doquier, guarecidos en la impunidad y en la protección del gobierno central.

La mentira y el fraude fueron las monedas corrientes y cotidianas de la acción del Estado. Organizó y se dotó de un sistema de información subliminal que apuntó derecho al corazón fragilizado del peruano medio, explotó sus miedos, su mediocridad y su ignorancia, fundando el concepto “chicha”, concepto que se pierde, para vergüenza de todos los peruanos, en la infinidad de la ramplonería profundamente estúpida y vacua.

El estado de guerra constituyó la excusa oportuna para no rendir cuentas. Para inventar secretos operativos monstruosos de matanzas programadas, a diestra y siniestra; para aterrorizar a sus opositores mediante el rapto o la amenaza de muerte. Condujo la guerra con mano firme hasta la parodia estrafalaria de pretender encarnar en el Perú, la crueldad de Pinochet, haciéndose llamar admirativamente: “chinochet”.

Fue el inspirador de los métodos más bajos y vedados que se emplearon en esa guerra que debió terminar mucho más temprano y que la prolongó, artificialmente, por los réditos que ella distribuía en todos los estratos concernidos. Se inventó una grosera caricatura de patriotismo violento, combatiendo a Sendero bajo las formas sanguinarias más fieras y más inhumanas, lo que dio origen a una espiral de monstruosidades inaceptables desde todo punto de vista, en los dos campos.

Pero, lo que la historia retendrá en prioridad cuando analice la personalidad de Fujimori, será sin duda, el cinismo estudiado de todos sus actos públicos, Su triunfalismo bellaco paseándose en medio de cadáveres. Su renuncia por fax y su vergonzosa huída al extranjero, coronada por una candidatura al Congreso Nipón y una millonaria boda, falsa y convenida, es decir, la mentira que sucede a otras mentiras en una progresión de inmoralidades, en las que termina creyendo él, su familia y sus colaboradores, al punto de concebir y acariciar el sueño de una alternancia que acribilla los últimos residuos de decencia y enloda a sus descendientes, con el anuncio de que su Señora Hija podría ser candidata a la Presidencia. Si, ella, la hija de un asesino ladrón.

Hoy, cuando está a las puertas el veredicto final sobre su suerte, somos impotentes para que nuestra intransigencia en la aplicación estricta de la justicia sea escuchada. Ese juicio se desarrolla en medio de intereses millonarios y con actores vivientes que tienen rabo de paja, pero que todavía tienen mucho poder de decisión y mucho de influencia determinante.

Ese proceso es el espejo que permitirá impedir lo que no desean que ocurra con ellos mismos en un futuro próximo, de allí el pacto de sangre que anunciáramos hace más de dos años y que liga a las dos versiones de la infamia corrupta, el alanismo y el fujimontesinismo en una coprofagia de perros del hortelano, alianza de intereses compartidos que otorgarán, más pronto que tarde, un indulto vergonzoso que aterrizará en una prisión dorada de algunos meses, o tal vez de algunos años, para guardar las apariencias y apaciguar la vehemencia de los irreductibles….
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Yo tacho la candidatura de Keiko Fujimori porque la considero inmoral e insultante para la inteligencia y la dignidad de mi país, aun cuando reconozco su derecho a postular, como hija de un emigrante, a la Presidencia de la República del Perú. (Usa esta introducción en todos tus escritos y firma)

domingo, 1 de marzo de 2009

CACABANILLAS CACASENAY TOMBITAS CALATAS



El primer desliz
acaba de producirse: Sancionar sin investigar y sin proceso administrativo. Imaginar por un solo instante la sexualidad de la Cabanillas -lo que de por si es una tarea dura, una ruda prueba-, sospechándola cómo se chorrea y cómo se abandona lascivamente a los juegos duros y secretos de su alcoba, cómo se entrega sin reservas al dulce goce de su haber sexual, para luego decretar con “mano dura”, que las tombitas a quienes les colgaron sus inocentes travesuras en la red, han cometido un acto impúdico… castigándolas demagógicamente con dos meses sin goce de haber… Eso, es una triple invitación para penetrar en los arcanos de la hipocresía y la deslealtad consigo mismo.

Es, retornar al Brabante monacal de la edad media: “No queremos “vedetistas” que estén dispuestas a proteger el orden público desnudas”. Es la voz presidencial del falso puritano que destruye las bondades egregias y naturales de la piel, el que se aterra de sus propias impulsiones pero brinca, hipócritamente, con la lujuria tenebrosa y mórbida de los verdaderos enfermos de sexo. El puritano es un traidor.

Es, exaltar la facundia apristona de la doble moral con su inmoral presidente a la cabeza, que sabe tanto de conyugal como de brincadas extraconyugales, como cuando sale a la palestra para justificar sus deslices o para felicitar los de su pupila, que no busca otra cosa que acariciar, fálicamente, todos los efectos mediáticos que amplifican su imagen de presidenciable aunque legalmente cometa una falta grave, castigando injustamente a las gatitas “Fénix”… Aunque esas mogigatadas oculten lo esencial de su misión, que es perseguir a la verdadera corrupción que reina por todo el país.

Al fin y al cabo, el fin justifica los miedos. El doctorcito lo ha dicho célebremente a las autoridades estatales: “Brínquense sobre las normas y gasten sin temor a las leyes ni a los controles…”

Son las pautas referenciales de la filosofía aprista del robo, disfrazadas de una falsa eficacidad administrativa.

sábado, 28 de febrero de 2009

SIMION YEHUDE


El cretinismo
es una distinción de elegancia entre nosotros los peruanos. Es decir, que el tipo de elegancia al que aspiramos y en el que nos solazamos, es aquel que emprisiona ferozmente el cerebro, condena el sentido común, cercena el discernimiento y nos estupidiza hasta la deshonra. Hasta la compasión. Somos un pueblo desglandulado, con la tiroides sólidamente atrofiada o inexistente y, además, somos patéticos en la versión tragicómica, hasta la objeción. Por eso perdemos la memoria o no la tuvimos jamás.

Como si en vida fuéremos momias con el encéfalo embalsamado en concreto armado, la inteligencia lucidamente disecada, como lo acaba de patentizar un estólido que, por supuesto, aspira cretina o candorosamente a la primera magistratura, olvidando quién es, qué es, y quien fue en la voluminosa historia de la tristeza que enluta nuestro país, desde cuando soñó con la liberación y se despertó, al día siguiente, desahuciado. En medio de traiciones y de traidores.

Este personaje, Como portavoz contranatura, o como alter ego del hipotiroídico congénito de Palacio de Gobierno, viene de confirmar la posición peruana de declinar la donación alemana de dos millones de dólares, suma simbólica e insuficiente, pero gesto noble e inteligente para perennizar en el recuerdo las consecuencias horribles del odio, para honrar la sangre inútil del fratricidio programado y manipulado desde la CIA.

Fratricidio odioso que produjo tantos dividendos a los vencedores, reciclando de paso a viejos combatientes, militantes “inmarcesibles” del sectarismo rabioso y violento que como SimónYehude se han transformado hoy, en pacíficos humanistas que aspiran a la reconciliación nacional, a partir de la conciliación con sectores de la derecha cavernaria y con sucios personajes que como García tienen, en el calendario histórico de la rendición de cuentas, una cita programada, con museo de la memoria o sin él, para responder por El Frontón. Claramente. Puntualmente.

Simón Yehunde confunde dramáticamente la reconciliación nacional con el olvido, ese olvido usurero y sórdido que prescribe responsabilidades que no se han saldado y que deben esclarecerse con claridad, para recién comenzar a hablar de perdón o de perdones. Simón Yehude como protagonista político inútil de segunda zona, clamorosamente afecto al oportunismo que se encubre detrás de esa entelequia fantasiosa, que el propugna y denomina, “izquierda madura”, se asocia, lamentablemente, a la ilusión descarada de borrar las huellas donde tantísimos atilas uniformados y los otros, horadaron el suelo de muerte y de absurdo.

jueves, 26 de febrero de 2009

YEUDE SE HUNDE

Cuando Haya de la Torre, enrojecido como un diablo que padece de úlceras incandescentes, gritaba a Luis Alberto Sánchez -ese personaje “ilustre como un vasto horizonte”, en el decir de Luis Jaime Cisneros-, el maestro temblaba. El maestro se hacía pipí. El maestro a veces lloraba.

Y, claro, sus lúcidas opiniones se convertían en cenizas satánicas y satanizadas y de ese modo, el Jefe instalaba su voluminosa supremacía con un golpe de puño sobre la mesa: Historia endiablada de subrayar su virilidad. Historia demoníaca de imponer la exclusividad autoritaria e incontestada de sus puntos de vista.

¿Cuántos desacuerdos fundamentales han separado a estos dos hombres que supieron sin embargo, transformarlos en acuerdos infames, en nombre de la sacrosanta unidad del partido y aún mucho más surrealista: “por el bien del Perú”?

Y eso es el APRA, desde la cúpula hasta las bases, el sacrificio de la verdad y de la decencia en beneficio de una falsa concepción de compañerismo. El culto de la traición como instrumento político de ascenso. La abdicación como filosofía negacionista de los valores eternos, relativizados con el auxilio demagógico del tiempo y el espacio y condensados en mamotretos que ofenden a la inteligencia y al notable avance de las ciencias sociales.

Y eso es el APRA, la tesis y la antitesis de la indefinición. La nada en estado puro, un barco borracho sin timón ni quilla, cuyos ideólogos se atrevieron ayer a citar a Hegel sin comprenderlo y hoy, son incapaces de comprender y aún menos de explicar la desarticulación irreversible del sistema capitalista y el retorno inevitable a formas de intervención estatistas, en el mero corazón del Imperio, cuyos oropeles defendieron desde Haya hasta García

Y eso es el APRA, una permanente declaración de impotencia conceptual que se ejemplariza entre “buenos” y “malditos”, eufemismo que esconde mal, hasta en eso, la hipocresía protectora de su Secretario General, sentimiento latente entre todos los compañeros, cuando lo correcto habría sido dividir el partido entre honestos y ladrones y, de paso, señalar claramente sus lacras y sus latrocinios. Pero eso es imposible. Eso es pedirle nísperos al cactus. Eso no es fraternidad…

Y en cuanto a los nuevos pro apristas que se suben al carro del gobierno, como ese vástago de arrepentimientos sospechosos y tardíos denominado Yeude, cuya voltereta solo pudo traerle beneficios pecuniarios que se concilian mal con un autodefinición de “humanista”, es, ante mis ojos, moralmente responsable y solidario de la corrupción del régimen, porque él ha decidido colaborar en alma y conciencia, cuando una tradición honesta de izquierda, incluso centrista, exige denunciar y combatir para ser creíble.

jueves, 19 de febrero de 2009

CACABANILLAS EN RUTA A LA PRESIDENCIA


Mercedes Cabanillas se ocupará del Ministerio del Interior. Esta dama experta en desatinos memorables ha sido nominada por el doctorcito, para desempeñar ese cargo imposible y compensar de esa forma sus fobias y sus intransigencias, dentro de un esquema de veladas luchas intestinas que tienen mucho que ver con el futuro político de los aspirantes a la succión y a la sucesión.

Para nadie es un secreto que el Ministerio del Interior es una sucursal eficaz de la mafia y de la corrupción y que acabar con esas lacras no es una cuestión de personas o personalidades, en relativa posesión de una honorabilidad indiscutible, sino más bien, el empleo de una genuina voluntad gubernamental, que en verdad quiera distanciarse de la corrupción y la criminalidad para acabar con ella.

Lo cual, es soñar, lo cual es simplemente imposible porque los nexos, conexos, y las conexiones están sólidamente imbricados desde palacio de gobierno y conciernen a la mayoría de los capos apristas que han comprendido que su supervivencia dependerá de su enriquecimiento rápido y, por lo tanto, hay que fomentar positivamente la filosofía de la coima y el robo, entendiéndose con las cúpulas pútridas y a condición de ser discretos, y a condición de parecer honestos, como la Cabanillas sabe hacerlo, como cuando por ejemplo, condena las invasiones de terrenos pero felicita a sus inmundos gestores, que son a su vez patrocinados y defendidos por el máximo líder. En breve, una perla más de las relaciones que definen la criminalidad creciente del APRA.

lunes, 16 de febrero de 2009

CHAVEZ O LA VICTORIA TRANQUILA


Chávez ha ganado. Eso saca ronchas en el campo de los perdedores y desesperación en el campo de sus hinchas, particularmente aquellos que como en el Perú, con Rodrich a la cabeza, han ensayado por todos los medios de construir, sobre el Jefe de la Revolución Bolivariana, una imagen sobrecargada de mentirosas afirmaciones, de taras navegando en la infamia y de lacras depravadas urdidas por una imaginación que sin duda, la recompensa pecuniaria estimula en contante y en sonante.

Ellos, han jugando temerariamente con los adjetivos condenatorios y con los insultos más innobles e inimaginables. Ellos han tratado en vano de ridiculizarlo hasta la miopía que el odio gestiona gratuitamente y han tratado de desprestigiarlo a través de sus altoparlantes conectados directamente desde sus hígados sulfurosos, desde cuando comenzaron a definirlo como un simio y hasta cuando lo emparentaron, más tarde, con todas las degeneraciones del ser humano, habidas y por haber.

Y ese cachaco ha ido lejos, más allá de la victoria del domingo, hasta los extramuros de la interrogación y la conciencia, causando en todos sus detractores una gran pregunta: ¿Hasta dónde va llegar?

Un pueblo que plebiscita su confianza en más de diez ocasiones, es un pueblo que no se equivoca y que sabe dónde se encuentra la verdad, dónde se encuentran los que lo defienden...

domingo, 15 de febrero de 2009

VENEZUELA : UN HERRERO TEJEDOR DE TEJEROS Y OTRAS RATAS




! Qué culpa tiene el tomate de estar prendido en la mata y viene un hijo de puta y lo mete en una lata y lo manda a Caracas…!

O al revés:

¡Qué culpa tiene Venezuela de afianzar su democracia y llega de España un hijo de puta y quiere meterles la lata, en una monserga de embrollos fascistas…!




Los magníficos atarantes, de un atarantado tarado, cuya camiseta política se embobina con los residuos pestilenciales del franquismo, quiso prescribir en su clásico lenguaje de ingerencias supinas, la receta que los venezolanos supuestamente necesitan para defender a la democracia. Se llama Luis Herrero Tejedor - Algar y es Eurodiputado español del PP de Aznar e Hijo de Fernando Herrero Tejedor, fiscal de Castellón y antiguo Secretario General del Movimiento Franquista, naturalmente.

Y claro, recibió la integralidad de la medicina familiar, conspicua en inmundas arbitrariedades, con una expulsión justificada por su intensa actividad política, de la cual está impedido, no sólo por no ser venezolano, sino también, porque su estatuto de observador político europeo, invitado por la oposición venezolana para avistar el desarrollo de las elecciones del domingo, le impide, en toda lógica elemental -simetrizada además por la práctica diplomática internacional-, de zamparse con ojotas y chullo en una lid electoral que no le concierne, haciendo declaraciones explosivas, que los mismísimos adversarios a ultranza y locales, se guardan de efectuar, por la dimensión sulfurosa, provocativa y demagógica de sus aseveraciones personales y personalizadas.

Un hijo de puta venido de España a Caracas, con la biblia franquista en la mano para dar cátedra de democracia, aquella democracia sobre la cual sus ancestros excretaron, no es surrealismo, es una agresión descabellada.

Un tal hijo de mala madre, empernado con las más turbias y sombrías aberraciones históricas en contra de la libertad, llega a Caracas y se permite hablar en nombre de ella, cuando su padre, muerto en un accidente de avión en 1975, se salvó de responder sobre las ejecuciones sumarias y las desapariciones de tantos obreros españoles, que aún pesan en la conciencia de sus pares y en él mismo, como continuador de la esa política nefasta y abominable. Eso, es simplemente escandaloso e inaceptable.

viernes, 13 de febrero de 2009

EL RAPTO DEL DUQUE DE EDIMBURGO EN EL PERU





El esposo de S.M. la Reina Isabel, Su Alteza Real el Príncipe Felipe, Duque de Edimburgo, visitó Lima en febrero último (1962), accediendo a la invitación que tuve el agrado de formularle durante mi visita de Estado a Londres en 1960. En esa ocasión se pusieron de manifiesto los estrechos vínculos de amistad que existen entre el Reino Unido y el Perú.

Manuel Prado. Presidente de la República del Perú.


(Extracto del discurso que debió pronunciar ante el Congreso y que fue interrumpido por el golpe de Estado del 18 de julio de 1962).

Así comienza la historia de un sensacional rapto que se planeo en el seno de un círculo de la Juventud Comunista del Callao, en 1961 y que puso los pelos de punta al propietario del Velero, Felipe Benavides Barreda. A bordo de cuyo navío, el Príncipe Felipe, Duque de Edimburgo, su ilustrísimo invitado y amigo, depositó sus reales pies en un accidentado paseo marítimo que partió de Ancón y que tan solo duró tres horas. Poca gente, fuera del propio Benavides, y de su Capitán, el “cholo” Reto, sabe lo que pasó ese domingo por la tarde, en lo que fue, probablemente, la primera tentativa importante de secuestro político en el Perú.

Aquí les ofrecemos algunos capítulos de la novela que relata este hecho, hasta hoy, desconocido.




EL RAPTO DEL VELERO




1 EL PRIMER INCIDENTE

Ese día, le urgía encontrarse con Alfredo Pilares, el Policía Portuario a quien su padre había descrito como un hombre servicial y de confianza. El tomó al vuelo y en pleno centro de la ciudad, un ómnibus de la línea 55. Una de las líneas que unen la capital con la provincia constitucional del Callao. El calor tórrido de ese verano había sobrepasado los 38 grados centígrados y había producido una enorme catástrofe en el seno de la población infantil. Pero sobre todo, había producido una terrible hecatombe en el sector de la tercera edad, que dejó, ese día dramático, decenas y decenas de muertos, a causa de los problemas que genera una respiración defectuosa.

Su camisa, se colaba contra pecho y espalda haciendo una sola unidad indivisible y, alrededor de las axilas, se habían estacionado, tercamente, inmensas aureolas producidas por la transpiración. Halos pertinaces que eran imposibles de disimular y mucho menos ocultar como él lo había deseado tanto. Esa desbandada de secreciones intransigentes le avergüenza y le hace enrojecer. Mientras que, en las otras personas, entre sus vecinos de circunstancia, sólo reina una indiferencia total, liberada del hábito o de la costumbre de no lidiar inútilmente contra el sudor. Saben que la transpiración es inevitable y hasta saludable. Conocen el drama de aquellas personas impedidas de sudar por problemas genéticos y que convierten su vida en un verdadero calvario.

Al costado de él, una graciosa jovencita acaba de instalarse coquetamente, para compartir el mismo asiento en el lado de la ventana. Su piel satinada y sus cabellos negros desplegados con voluptuosa libertad, lo seducen de inmediato. El escucha con atención mal disimulada la alegre conversación que entretiene con sus amigos. Son tres. Son una banda. Ellos se mantienen a duras penas de pié, balanceándose adrede al ritmo de los baches que sortea el ómnibus, sin sostenerse ex profeso de las barras horizontales del vehículo, que brillan en toda su longitud a causa de la humedad estampada por el abundante sudor de las manos.

Ríen a carcajadas de todo y de nada. Su vecina de la ventana viste un sencillo pantalón blanco que se ciñe a su cuerpo con inequívoca provocación. Alrededor del cuello, pende un collar con piedras e incrustaciones de una gran calidad imitativa. Hasta se diría que es verdadero. Sus formas deleitan placidamente a sus ojos sesgados, los mismos que de soslayo se detienen, justo a la altura del meridiano, entre los senos rigurosamente firmes y voluntariosos de esa guapa jovencita, constatando casi temblorosamente, que el tercer botón abierto de su blusa blanca deja entrever, intencional o maliciosamente (lo que en este caso da lo mismo), un busto primoroso y desestabilizador.

Esa blusa holgada, a partir de la cintura para abajo, se habría podido precisar como una guayabera en el cuerpo de un hombre. En ella, cualquier trapo con arrugas y desproporcionado luce encantador, porque esa limeña tiene la gracia de esas personas a quienes todo les queda bien. La punta izquierda de la misma prenda se extiende indiferente sobre el muslo derecho y él, no osa retirarla. El se turba, pero esa situación imprevisible le gratifica y le complace. Piensa en secreto frente a él mismo, que “la chica de blanco” debe ser una tigresa formidable en el “ring de las cuatro perillas…”

El, progresa en la imaginación redondeando sus apetitos inconfesables y se avergüenza hasta enrojecer, nuevamente, con esa facilidad que tienen los provincianos para denunciar sus infracciones reales o pretendidas, como si sus vecinos fortuitos pudieran leer la integralidad de sus pensamientos, cuando estos se aventuran a recorrer los senderos de lo prohibido

La coqueta chica contigua, hace colgar en su hombro izquierdo una diminuta cartera en tela de Jens, un poco usada. Ese minúsculo bolso rellenado de objetos fútiles a más no poder, se balancea a la cadencia de sus risas jaraneras y al ritmo de sus contorsiones exageradas: hacia atrás y hacia delante…hacia atrás y hacia delante. Cuando llegan a la altura de la calle Constitución, todos los pasajeros descienden del ómnibus y se dislocan en los cuatro sentidos cardinales. El grupo de la airosa “chica de blanco” se detiene en seco y el tono festivo de sus conversaciones se transforma, brutalmente, en exclamaciones indignadas, lo cual le intriga y suscita su curiosidad, hasta el punto de la indiscreción.

El, se mantiene alejado de ellos. A una distancia relativa, quizás, más cercana con relación a la acera de enfrente. Allí, el grupo ha comenzado ha encolerizarse y se excita de forma cada vez más alterada. Cuando él decide pasar delante de ellos, más por un ímpetu de pesquisa que por una precisa obligatoriedad, el más grande de los amigos que se distingue por sus hombros desbalanceados y por sus piernas en forma de arco, lo detiene bruscamente y se abalanza sobre su cuello, presionándolo con voluntad criminal sin que medie ninguna palabra, ninguna explicación; mientras que, con la otra mano, neutraliza violentamente su brazo izquierdo, presionándolo hacia arriba, por detrás de la espalda.

Este hombre embravecido y fuera de si, le dedica varios golpes de cabeza que aterrizan sucesivamente sobre sus pómulos y sobre el costado izquierdo de la boca. Toda esa región se abulta de inmediato pero aun, no sangra, lo que provoca en el acto un dolor irreprimible, que hace destilar en él, literalmente, gruesas lágrimas vivas que se deslizan incontenibles, en medio de sollozos sordos y espantosos.
-Serrano de mierda, hijo de la gran puta, dime carajo, ¿porqué mierda has garabateado sobre su camisa?


En los primeros instantes de esta violenta intimidación, él no reacciona. No puede reaccionar porque no comprende lo que ocurre. El segundo de los amigos de la chica, un mozo poco alto pero muy abultado de carnes, saca de entre sus medias una chaveta filuda que reluce como si fuera nueva y, con la otra mano, le aplica un certero puñetazo a la altura del vientre, haciéndolo de inmediato rodar por los suelos. El se curva de dolor y su rostro comienza a mostrar el nacimiento de los primeros hematomas. La chica interviene gritando histéricamente y pide a sus amigos que le dejen hablar. Es imperativo que él se explique. Estos aceptan de mala gana. Mientras tanto, él se levanta con mucha dificultad, ayudado a duras penas por el tercer amigo que hasta entonces permaneció inactivo, balanceándose entre la neutralidad y la indiferencia, pero sin escamotear para nada su total complicidad.

El, apenas puede hablar. El miedo se apodera ineluctablemente de todo su sistema nervioso y se traba hasta la consternación. El dolor se ha desplazado hacia el costado del brazo izquierdo que lo cubre vigorosamente con la palma de la mano derecha, sobre todo el sector que alcanza hasta su hombro. En toda esa zona se instala otro dolor menos sordo pero más intenso. El balbucea y no llega a alinear correctamente una sola frase con sentido lógico. El se pierde sin atar ni desatar ningún cabo. El tercer hombre lanza un grito estruendoso que contrasta con sus vestimentas coloridas y con sus gestos, a mitad afeminados:

- Serrano huevón, ¡habla en cristiano carajo!

En un dos por tres, los curiosos han surgido numerosos de un limbo impreciso. Ellos forman rápidamente un círculo inquisidor pero no interviene. Solo se limitan a observar el desenlace de la pendencia pero él, comprende de inmediato, que en la mirada inconmovible y hosca de esa gente fisgona, hay un desafuero y un desafecto amenazador.

“La chica de blanco” pregunta por segunda vez si es él quien ha pintarrajeado su blusa con tinta seca y porqué. El, comprende por fin lo que está ocurriendo y se inclina hacia ella muy delicadamente, como si este gesto le permitiera eludir el dolor que se agiganta y se hace insoportable en casi todo su cuerpo. A duras penas, él, alcanza a observar los trazos malvados que han inutilizado para siempre, su impecable atavío. A esas alturas, todo deviene claro y la evidencia se hace comprensible.

El constata, en efecto, que en todo el sector de la blusa, donde se estampa un diminuto bolsillo, se exhiben las líneas regulares de un dibujo que está lejos de constituir un garabateo malintencionado. El, puede reconocer los trazos caligráficos firmes y uniformes que descienden y que remontan más o menos regulares, como si hubiera un cierto orden en medio del desorden, como si se tratara de un electrocardiograma médico, cuyas estrías en forma de “u” y en forma de “n” explican los altos y bajos del ritmo del corazón. El, se queda en silencio por algunos segundos y “la chica de blanco” pregunta, casi rabiando y por penúltima vez:

¿Has sido tú?

Las ecuaciones son enigmas que necesitan ciertas soluciones “acopladas en ellas” para crear una afirmación que obedece las reglas de la lógica.
Por ejemplo, piensa en la ecuación x + 2 = 4. Acoplando el “3” en la ecuación no funciona, pero para x = 2, entonces la ecuación es correcta.
¡Responde! ¿Has sido tú?


2 EL SECUESTRO



Sus uñas, rasgan nerviosamente la estructura inferior de la silla de madera, en el lado bajo del espaldar. Sus brazos, entumecidos por una severa y larga inmovilidad asoman los primeros signos de un agarrotamiento calambroso. Sus piernas, agobiadas por la rigidez que provoca una inercia demasiado prolongada, sienten frío, a pesar que sobre ellas, una media plancha de calamina desplazada sobre el techo, deja pasar los rayos abundantes del sol y, su relativo calor, llega a inundarlas enteramente, prolongándose hacia todo lo largo de sus pies descalzos.

El sabe que es de día. Pero ignora la hora. La intensidad del sol no le permite precisar con exactitud si se trata de la mañana o si se trata de la tarde. Pude ser las once de la mañana como puede ser también, las cuatro de la tarde. Hace dos días que se debate consigo mismo para determinar si es el quinto o el sexto día de cautiverio.

El tercer hombre que parecía ser el más inofensivo de la banda, debe llegar en cualquier momento. “Ese”, se aproximará hasta él para buscar sus labios y él, con todas las fuerzas que aun le sobran, volteará la cara sucesiva y desesperadamente, escondiendo una y otra vez su rostro amoratado. Sabe que rehuirá con energía hacia la izquierda y hacia la derecha, como lo ha hecho en los días precedentes. Sabe también, que volverá a escupir sobre las facciones empolvadas de ese rostro repugnante que se inunda de granos purulentos en la región que precede a la mandíbula. Sabe que será golpeado de nuevo, de preferencia en la cara. Como ocurrió en los días anteriores. Sabe que perderá la conciencia y eso le da miedo.

Siente que su boca comienza a exhalar un desagradable gusto a salitre y su estómago se amotina, anunciándole desde un fondo poco profundo, que un nuevo vómito está en curso. La venda que cubre sus ojos, le parece que se empapa de un líquido pegajoso y maloliente en el sector que cubre el ojo izquierdo. El vómito se acelera. El vómito estalla. El, termina por llorar, en silencio.

“Ese”, el tercer hombre, acaba de entrar en el minúsculo cuarto sin ventanas. Su cabaña de estera se encuentra en el fondo de un inmenso galpón de la calle Apurimac, donde otras numerosas esteras viejas, apiñadas sobre parihuelas portuarias, probablemente hurtadas de la dársena, esperan tranquilamente que nuevos pobladores les den una sospechosa utilidad: Que las transformen en paredes medianeras y se conviertan rápidamente en “casas”. Lo que sin duda, les permitirá obtener en el futuro, ese calumnioso apodo de pueblo joven, apelativo subliminal, cargado tanto de sorna como de ironía o peor que eso, cargado de realidad.

El tercer hombre tose. El sabe que esa tos es la antesala que denuncia una agitación nerviosa y es, por lo tanto, peligrosa. El, conoce muy bien esa tos, porque es la misma que antecedió al instante fatídico de “pasar al acto”. El se prepara comprimiendo instintivamente las nalgas y crispando sus músculos excesivamente, pero se equivoca. El tercer hombre se acerca lentamente hacia él, sosteniendo con ambas manos una palangana desportillada por todos los costados y repleta de agua fría.

El tercer hombre le pide que no sea arisco y le pide también, con un tono de inhabitual cordialidad, que le deje limpiar la boca.

Un paño de agua refrescante entonces, hace desaparecer los rastros que las nauseas han provocado. Luego, le anuncia calmadamente que va desatar sus amarras para que se pueda cambiar de camisa y, al mismo tiempo, le sugiere aprovechar de esa transitoria libertad para efectuar sus necesidades corporales, simplemente al costado, a algunos escasos metros de distancia de la cabaña, donde ha instalado un silo improvisado y maloliente.

El, fricciona sus muñecas observando con cierta aflicción la región de sus tobillos que presentan heridas con indicios claros de infección. Sabe también que su cautiverio está llegando a su fin, pero ignora si el epílogo será sangriento y definitivo o lo contrario. Se interroga si tendrá la suerte y la fuerza necesaria para sobrepasar las viejas esteras amontonadas cerca de la puerta de entrada y dejarlas atrás, cuando emprenda el camino categórico de su liberación. El tiembla, pero paradójicamente no le teme a la muerte. El miedo se diluye, envolviéndose en un misterioso sentimiento de heroísmo del cual se siente orgulloso.

El, identifica con claridad que lo que le inquieta se encuentra en la forma de cómo desaparecer y no, en las razones de la desaparición, que de por si, son estúpidas como la misma muerte. Todos los seres humanos tienen el derecho de tener miedo frete al dolor, como tienen el derecho de morir sin sufrir demasiado. El, frena en seco sus reflexiones cuando se percata que un individuo vestido con el uniforme de la Guardia Civil ingresa al galpón de una manera amigable o casi familiar.

El policía está acompañado de un enorme pastor alemán y bajo el brazo derecho aprieta un cartapacio marrón que su mano izquierda también ayuda a proteger. Sus lentes oscuros no cubren enteramente sus ojos porque se estacionan cerca de la punta de su nariz, dejando constatar que el color de sus pupilas se pierde indefinidamente entre el azul y el verde claro. El hombre uniformado es un oficial que ostenta el grado de capitán. Ambos personajes discuten en términos amistosos alejándose hacia el fondo del galpón e intercambian algo que no se puede identificar, pero que a lo lejos, por los destellos brillantes que se expanden por intermitencias, se puede fácilmente suponer que se trata de joyas preciosas que se compran y que se venden con toda naturalidad.

El, alcanza a escuchar al militar cuando le señala que es muy peligroso secuestrar a un menor de edad y claramente le niega toda protección. “No juegues con candela” dice el policía y él, saborea prematuramente su libertad ad portas. Cuando el tercer hombre despide al capitán, se precipita a galope tendido hacia la diminuta morada donde su víctima lo espera sentado en la silla, pero esta vez, sin amarras que lo sujeten y sin la venda que durante todos esos días habían cubierto sus ojos, en un vano intento de impedir que reconozca el lugar preciso de su escondite. Su ojo izquierdo ha desaparecido completamente, entre los pliegues de un hematoma descomunal. El sufre.

El tercer hombre tienta una nueva estrategia para escindir el candado que encierra la argolla de alambre en torno de su pie. Le propone dinero si se muestra condescendiente. Le muestra un saco de yute amarrado con un cordón eléctrico, el mismo que desanuda precipitadamente. El saco, le dice, está repleto de objetos brillantes y de relojes de grandes marcas que cuestan una fortuna. El tercer hombre no soporta la indiferencia. El desprecio visible que se desprende de su silencio convertido en terquedad, lo hace montar en cólera en menos de dos segundos. “Ese”, toma sus manos bruscamente por detrás de la silla y las ata nuevamente, con esa violencia furiosa que puede suceder, sin transición, a un acto de caridad. El tercer hombre lo insulta a gritos, dejando escapar algunas partículas de saliva que se detienen a la altura de la frente enardeciéndose aún más, a causa del gesto de repugnancia que su víctima dibuja con toda convicción entre sus labios lívidos. “Ese”, lo trata de malagradecido. Insiste varias veces recordándole que gracias a su mediación, él, viene de escapar de una muerte segura. La “chica de blanco” había aceptado sus explicaciones sobre el misterio de los trazos en su blusa estropeada, pero sus amigos no estuvieron convencidos del todo pero aceptaron, así mismo, librarlo al cuidado de Dany , “el talareño”, como así se hacía llamar su agresor.

Dany, en un impulso inesperado de su ira ciega, lanza una patada sobre el borde de la silla, entre el espacio que dejan las piernas abiertas de su víctima. La silla se tambalea y finalmente rueda por los suelos. El, maniatado, no puede esquivar su cabeza y se golpea inevitablemente contra la palangana repleta de agua. El líquido es de inmediato absorbido por el suelo arenoso pero una parte de su cara, se envuelve de barro. Dany cambia de humor y ese espectáculo parece divertirlo. Dany se acera pausadamente al costado de su victima tendida y aprisionada contra el espaldar de la silla y éste, logra retirarla, efectuando con las dos manos un solo tirón brusco. El, queda libre. Entre comillas. El, se queda inmóvil por un instante. La posición inconfortable de sus manos atadas le impide adoptar una postura de defensa. El, se prepara a repeler la inminente agresión con el único pie que ha quedado suelto, sin la argolla de la cadena que inmoviliza su otro pie. Dany, comprende la táctica y de inmediato neutraliza su pierna libre, arrodillándose entre ella, como un tenaza. El, se debate indomable durante algunos minutos pero se extenúa rápido. La mano de Dany se introduce entonces entre la camisa a cuadros que viene de estrenar y recorre su cuerpo, desde el vientre hacia el pecho, con movimientos que según Dany, están destinados a sosegar y acariciar.

Afuera del galpón, los pasantes saben lo que ocurre adentro pero nadie osaría denunciar ni por todo el oro del mundo. Un grito terrible que hubiera podido abrir enormes grietas en el cielo, antes que fisuras ligeras en la conciencia de los vecinos, se diluye en el aire y se esfuma entre la indiferencia concertada. Dos horas más tarde, un jovencito de aproximadamente catorce años de edad abandona el lugar de su cautiverio, temblorosamente, sin saber con exactitud a dónde ir, a quién quejarse y sin saber estrictamente quién es y qué representa en la infinidad del universo.

Los astrónomos saben que las galaxias, esas vastas ciudades de millones o miles de millones de estrellas, crecen a través de colusiones y fusiones, las mayores galaxias del universo, “las galaxias elípticas” tienen la forma aproximada de un balón de rugby y pueden estar hechas de hasta billones de estrellas. Virtualmente todas estas galaxias contienen un agujero negro en sus centros, es decir, una región infinitamente densa que contiene la masa de millones o miles de millones de veces la del Sol y de la cual no puede escapar la luz.

Una teoría principal actual dice que cuando colisionan las galaxias, sus agujeros negros terminan orbitándose entre sí. Juntos, los dos agujeros negros actúan como una batidora: Agitan violentamente el centro galáctico con increíble potente gravedad, y arrojan las estrellas fuera de las regiones centrales. Cuando el par de agujeros negros cae al centro del nuevo remanente de la fusión, este núcleo supergaláctico carece de estrellas que han salido volando.

Caminar sin rumbo puede aclarar el rumbo, a condición que la cabeza no se derrumbe. El, viene de descubrir, un poco confusamente, que ser hombre es un oficio muy delicado pero sin delicadezas.



3 EN BUSCA DE TRABAJO


Se estremeció el cielo, se apagó el sol, mi corazón se paralizó. Diagnóstico :Esclerosis Múltiple.


Sin duda, el gran salón acaba de ser limpiado en profundidad. El fresco olor de la lavanda se instala agradablemente en la respiración agitada de él. Sus ventanas gigantes que bordean en forma de abanico desplegado los contornos de la inmensa pieza, dejan traslucir la luminosidad todavía tímida del sol matinal y, sus paredes, se inundan de una diáfana y abundante claridad, que le permite escudriñar en detalle, las pequeñas manchas de humedad salitrosa impregnadas, caprichosamente alrededor del zócalo y le permite observar también, un sinfín de pormenores perfectamente anodinos, que su ojo explorador recorre en busca de repentinas distracciones que calmen, de alguna manera, su larga y tensa impaciencia.

Eran las 8, 15 de la mañana. A esa hora, el frenesí atronador de la actividad laboral y la bulliciosa agitación de los trabajadores del puerto, se dejan escuchar con nitidez a través de los muros espesos de ese recinto. Por todo lado se oyen sirenas y pitos y, a los lejos, se escucha el ulular angustiado de los barcos de carga que ingresan a la rada, en medio de numerosas bolicheras que se hacen a la mar con jolgorio, pero con extraordinaria desorganización, sembrando de paso interminables estelas de agua que se entrecuzan y se superponen peligrosamente.

El, observa toda esa agitación con deslumbramiento, mientras se subasta en su interior profundo, una ansiedad sorda que se emplaza lánguidamente pero increchendo; allí, justamente, entre el estómago y la garganta, como él suele definir a la región donde se incrustan algunos “camélidos” que eructan, o sospechosos insectos que aguijonean mientras revolotean displicentemente entre sus paredes. El, con timidez, empina el cuello inclinando su cuerpo hacia adelante, lentamente, para detectar mejor de dónde provienen esos gritos descomunales que lo perturban y que más o menos se concentran en el sector contiguo al pequeño muelle de socorro. De pronto, descubre por primera vez el mundillo particular de los marineros del Club que se arremolinan alrededor de una embarcación que viene de emerger desde el fondo marino. Esa nave, recuperada de la braveza del mar, pertenece a uno de los magnates más ricos del país y ha sido reflotada después que colisionó contra el “rompeolas”.

La agitación es grande. Los marineros se abalanzan sobre la proa para alimentar con polines la estructura de soporte y facilitar de ese modo, su desplazamiento tumultuoso hacia un gigantesco camión que espera a la “Zansky” en la puerta trasera del Club. El contramaestre, que extrañamente se apellida Barco y que dadas las circunstancias, dicho apellido suena hasta como un sarcasmo, hace acompañar sus gestos de enormes imprecaciones groseras que descontrolan a los marineros, escondiéndose estos en una lamentable precipitación nerviosa. Es la segunda vez que él se siente lastimado por la violencia irracional de los gritos.

El, a su vez, también se siente incomodo en ese espacioso canapé de cuero que el portero del Club le ha asignado, mientras espera la llegada del Gerente General del Club, señor Bádel, a secas, y cuyo verdadero nombre le gusta que sus interlocutores lo pronuncien, espaciando quedamente sílaba, tras sílaba: Wa- shing- ton Jor- dán. El, siente el peso imponente y desestabilizador de ese local magnífico y se hunde en toda clase de razonamientos que no concluyen. Siente que la boca exhala un gusto amargo y maloliente que lo remite a una destinación que preferiría evitar. Es urgente dirigirse al baño para enjuagarse los dientes con absoluta convicción, pero se desaconseja así mismo. La inquietud va ganando terreno y comienza a implantarse sin dificultad, a lo largo y a lo ancho de su frágil anatomía.

Jordan, se encarga de asegurar a los socios del Club el mayor confort y la mayor organización posible para que los desplazamientos de los yates y, sobre todo, las afamadas regatas de veleros, transcurran con el mejor apoyo logístico en hombres y en materiales. Cada fin de semana, este hombre se multiplica al menos en diez personas diferentes, para poder agenciarse con rapidez, de todo lo que es indispensable y necesario para la actividad marinera que se incrementa sensiblemente a partir de los viernes. El, reparte afanosas y complicadas comisiones a medio mundo y suele tomar las mejores decisiones que distribuye con un exceso de autoritarismo entres sus colaboradores y sus subordinados directos. El, los ha seleccionado minuciosamente contratándolos bajo condiciones estrictas de discreción y de reserva. Ellos deben obedecer sin chistar y allí están para satisfacer, sin remordimientos, las exigencias más imprevisibles y los caprichos más extravagantes de los socios del Club.

El portero del Club se acerca a pasos acelerados y se detiene justo a su lado. El portero observa de cerca y sin ninguna discreción las contusiones que aún envuelven su rostro y, deteniéndose a la altura del ojo, hace un gesto de extrañeza fijando la mirada, pero no osa preguntar nada. El, se da cuenta de la curiosidad y sonríe ligeramente. El portero descuelga el teléfono y habla a viva voz. El, escucha sin escuchar verdaderamente la conversación agitada que este hombre sostiene a través de la línea interna. Sin duda, habla con otro trabajador del Club que se encuentra en el pañol, habitáculo espacioso donde se instalan todos los teléfonos y todos los altoparlantes, además de los motores fuera de borda, de las herramientas y de toda suerte de pinturas, aceites y combustibles.

De cada tres palabras que pronuncia el portero chalaco, una se subleva para ingresar al mundo predominante de la rusticidad y de la infracción del lenguaje, socialmente aceptadas como cuño de identidad y que distingue de lejos al trabajador porteño. En el puerto se practica ese ritual, en medio de gritos estrepitosos y en medio de gestos que ilustran un histrionismo cómico y exagerado. La conversación del portero se desliza hacia un terreno que lo intriga particularmente. El portero habla de “culear” en las sentinas del “Ondina” y de tirarse un “pajazo” con el culo de la flaca Nono, es decir, con una de las innumerables amiguitas de Marianito, hijo predilecto de Don Mariano, el magnate hermano de la primera persona más importante del País.

Cuando él cede el paso al portero del club con máxima educación, mostrando sus buenas maneras, sus gestos no se armonizan en ese contexto. Ni tampoco sus emociones. Su mirada se dirige alternativamente hacia las dos puertas que dan acceso al gran salón. Su inquietud tiende a transformarse en angustia contumaz. Las cutículas de sus uñas sienten la irritación de tanto manoseo nervioso. La transpiración se incuba en las comisuras de los labios. Las evocaciones se suceden y lo instalan en medio de recuerdos placenteros pero fragmentados. Evita a todo precio visitar el pasado reciente pero no puede enterrarlo. “Siempre hay que pensar positivamente y en cosas superiores para espantar la persistencia de lo malo...” se dice, con relativa convicción, pero entristecido y vuelve de nuevo la mirada hacia el portero que se deshace en galanterías reverénciales frente a una dama que acaba de ingresar al Club

En el centro de esos recuerdos que se tejen desordenadamente y que corresponden por lo general a su primera infancia, resaltan las incongruencias de una especie de absurdo existencial que da cuenta de sus extrañas experiencias, de sus vivencias emboscadas en lo inverosímil y de sus consecuencias inauditas y hasta extravagantes. Aquellas consecuencias lo sitúan en el ejercicio de roles trágicos, adheridos a una nutrida soledad que él cultiva en secreto o que no puede deshacerse porque hacen parte fundamental de su vida. El girará casi siempre alrededor de lo mismo, alrededor de la aparición tardía o al mismo tiempo prematura, de sus padres.

El portero del Club, interrumpe su desordenada agitación reflexiva, cruzando las manos reiteradamente desde su emplazamiento de vigilancia perpetua. Ese signo significa que Jordan no vendrá por la mañana y lo invita a regresar al día siguiente. Un sentimiento contradictorio que se adereza de satisfacción por la interrupción súbita de la espera y otro de decepción, nacen solidariamente para implantarse en él, por el resto del día. De un lado se siente liberado de no pertenecer todavía a ese mundo de brutalidades y, del otro, siente la angustia que apremia desde sus bolsillos.