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martes, 23 de enero de 2007

ABEE PIERRE : LA MUERTE DE UN JUSTO

(Vira Gasot)

Como suele suceder tan frecuentemente, aquellos seres humanos excepcionales, que consagran todas sus energías en favor de los otros, de los más pobres, de los más humildes, sus caminos enfrentan atolladeros naturales o expresamente construidos.
Sus acciones deben medirse muy a menudo contra la crueldad del egoísmo y la ausencia de solidaridad. Su existencia, se define como un largo calvario de soledad, que, una vez extinguida, nos invita al lamento tardío, o a la suprema hipocresía de sentir pena por su desaparición y no por no habernos interesado más antes.
Entonces, cuando un hombre de estos muere, es en realidad un mundo el que desaparece con él, pero la tierra sobrevive y no se da cuenta de nada, convirtiéndonos aun más, vulnerables a su indiferencia …vendrán luego, las evocaciones transitorias y prosaicas, los testimonios de afecto y los abarrotados homenajes de circunstancia, que como es el caso de hoy, toda la clase política francesa, de todos los horizontes y de todas las vocaciones vienen a depositar su velita frente al retrato de un hombre arrugado y viejo, más enfermo, dolorosamente más enfermo, por la opulencia de los unos y por la teología de la indiferencia de los otros, que en periodo electoral, su pésame se hace aún mas sospechoso.
A muerto, pues, el Abée Pierre.

Muerto, a los venerables 94 años, pródigamente atiborrados de combate por los desheredados de la tierra.
Más de medio siglo sin desmayar en la lucha por la gente humilde, porque pueda disfrutar de un techo digno, lucha que le ha valido una respetuosa popularidad con múltiples facetas, algunas de las cuales, testimonian también, ciertas contradicciones…
El destino ha querido que su desaparición coincida con las acciones que hace tres semanas emprendieron los denominados “sin abrigo” en París, campeando en las riveras del Canal Saint-Martin, para llamar la atención del mundo entero sobre sus condiciones de vida, sobre su miserable suerte.
El apóstol de los pobres ha muerto de una infección pulmonar en el hospital Val-de-Grace y deja, huérfanas, a 350 comunidades asentadas en 41 paises, entre los cuales se encuentra el Perú.
La historia del Abée Pierre comienza cuando en el año 1954 lanza por la radio un ferviente llamado a la solidaridad: “Mis amigos, socorro, una mujer acaba de morir sobre la vereda, helada de frió…” Esa “insurrección de la bondad,” movilizó la conciencia de un pais y le permitió constatar que, en Francia, había gente que moría de hambre y de frió y que existía desde hacía cinco años, una asociación caritativa denominada los Traperos de Emaus a la que había que ayudar, imperativamente. El uso de los medios de comunicación al servicio de fines caritativos, había nacido.
Desde entonces, su combate no ha cesado y hasta hace muy poco estuvo presente en las asambleas de los “sin abrigo”, con su voz entrecortada, protestando por las nuevas disposiciones legales que permiten expulsar a los gitanos y a los emigrantes extranjeros, que campean al sur de Paris.


Nacido en el seno de la burguesía de Lyón, muy inclinada al discurso del catolicismo social, hace su ingreso a la orden de los capuccinos, cuya prédica y práctica religiosa se instala, en la teología del servicio a los pobres, en el abandono de todo bien material, de su donación y en la desposeción total.
La ambición del catolicismo social de la época, es de transformar la sociedad, no por medio de la política, a causa de su “mediocridad”, sino por la acción social, desde la base…
Henry Grouès es su verdadero nombre, Pierre es el nombre de batalla escogido durante la resistencia, en la que arriesgó su vida, asi como lo hizo en 6 operaciones importantes, entre 1954 y 1963. Más tarde se salvará de justeza de un naufragio, pero no podrá evitar una grave difteria y un severo problema cardiaco, y, como corolario, la enfermedad de Parkinson.
“Desde la edad de 8 años he vivido en la impaciencia de la muerte,” solía decir este agitador social, como muchos lo califican. Sus tomas de posición, guarecidas de todo peligro a causa de su inmensa popularidad, habían provocado, en ocasiones, serios problemas de sintonía con el Vaticano y con el propio Papa. Su resuelta militancia por el uso del preservativo y por el matrimonio sacerdotal, fueron combates permanentes. Pero sin duda, la toma de posición que le causó inmensos problemas fue la defensa de su amigo el escritor Roger Garaudy, quien publicó un libro minimizando el holocausto judío. Una larga y dolorosa etapa que provocará numerosos resentimientos y una multiplicación de explicaciones que terminarán con una petición final, la de no asociar su nombre con la obra de Garaudy, quien había escrito un libro titulado: ‘Los Mitos Fundadores de la Política de Israel”, en el cual contesta “el mito de 6 millones de judíos exterminados” y la calificación de “genocidio” que se había dado. Garaudy seguirá siendo su amigo y le escribirá diciendo: “Mi confianza en tu sinceridad es total…” Su perfil anti-judaista puede explicarse a partir de la concepción del catolicismo social, movimiento del cual emerge el Abée Pierre, que recusa a ese pueblo por haber sido deisicista y por estar asociado a los poderosos capitales internacionales que él, en tanto que sacerdote, condena resueltamente.

En una declaración al Diario Liberación, en abril de 1996, el Abée Pierre señala que todas las cámaras de gaz proyectadas por los nazis, no han sido constituidas; insurgiéndose contra aquellos que declaran, de una “manera absolutamente dogmática, que la Shoah es un sujeto sagrado y que, toda investigación histórica, como se podría buscar a comprender mejor la Inquisición y las Cruzadas, no son necesarias…”
Es también clara su franqueza y su honestidad, cuando declara al periodista Bernard Violet, en una reciente biografía, haber sentido durante su juventud una fuerte atracción sexual. En su último libro, “Mon Dieu…pouquoi? (Plon) declara no haber respetado los votos de castidad y confiesa haber conocido el placer y su muy rara satisfacción…
Este es el pequeño retrato de un hombre religioso o a la inversa, pero su muerte enluta a casi todos los hombres, que desde trincheras distintas o parecidas, acometen cotidianamente la lucha contra la miseria y la exclusión del hombre.


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