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lunes, 9 de febrero de 2009

EMIGRAR O MORIR (O AL REVEZ)

Los emigrantes latinos en Europa y en Estados Unidos, esas generosas personas que han abandonado sus patrias respectivas para buscar vivir con la dignidad a la que todos los hombres sueñan y que sus respectivos países de origen les han negado todo derecho, toda oportunidad de progreso, continúan a ser una especie de joker, un comodín, o un tira y afloja de los cuales se sirven demagógicamente, todos los gobiernos de turno y la inmensa mayoría de los políticos que esperan con ansias que les llegue el suyo, en sus nuevos países de adopción.

En efecto, primero fueron seducidos y en algunos casos hasta los buscaron interesadamente, para que llenen las cajas deficitarias de la seguridad social, y para que los viejos de los llamados países ricos accedan a una lucrativa pensión, sin los contratiempos que crean las sociedades con bajas tazas de natalidad. En el peor de los casos, los latinos vinieron a abrillantar las letrinas que los nacionales consideraban como un trabajo ultrajante, para afirmar, enseguida, que esos forajidos muertos de hambre, llegaron únicamente para quitarles el pan, como suelen argumentar ciertos españoles con dos dedos frente, cuando encaran el problema de la emigración en términos primitivos, desde la platea de la caverna.

Y claro, vino la crisis económica mortífera, desencadenada por los americanos y los emigrantes son obligados a pagar el pato y a pagar los platos rotos. Doble deuda. Por un lado, ante la aumentación de las altas tazas de paro, son víctimas de la preferencia gubernamental que lógicamente favorece a los connacionales de sangre y los relega a una situación que los coloca en la antesala de la precariedad. Y por otro lado, ellos se ven obligados a reducir drásticamente los envíos monetarios a sus respectivas familias, creando en las economías de sus países de origen, una inmensa inquietud.

Así, después de varios años de crecimiento económico, los envíos de dinero de más de 200 millones de trabajadores disminuyen sensiblemente: Menos 10 y 8 % en México y Guatemala respectivamente, a diciembre del 2008. Después de un constante crecimiento en los últimos diez años, del orden del 17%, las transferencias hacia Latino América han disminuido y tienden a alcanzar un probable 12 % a 15% del monto de las remesas. Esta situación es preocupante en aquellos países que como El Salvador, por ejemplo, las remesas constituyen un porcentaje importante del PIP, del orden del 18% y del orden del 25% en Honduras.

En el Perú, las remesas de dinero también han disminuido sensiblemente. Los envíos entre 200 y 250 dólares que constituían hasta ahora el promedio, han disminuido entre 180 y 220 dólares respectivamente. Algo que no preocupa al Gobierno del doctorcito, porque según él, seguiremos creciendo en el orden del 6 % y pase lo que pase, nada nos hará regresar de los umbrales del primer mundo, en los cuales ya estamos insertos a pesar de la miseria galopante.