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viernes, 23 de febrero de 2007

LOS AVIONCITOS DEL DOCTOR ALAN

(Vira Gasot)

Cuando era chico, el doctorcito Alán, para convencerlo de tomar la sopa, su mamá recurría a una vieja treta manipuladora que consistía en hacer, con sus dedos, el “avioncito”…

El “avioncito”, se deslizaba en el espacio, evolucionando en picadas formidables y remontaba, súbitamente, hacia los cielos azules, sin tener en cuenta para nada, los ángulos ni la ley de la gravedad.

El vibrante sonido de sus motores, reinterpretado por tan augusta dama, temblaba frenéticamente entre sus labios, y enviaba a su hijo, en dos segundos, al séptimo cielo de su infancia, a donde suele retornar, a menudo, en busca de explicación a sus numerosos complejos y síndromes.

Desgraciadamente, esa exhibición supersónica de piruetas aéreas, con aviones que aún no habían sido inventados, terminaba con la última cucharada de sopa roja que siempre detestó, y sus ruegos furibundos empapados por las lágrimas, no lograban tocar el corazón de la honorable mamá, que se negaba a renovar, una vez más, esas increíbles proezas…

Ella, lo había engañado olímpicamente, dejándolo “chillar” con el babero puesto, por largas y largas horas…Pero esa vejación le sirvió, porque el doctorcito Alán aprendió la técnica del llanto que, más tarde, transformará en una eficaz retórica lagrimal, que llegará a destrozar el corazón de un ejercito de burros, búfalos y tarados, como cuando supo que fue elegido presidente, e inventándose un escenario a lo Cecil B. de Mille, pronunció estas bíblicas palabras a sus aprostoles: ”Id, de casa en casa, y agradeced al pueblo peruano, por haberme dado una segunda oportunidad…”

Más tarde, cuando llegó a ser grande, sin tener la certitud de ser adulto, esas mismas prácticas manipulatorias su mamacita las empleaba con sus nietos, salvo con el último, a lo que se opuso resueltamente, armándose con ella, una discusión terrible sobre eso de que el “fin justifica los medios”. Esa vez, se le ocurrió declarar una genialidad que repite de tanto en tanto: “el fin, no justifica jamás los medios que la degradan, mamá”. Y la ilustre señora le respondió, a guisa de consejo: “La naturaleza de las armas que emplearás en tus combates, harán que tus derrotas, sean más honorables que la victoria”.

Por el momento, el doctorcito siempre triunfa, porque, jamás se pierde en los verdaderos combates que se rehúsa. Pero esa, es una discusión injustificable en el contexto de esta nota, que con mucho gusto les contaré, lo mucho que resta a contar, en otra ocasión.

Hoy, quería únicamente, recordar ese pasaje triste de sus años tiernos y asociarlo a la inmensa ingenuidad de un niño convertido en un perfecto imbecil, y cuya docilidad se obtiene, casi siempre, con caramelos…
Y… caramelos son los que ahora parece disponer, interminablemente en sus alforjas doradas, nuestro Presidente de la República, además de disponer, en otros cofres mágicos, de otros objetos ilusionistas de contundente potencia hipnótica y de enseguesimiento instantáneo.
El, posee también dedos mágicos, que saben hacer toda clase de contorsiones, incluida aquella de hacer desaparecer algunos objetos, como el dinero, por ejemplo; pero el “avioncito” lo hace mejor que su madre, porque su auditorio es de grandes y porque sus dedos se despliegan magníficamente en todos los sentidos, sobre todo, en aquel al que a la gente le gusta, y por él que dan, voluntariamente las espaldas…
De allí, parece provenir el síndrome de la avianofobía que, consiste en hacer desaparecer todo aquello que representa una frustración de infancia, como las aeronaves contra las cuales se insurge y se revela, rematándolas al 10 % de su valor, liquidándolas sin consentimiento legal, pero conservando, contradictoriamente, su afección en el espectro de la atracción-repulsión, lo que le permite afirmar, por un lado, que detesta los aviones grandes porque son frívolos y sensuales (leer sexuales), pero en cambio, prefiere los aviones chicos; a buen entendedor, de nuevo trata de servirse de su dedo pretendiendo vendernos la imagen improbable de su “seriedad y abstinencia”. Su nuevo avioncito, en el que se fotografía ampulosamente, tiene una comprimida forma fálica que, su elección, conviene, en efecto, a un bufalocrata de talla.

El avión que busca afanosamente de subastar, es un bien del Estado que, ni siquiera el sector aeronáutico tiene constitucionalmente el poder de decidir sobre aquello que pertenece a los peruanos, porque el avión de marras, es una expresión absoluta de representación nacional. Eso corresponde al Parlamento, que ya se ocupa y legisla sesudamente, entre otras perlas, sobre el aumento o la disminución del ¡costo de los pasaportes! Eso corresponde a nuestro palacio de las leyes que, aunque hoy, convertido en una cabanilla de alaridos apaches, sus inquilinos se ocupen, a falta de oposición, a disparar contra todos los blancos, incluyendo al bronceado Toledo, dizque por allanarse a la justicia internacional y por ser parrandero.

Pero, si el Presidente es hábil con sus dedos, que no crea que todos los peruanos se chupan los suyos. La gente comienza a descubrir sus mañoserías que se perpetran con ayuda de otros recursos psicológicos sofisticados, e histriónicamente repetidos cada día y cada noche frente a un espejo que lleva consigo a todo lado. Ese espejito le devuelve, además de la respuesta consabida, esta nueva certitud: Si, Alán. ¡Tú eres el más grande embustero del mundo ¡

Finalmente, no le falta razón a esta nueva obsesión liquidacionista, ¿para qué sirve este avión sobre el cual se viene escribiendo una telenovela entretenida y entretenedora, el Falcón Crest made in cholo, si el personaje que en principio debe servirse para remontar el vuelo hacia los espacios donde brille la imagen y la dimensión de la patria, no tiene prestancia, ni imagen, ni sonido internacional?

El doctorcito anda perdido en el marasmo de sus citaciones pacotillescas, él confunde el presente con la actualidad que le gusta cultivar, esa actualidad fugaz y decepcionante, transitoria y limitada. El presente lo abomina y lo desconoce en su calidad de mandatario de una nación llamada a hacer Historia, por su historia. El presente es todo lo que somos y comprende lo que fuimos; de lo que seremos, le importa un bledo. A escogido la ruta bulliciosa de la soledad continental, representándonos mal, representándonos opacamente.

¿Para qué? Si la historia del mundo y sobre todo, la historia del continente que puja y que se debate, son otros los que la escriben, con errores y desaciertos incluidos, pero sin la mentirosa retórica lagrimal, cuyo histrionismo populista, se ha reservado una plaza mayor, en el anchuroso basurero de la historia…




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