(Vira Gasot)
Delacampgne propone retener como esenciales a la definición de “genocidio”, las siguientes caractrísticas:
(a) Un genocidio es una empresa de exterminación física, dirigida contra un pueblo;
(b) El principal móvil de la empresa en cuestión, es un odio nacional, étnico, racial o religioso, en breve, un odio general por el otro en tanto que otro;
(c) Esta empresa, resultado de un plan concertado anteladamente, es ejecutado de manera conciente y deliberada; ahora bien, dice Delacampgne, la destrucción de los indígenas de América en los siglos XVI y XVII, es un fenómeno complejo, al cual se puede atribuir la segunda de esas propiedades, pero no posee ni la primera ni la tercera de entre ellas…
Delacampagne ignora sensiblemente que los conquistadores sostenidos ideológicamente por el clero, desde el inicio de la conquista, consideraron a los indígenas como pertenecientes a una étnia no repertoriada en la concepción que ellos tenían de la civilización universal a ese estadio, y es inútil reiterar las discusiones que preceden a la intervención de Bartolomé de las Casas, en las que el indígena es considerado como un individuo sin alma y próximo del animal, es precisamente en la concertación unánime de esta certitud, aunada a la inesperada riqueza mineral tan codiciada por Europa en general, que la empresa de exterminio físico se concreta, con el uso de todos los recursos y con el invalorable auxilio de esa iglesia católica henchida de confabulaciones codiciosas y racista, incluso por necesidad vital. Los pretextos son numerosos y hartamente conocidos y parten desde la proposición del bautismo o la reducción a la muerte y a la esclavitud y van hasta la destrucción psicológica de los que resisten o de los que sobreviven, adjudicándoles un patrón de ignominias humanamente inaceptables, como la supresión de sus lenguas, el abandono de sus vestimentas, de sus costumbres, de su música y hasta de su historia, es decir, una persecución étnica que sigue a un genocidio con segundas muertes. Sobre esto regresaremos más adelante y retomamos, por el momento el hilo de nuestras conversaciones, tratando de situar las circunstancias de la aparición del racismo como ideología extructurada.
Hemos hecho referencia a lo largo del artículo precedente, a Louis-Ferdinand Céline, porque nos parece que su postura antisemita no tiene nada de panfletaria sino que, por el contrario, la organización de sus ideas aun cuando se expresan con la violencia de un lenguaje hablado vivaz y jergón, son sistematizadas y cumplen el papel innoble de haber exaltado el racismo hasta los límites del delirio y de haber propugnado una invitación permanente a la masacre de judíos, siendo, desde luego, el inspirador de numerosas convicciones racistas que en la actualidad nutren los nacionalismos del estilo del Frente Nacional de Jean Marie Le Pen.
A la excepción de “MEA CULPA”, sus otros escritos producidos entre 1937 y 1941, no han sido reeditados, por voluntad expresa de su autor. “Mea Culpa” fue publicado a fines de 1936 y es un texto sumamente corto en el cual, Céline describe el régimen comunista de la ex Unión Soviética, tras su visita de dos meses a ese país y sobre el cual no nos atardaremos porque nos interesa por sobre todo, subrayar sus opiniones en el contexto de su antisemitismo que se expresa, por otro lado, claro y violento en “BAGATELAS POR UNA MASACRE”, libro maldito y maldecido, cuyos tirajes no alcanzan los dos mil ejemplares y hoy en día es prácticamente imposible encontrar un ejemplar, sino a precios inmensamente prohibitivos, tal como lo es su otro libro maldito, “LA ESCUELA DE CADAVERES”, ha donde se combinan sus tormentosas posturas frente a la guerra y al derrotismo e incompetencia de los militares franceses, pasando por una acida y violenta reprobación de los perfiles que va tomando a la época, la construcción socialista en la ex Unión Soviética (3) y, por encima de todo, la virulencia racista de sus condenaciones a la mamasonería y a todo lo que “huele” a judío en la política, la ciencia, el arte, la pintura la música, la historia, las finanzas etc. etc. hasta convertirse en portavoz del naciente odio racial organizado, en un exaltado agitador antisemita que maneja el lenguaje vitriólico y la interjección a la perfección (5). De sus célebres interjecciones se apropiarán muchos de sus émulos, como el célebre Hergé, creador de Tintín y solapado antisemita belga(4), quien colocará en la boca del capitán Haddhock, numerosas expresiones racistas inventadas por Céline en 1938, tales como “macaco”, “Azteca”, “Canaque” y otras que las encontrarán en detalle, en la reciente obra de Emile Brami.
En una entrevista realizada en 1957 por el periodista y escritor francés, Albert Sbinden, Céline justifica sus posiciones antisemitas extremas invocando su espíritu pacifista y su voluntad de impedir la guerra. Esta declaración invita a Sbinden a conciliar irónicamente: “Digámoslo de una vez, Usted fue antisemita” A lo que Céline responde, “Exactamente. En la medida en que yo suponía que los semitas nos empujaban hacia la guerra. Sin ello, no tengo evidentemente nada contra ellos. En ninguna parte me encuentro en conflicto con ellos, no hay razón para ello. Pero en tanto que constituyen una secta como los templarios, o como los jansenistas, yo era tan formal como Luís XIV. Había razones para revocar el Edicto de Nantes, y Luís XV para cazar a los jesuitas…Entonces yo me tomé por Luis XV o por Lis XIV, lo que sin duda fue un error profundo, cuando debí, simplemente, quedarme callado y ser como yo soy. Allí pequé por orgullo, debo confesar que fue por vanidad o por bestialismo. Yo nací a la época en la que aun se hablaba mucho del caso Dreyfus. Todo eso fue una verdadera tontería por la que actualmente pago su precio…”
Existen otras argumentaciones que ayudaran a comprender la toma de posiciones antisemitas extremas de Céline. Esas argumentaciones hablan de una infancia que se desarrolla en el seno de una familia con graves problemas financieros y cuyos orígenes se atribuyen a los judíos. El discurso antisemita del padre habría influenciado en el espíritu del hijo desde muy joven y este, habría confrontado hasta en la edad adulta, una serie de situaciones en las que los judíos, según él, serían los responsables de sus desgracias y fracasos profesionales como sentimentales. En el plano histórico de la época, es claro que existe un ascenso preocupante del antisemitismo de la preguerra en Francia, lo que impide al Frente Popular de León Blum, de conseguir la unanimidad contra el hitlerismo triunfante y hasta es acusado de propiciar la guerra con Alemania, acusación que Céline aprueba con todas sus energías y propone una “alianza” con los alemanes para evitar la guerra. Es en este contexto que sus escritos antisemitas se levantan con una rapidez alucinante y se transforman en verdaderas armas de guerra psicológica, de una violencia raramente deshumanizada, odiosa y delirante.
(1) “¿Quieren deshacerse de los judíos -dice Céline- , o quieren que ellos se queden? Si quieren verdaderamente deshacerse de los judíos, entonces no hay 36 mil medios, 36 mil muecas ¡El Racismo! Los judíos sólo tienen miedo del racismo. El antisemitismo no les preocupa. Siempre pueden arreglárselas con los antisemitas. Para eso está allí el nacionalismo! ¡Racismo! ¡Racismo! ¡Racismo! ¡Y no sólo un poco, de labios para afuera, no, sino integralmente! ¡Absolutamente! ¡Inexorablemente, como la esterilización Pasteur perfecta…! Si ustedes quieren únicamente hacer “joujou”, láncense inmediatamente en las “dosis equitables” Las medidas juiciosas, las tonalidades en degradé, el antipersecucionismo, por ejemplo…”
(2) Palabra que también contiene probados elementos racistas.
3) Foto publicada por Céline en la “Escuela de Cadáveres”, en el momento de su prohibición bajo pena de muerte en la ex URSS.
(4) Tintín, “Conversaciones en la Capilla ardiente” septiembre de 2007.
(5) Trascribo algunos párrafos ilustrativos del discurso de Céline:
“El mundo en toda su locura sigue, a pesar de todo, de muy cerca, las predicciones judías. Eso no pude sorprendernos demasiado porque los judíos son autores de todas nuestras músicas, de todas las danzas de las cuales la fútil humanidad se menea y se abre de todos sus miembros. Es, en la menor de las cosas que ellos se encuentran, en los refranes del destino…”
“Son los espíritus perversos los que vuelven la vida insoportable, esos espíritus encuentran intencionalidad por doquier. Yo siento también convertirme en perverso hasta la locura racista. Y no sólo un poco, ¡Racista ciento por ciento! ¡Tanto como comunista sin judíos ¡ A la hora en que vivimos, en estas circunstancias tan trágicas, no hay lugar para la indiferencia. Hay que escoger, hace falta optar por un tipo de perversión, no es suficiente decirse malvado, hay que tener una fe terrible, una intolerancia atroz, no existen muchas alternativas, o es la raza ariana o es la masonería, la masonería judía o la antijudía…”
“Yo me siento un amigo de Hitler, un amigo de todos los alemanes, los encuentro como si fueran mis hermanos, que tienen razón de ser racistas. Me dará muchísima pena si son vencidos. Yo encuentro que nuestros verdaderos enemigos son los judíos y los franc masones. Que la guerra que se nos viene, es la guerra de los judíos y de los franc masones, que esa guerra no es en absoluto la nuestra. Que es un crimen que se nos obligue a empuñar las armas contra las personas de nuestra misma raza, que no nos piden nada, que esta guerra se hace justo para dar gusto a los que arremangan la camisa del ghetto. Que ya está bien dejarse caer en la última escala de la asquerosidad…”
“Arianos, hace falta deciros siempre, que a cada judío que ustedes encuentren, si él estuviera en vuestro lugar, el sería nazi ciento por ciento. El encuentra en su íntimo fuero estúpido que devoráis el hichu, la paja salvaje porque aun no habéis comprendido nada. Y cuanto más pruebas de amistad le acordareis, más desconfiará forzosamente…A cada segundo él se pregunta si eso va durar siempre… A él no le gusta mirar a los ojos. Más bien él os mira pestañando de costado, furtivamente, como observan las aves de esa manera oblicua y transversal…”
Continua...