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jueves, 3 de enero de 2008

ALEJANDRO

Estamos solos.
Imponentes.
Por la inminencia.
Pero sin urgencias.
Vivimos la celeridad.
Con resultados.
Pero sin consecuencias.

Somos. Pero tenemos miedo.
Luego, sólo somos.
Tendiendo las manos.
Para no tender la mano.
Hundimos todo.
Para no hundirnos todos.

No serás como Vallejo en París.
Sin aguacero, lloverá por detrás.
A espaldas de la retina.
Y cuando Vallejo parta.
Regresarás en Metro.
Desde la Concordia.
Hasta la Concordia.

Entonces tú, caricatura álgida.
Esa será nuestra caricatura.
Y tus manos extintas pero parcas.
Prolongarán el espacio de tus dedos.
Señeros y dolientes.
Desde la esperanza.
Hasta la esperanza.



(Humilde homenaje al gran poeta peruano, Alejandro Romualdo.)