Se puede estar en las antípodas de la divergencia conceptual. Se puede incluso estar amarrado a la ceguera voluntaria, aquélla que impide la visión independiente, incluso de los propios prejuicios. Se puede ser deliberado y encerrarse en las claustrofobias ideológicas que comportan, además, confortables y explicables signos monetarios.
Se puede insultar, ironizar, criticar, desaprobar, maldecir, pero no se puede mentir adulterando la realidad, acomodándola falsariamente en la premeditación del timo, del engaño que facilita la verborrea argumental del sofisma. Sobre todo, sobre todo cuando existe una audiencia que desprecia la manipulación y otra más peligrosa, la que todo traga y por lo tanto, la que más engrandece.
Colombia vive un drama particular, un rehén y un “terrorista” son ante todo, dos seres humanos privados de libertad, aunque ambos, paradójicamente, hayan luchado por conseguirla, cada uno desde su perspectiva. Ambos forman parte de una ecuación social muy compleja en las que se mezcla la historia, la explotación ancestral, la desigualdad infamante y la vorágine de la violencia.
Todo intento de paz y reconciliación debe comenzar por el comienzo, reconocer a partes iguales
el grado de responsabilidad que a cada cual corresponde, reconocer con honestidad las condiciones de vida que originaron este estado de injusticia social flagrante, entonces, dar el primer paso, no concitará otro sentimiento que el de la grandeza, la grandeza de un gran pueblo que mira hacia delante, sin la petulancia de las criticas y de sus críticos circunstanciales…
Se puede insultar, ironizar, criticar, desaprobar, maldecir, pero no se puede mentir adulterando la realidad, acomodándola falsariamente en la premeditación del timo, del engaño que facilita la verborrea argumental del sofisma. Sobre todo, sobre todo cuando existe una audiencia que desprecia la manipulación y otra más peligrosa, la que todo traga y por lo tanto, la que más engrandece.
Colombia vive un drama particular, un rehén y un “terrorista” son ante todo, dos seres humanos privados de libertad, aunque ambos, paradójicamente, hayan luchado por conseguirla, cada uno desde su perspectiva. Ambos forman parte de una ecuación social muy compleja en las que se mezcla la historia, la explotación ancestral, la desigualdad infamante y la vorágine de la violencia.
Todo intento de paz y reconciliación debe comenzar por el comienzo, reconocer a partes iguales
el grado de responsabilidad que a cada cual corresponde, reconocer con honestidad las condiciones de vida que originaron este estado de injusticia social flagrante, entonces, dar el primer paso, no concitará otro sentimiento que el de la grandeza, la grandeza de un gran pueblo que mira hacia delante, sin la petulancia de las criticas y de sus críticos circunstanciales…
