(Vira Gasot)
Se le dio por lotizar el Perú y sus riquezas. Se le dio por vendernos al remate, y, en su particular estilo de vendedor de cebo de boa, se lanzó aguerrido sobre auditorios que trafican ya con la producción artificial de serpientes, con el clonaje de vacas y bueyes para consumo humano.
Se le da por hablar gritando, con la mesiánica certitud que su palabra es divina, que Cervantes como Marx sólo fueron sus vulgares imitadores, pero Madrid no es Lima y Lima no es Madrid y la paciencia en ambos sitios tiene límite y lo pusieron en su sitio.
Primero, lo recibieron con fastos nublados y de segundo orden. Ni el Rey ni su zapatero remendón se rindieron al aeropuerto para darle la bienvenida. Luego, lo dejaron hablar, convencidos de que el bicho no dice nada, solo es grandazo, eso si, con mucha diplomacia, como si un secreto embarazo les impidiera confesar la vergüenza de ser amigos del “aliado mas servil de la región”.
Para completar el carrusel circense, se echó flores, denigrando a sus vecinos para mejor brillar, o para mejor hacer brillar la indecencia, la impudicia de un perro de hortelano.
Adivinen, quién es el perro y quién es el hortelano. Pero díganlo en rima, por favor...