(Vira Gasot)
Mientras que Francia va en camino de constitucionalizar la abolición de la pena de muerte, en toda circunstancia, el Alto Tribunal Penal en Irak, ha visto confirmar el pronunciamiento de su veredicto condenando a muerte al ex Rais, Saddan Hussein. Veredicto inapelable e ineluctable, que no deja lugar a ninguna modificación posterior, ni a una eventual conmutación.
Veredicto que deberá ser cumplido en el plazo de 30 días, en la horca, castigando de esta manera, la responsabilidad del ex presidente irakí, en la matanza de 148 chitas en la aldea irakí de Dujail, en represalia por un atentado fallido del que fue víctima en 1982.
Una de las últimas recomendaciones de Donald Rumsfeld, patrón del Pentágono americano, antes de hacerse efectiva su evicción del gobierno del Presidente Bush, fue la de “sugerir” la aceleración del jucio y de la condena del presidente depuesto por la fuerza de las armas. Sugerencia dantesca que auto confiere la prerrogativa de ser vencedor y según la cual, una rápida solución final para el enemigo número uno de los Estados Unidos -por cuya captura se ha desplazado una inmensa maquinaria cifrada en 140,000 hombres-, haría desaparecer, inmediatamente, toda referencia sentimental de una buena parte del pueblo irakí, sunitas a la cabeza hacia quien fue, durante largos años, el hombre mas poderoso y mas temido de ese país.
Según estos cálculos Rumsfelianos, la desaparición de Saddam Hussein debería ayudar a acelerar el proceso de pacificación que los americanos buscan intensamente. Solución erronea y doblemente fatal, porque su ejecucíon -precipitado colofón de un proceso teleguiado por la administración ocupante, y plagado de vicios jurídicos como lo son, entre otros, el ausente principio de equidad-, no hará otra cosa que profundizar aún más el sentimiento antinorteamericano de chitas, sunitas y kurdos, todos confundidos en el reconocimiento nacional y unisono de repudio al agresor, de rechazo al ocupante.
No puede dejar de considerarse que el actual afrontamiento fratricida, aún cuando tácticamente condicione a unos y otros al entendimiento de forma, con la fuerza de ocupación, este deberá intensificarse en la medida en que la colaboración los afecte, siendo previsible una extensión, sin límite ni fecha, la lógica e inevitable evolución hacia la guerra civil total.
Es también previsible, que la grave desición de condenar a muerte a un dignatario político, dirigente de inconturnable gravitación histórica local y regional, por un tribunal de menoscabada imparcialidad y chita en su mayoría, deberá provocar, en los dias que vienen, discrepancias y tomas de posición distanciadas de un tal veredicto por la evidencia de haberse constituido en órgano de mascarada y de sumicion pasiva al dictado americano.
Por su parte, el Primer Ministro Al-Maliki, notifica a todos los vientos su “gran satisfacción” por ver a su viejo enemigo colgado de un poste.
Al- Maliki, es cooresponsable de la organización islamista chita Al-Dawuaa, organización a la que pertenecieron los comandos que intentaron asesinar a Saddam Hussein en Dujail, provocando las represalias que costaron la muerte de 148 personas.
Hay, indudablemente, materia para juzgar a Saddan Hussein y entre todas las acusaciones, destaca sin duda, su grave responsabilidad en el exterminio de 180,000
Kurdos en las campañas militares de Anfal en 1987 y 1988, existiendo también, seis otras graves inculpaciones por “crímenes de guerra” y “crímenes contra la humanidad.”
Entre dichas inculpaciones, figura la de haber utilizado gases tóxicos, en la matanza de la ciudad de Halabja en 1988, así como la represión antichita despúes del sublevamiento en 1991.
Esos procesos deberán producirse “post mortem”, para determinar las responsabilidades de los actores aún vivientes y si se producen, corresponderá, únicamente, a un tribunal independiente, por encima de toda sospecha de parcialidad, determinar las culpabilidades, pero esa eventualidad, es, por ahora, tan remota como lejana.
El telón de fondo que da cobertura a todos estos desenlaces, evoca sin cese la horripilante figura del ex Secretario de la Defensa norteamericano, Donald Rumnsfel, cuya fatal cofradía de congéneres abiertamente en desvarío, impuso un rosario de convicciones ideológicas de clásico corte fascista y neo nazi.
Inventó, en primer lugar, un complicado andamiaje de mentitas y falcedades de gran coherencia, que sorprendieron primero a los americanos y luego al mundo entero. Delineo a su guisa los contornos espeluznantes y peligrosos de un pais dirigido por quien en el pasado fue un socio privilegiado y ahora, convertido a la demencia, nos vendió la imagen amenazante de un forajido, en peligrosa posesión de armas de destrucción masiva.
Inventó el eje del mal, en la perspectiva de extender la guerra a los paises islámicos. El curso estrafalario y simplista de sus soluciones finales y únicas, no hizo sino seguir su curso; nos inicio en el manejo de nuevos conceptos y nuevos términos, como la guerra tecnológica, en oposición a la guerra convencional, la cirugía localizada con efectos colaterales débiles, intervención masiva y localizada; en suma, el absurdo de creer que la férula de la ocupación lo pude todo, incluida la sumisión total a la fuerza, el abandono de todo sentimiento nacional, la renuncia a toda soberanía e independencia nacional.
Su socio menor, el disminuido Gorge Bush que aún no retiene nada de la victoria demócrata en las ultimas elecciones al congreso de la nación, ni comprende mucho el sentido y las conclusiones implícitas del informe de la comisión Baker, decía recientemente a un periodista: “yo continuaré la guerra hasta el final, aunque solo sean mi perro barny y mi mujer Laura, los últimos en apoyarme…”
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