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martes, 5 de agosto de 2008

GOODBYE ALEXANDER SOLYENITSIN




Víctima
de un cáncer pernicioso instalado en el estomago, del cual pudo escapar milagrosamente, según se dice.

Víctima de una reparación, o de una operación Kruchoviana de afianzar su propaganda anti-estalinista, que le permitió dejar atrás, 8 años de terrible e injusto “GULAG”. Acróstico que reúne las iniciales de todas las instituciones carcelarias de la ex unión soviética, desde el comienzo de la Revolución de octubre.

Víctima de un exilio controversial, más las múltiples heridas naturales que producen 20 años de destierro.

Víctima en fin, de la grandeza que construye la leyenda de inmenso político, sin realmente haberlo sido jamás, aún cuando su vida y su obra hayan sido evidentes actos de elocuencia política, Alexander Solyenitzin, el premio Novel de Literatura de 1970, pudo escapar un poco a todo ello, pero no pudo escapar a los garfios arteros que la insuficiencia cardiaca aguda, le tendió, haciéndolo sucumbir a sus 89 años de edad, ayer por la noche, en su dacha de Moscu.

El 11 de diciembre próximo, habría festejado sus 90 años.

Seguramente, no podrá escapar tampoco al juicio implacable que la obstinada ortodoxia le prepara, cuando rastreé sus devaneos antisemitas, tímidamente atenuados por Raymond Aron, tal vez, porque ambos estuvieron animados de un profundo anticomunismo religioso y militante, anticomunismo que se ilustra, en el caso de Solyenitzin, desde cuando escribe dios en minúsculas minúsculas y KGB, en minúsculas mayúsculas.

En todos los casos, sus convicciones han trascendido el espacio político para dar paso, únicamente, al ser humano, muñido de sus contradicciones, pero también, para dar paso al hombre de letras genial, heredero legítimo de las monumentales tradiciones literarias rusas, con Tolstoi y Dostoievski a la cabeza.

Solyenitzin se va, dejando un cautivante perfume de amor por la libertad y una incondicional y diabólica fe por la verdad. Hay que aceptarlo.

Claro que son notorios los falsos pasos, como la entrega de la lista de responsables del GULAG de los años 20, donde todos los nombres tienen consonancia judía; falsos pasos que se reactivan a la ocasión de la aparición de una de sus últimas obras: “Dos siglos juntos”.

Claro que son notorias las declaraciones imprudentes que magnifican y ensalzan al abominable dictador chileno, Pinochet. Condenaciones contra Vietnam, justificación de la guerra en Chechenia…posiciones indefendibles sobre Bosnia, Nicaragua, Granada, Cuba…Todo eso es cierto, pero también son ciertas sus condenas y abominaciones contra Boris Yeltsin, a quien le hizo saber que jamás aceptaría las altas distinciones que le propusieron, de las manos de alguien que había sumido al pueblo ruso en la miseria total.

A Putin le reprochó su tibieza con los políticos corrompidos, fue intransigente con los nuevos jerarcas que confundieron el bien con los bienes de la nación, desde el regreso a su patria, ese retorno profetizado con inmensa convicción en el programa televisivo de Bernard Pívot en 1983, y que creo que fue en Vermont, en USA.
Estigmatizó a los políticos de la nueva generación, sufrió la vejación del audimat, cuando le suprimieron su programa en la TV rusa, arguyendo que carecía de audiencia; en breve, de regreso a su casa constató y denunció que las prometidas auroras boreales del capitalismo, se habían convertido en un renovado “GULAG” de nuevo estilo, en un “GULAG” de consumismo, de miseria y desigualdad social y también de miserias humanas.

Por lo tanto, creo que el término de “disidente”, es probablemente el término que menos conviene para involucrar las facetas de un personaje tan inmensamente complejo, en un solo todo reductor. Su vida misma, aun antes de haber nacido se enmaraño en los bordes de la tragedia familiar, cuando su padre, que en algún momento fue interlocutor de León Tolstoi, lo dejo cruelmente abandonado en el vientre de su madre, cuado solo tenia 3 meses de gestación. Su madre, mujer de inmenso talento para sortear las vicisitudes implacables de la pobreza, capeo sus temporales con la abnegación del sacrificio cotidiano, sacrificio que se prolongaba hasta altas horas de la noche y que construyó, pacientemente, las etapas inapelables de una tuberculosis fulminante. Solyenitzin contará mucho más tarde que su madre conocía el inglés y el alemán y que no le permitieron de trabajar, por razones de clase, en lo que sabía hacer a la perfección, la estenografía. Ella había logrado sin embargo, convertir a su hijo en un excelente físico matemático. Nunca se caso de nuevo por el temor de darle un padrastro injusto.



Pocos recordarán al incendiario y fogoso capitán de artillería que deseaba reformar el socialismo desde el socialismo y que su incesante búsqueda de horizontes y de perfecciones humanistas, lo llevaran a multiplicar su correspondencia con el resplandor de sus ideas juveniles y que justamente por ser inexperimentadas y espontáneas cometerá la imprudencia de servirse de la red de distribución militar del correo, para dirigirse en 1945 desde el frente de Prusia oriental, camino a Berlín, a un camarada de la infancia para confiarle sus dudas sobre la capacidad táctica de Stalin, pero sobre todo, su certitud de que el padrecito del pueblo se alejaba de los ideales de Lenin.


De esa manera comenzó el descenso al infierno, al archipiélago secreto de la chirona política que hasta los más lucidos y honestos camaradas, negaran su existencia, como Pedro. De esas mazmorras inventadas por la antítesis del socialismo, emergerá 8 años más tarde. Contra viento y marea, Solyenitzin jugando temerariamente a la ruleta rusa, arriesgará el todo por el todo y publicará los testimonios irrevocables que le tocó vivir en ese sistema carcelario inhumano e indigno de una concepción socialista.


El resto es de dominio público y de pública vergüenza para quienes en occidente apostamos a ojo cerrado y cerebro anquilosado lo que se llamaba: “el avance del proletariado en la URRS”.


Como Dante, Solyenitzin emprendió el camino del exilio y la más ilustre burguesía mundial tuvo que abandonar sus maniobras y felonías de lograr convertirlo en porta-estandarte de la reacción universal, lo que Vargas Llosa ha aceptado de buena voluntad.


No recuerdo exactamente dónde he leido una conclusión seductora que más o menos dice asi: “Alexandre Soljenitsyne, par son oeuvre monumentale, aura néanmoins réussi à ouvrir les yeux du monde entier sur la dure réalité russe stalinienne avant de fermer les siens. Pour l'éternité ».