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viernes, 15 de agosto de 2008

Ica y el descarado señor de Sinpán


El señor de Sinpan, con una procacidad matonesca, que retrata de cuerpo entero los modales del atarante y de la agresión que los apristas manejan con destreza y maestría olímpica, se dirige al periodista y le dice: “Dígame exactamente, ¿de qué irregularidades está acusado el Señor Arana?

En ese momento de matrimonio idílico entre los mil Alzheimer y la concha presidencial, emerge la caravana de la muerte dibujada entre ceja y ceja, estampado el odio gratuito sobre la adiposidad, inútil, pero revoltada.

Aparece el frontón. El deseo de venganza nace. Disimulando apenas sus instintos fronterizos con la infracción y el delito. Conteniendo a duras penas el impulso de silenciar en el acto y para siempre, al inoportuno preguntón.

Pero hay testigos, demasiados testigos….

¿Y después de un año, qué hay sobre ICA, señor presidente?

“Nos acusan de no haber hecho nada, pero allí están las cifras. Hemos dado millones”

Una careta más se desprende y se rompe en las baldosas. Y a fuerza de haberle arrancado tantas otras caretas, nos encontramos, al final, con un hombre que no tiene ni cara ni alma: Un descarado, un desalmado…