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miércoles, 3 de octubre de 2007

HUMALA TOLEDO: UN SENTIMIENTO DE LASTIMA

(Vira Gasot)

Un sentimiento de lástima total me invade hoy, y seguramente que ese mismo sentimiento se afinca en muchos peruanos que consideran que la democracia, entre otras cosas importantes, es diálogo, conversación, coloquio, conferencia, entrevista; es en suma, charla y discusión. Discusión de coincidencias o de divergencias e incluso, políticamente, de tácticas claras en coincidir dentro de la divergencia. Y… para eso están los parques y las alamedas donde la abundancia de la claridad del día y del aire fresco, define su carácter aunque sean privadas, o para eso están también, los socavones oscuros, los secretos salones palaciegos, los espacios tenebrosos donde las reuniones no se publicitan y de donde salen los acuerdos contra natura, los pactos vergonzosos, las transacciones sumarias, los contratos escabrosos etc. etc. El Apra es la obra de un pacto y el Apra nos ha esclarecido en la pedagogía de la componenda ilícita, en el camino tortuoso del secreto y de la intriga, del complot y de la deslealtad, desde el mismísimo Prialé con Julio de la Piedra, hasta el “Pacto de Hermanos” con el Fujimorato, que muchos ingenuos quisieran ver la prueba escrita en papel sello quinto y firmados con la sangre de Alan y del chino…

Porqué estamos afligidos hoy, porque desde la portada de los razonamientos inútiles y huérfanos, con sus dribleos semánticos, sobre todo aquellos del decanocivo de la prensa peruana, los apristas y los apristones hacen trascender la desesperación con su grito de “horror, horror” a la conversación entre Alejandro Toledo y Ollanta Humala. Acto totalmente legítimo y democrático que debería más bien, legitimarse con su derecho a significar, la importancia de su presencia política en el esfuerzo patriótico de configurar, un necesario contrabalance a los desafueros apristas en el Congreso. Ya es hora que los líderes sensatos, cualquiera que sea su orientación doctrinaria, impidan la consumación de la corruptela, el enquistamiento pernicioso de ministros indefendibles, por timoratos, por ineficientes o por coimeros.

El decanocivo Periódico “El Comercio”, en el comentario de su editor, ese memorable incontinente de la diarrea demagófila, señala que “la obligación de la transparencia vale para el líder del PP y el nacionalista no pierde nada pues es antidemocrático”. En la proposición de esta frase insólita, todo el mundo encontrará el nudo de la contradicción, la muestra subjetiva de su intolerancia, objetivamente antidemocrática… La transparencia, por ser tal y por definición, sumerge de claridad y de luz a todos, a tirios y troyanos, pero el mensaje subliminal quiere ir más allá, se complementa con la sugerencia explicita que todo nacionalismo es opaco y antidemocrático… El miedo pánico a una arremetida de fuerza moral contra la corrupción y contra las tentaciones redentoras, hace temblar y escandalizar a los apologetas de turno, quienes parecen atribuir al silencio, una condición sinequanon para el tipo de diálogo que propugnan…

Este machaqueo sistemático que atribuye a la izquierda características antidemocráticas, es una gastada práctica de nuestra incompetencia en el raciocinio, son las ruinas arqueológicas de nuestra cultura de influencia macartista que sobrevive gracias a los periodistas corruptos y de antiguo cuño, a sus deformaciones arbitrarias de la verdad y de la realidad para elaborar y sustentar sus juicios antidemocráticos y condenar a priori toda iniciativa que proviene de la Izquierda, mucho antes aún que esta tenga la ocasión de exponerse.

Esta prensa desteñida y amarillenta escasea de argumentos. Venezuela, Bolivia y ahora Ecuador, le han quitado toda la argumentación, incluso la argumentación mentirosa, por que esos países con infinitas dificultades, hasta ahora mantienen el timón del ejercicio democrático de manera ejemplar que hasta los americanos se inhiben de cuestionar abiertamente,
porque en esos paises hay diálogo, hay discusión y se respeta escrupulosamente el pronunciamiento de las mayorías y de las minorías, lo que no ocurre en el Perú del Señor Alan García, en el Perú de los secretos secretos, o los de polichinela o los secretillos intrigantes a sotovoce.