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jueves, 14 de febrero de 2008

SARKO SAN VALENTON: MUERA EL 68, VIVA EL 69

(Vira Gasot)

Bravucón y presuroso de acabar con el significado histórico de aquél terrible y genial mayo del 68, que para bien o para mal arrebató a los partidos políticos la exclusividad de representar a las masas y sus tendencias políticas en la sociedad francesa de la época, Sarkozy no admite que él mismo sea el heredero público número uno de ese vasto movimiento estudiantil, cuyas reivindicaciones, entre otras, reclamaron y lograron a fuerza de memorables manifestaciones, que la encopetada sociedad gala cambie de cara, abriendo la república a un estatuto igualitario para los emigrantes, nacionalizados o no, a quienes a pesar de su gran fortuna y de su prestigio, siempre se les continuaba considerando como “extranjeros”.

Inútil de soñar en esa época, que el hijo de un emigrado húngaro pudiera acceder, en tales condiciones, a la presidencia de Francia. “Corran camaradas- se escribía en los muros- que el viejo mundo está detrás de ti…”

La doble paradoja ha sido escrita por la historia: Un extenso movimiento contestatario de Izquierda ha llevado, después de casi 40 años, a un eminente político de ascendencia extranjera, hacia la primera magistratura y, además, político de ultra derecha. Y, ese mismo presidente que coquetea con dirigentes de la izquierda, ha hecho votar en agosto del 2007, varias leyes que limitan la emigración ilegal y las recidivas, iniciando, con las vergonzosas expulsiones de niños que los van a buscar en el fondo de las escuelas, los funerales de aquélla certitud que acordaba a Francia, la calidad de ser, generosa tierra del exilio universal.

Según Sarkozy, debajo de los adoquines que sirvieron para levantar las barricadas, no se encontró la playa, sino un mar enorme de “liberalismo” nefasto que actúa, según él, muy poco soterradamente y es el responsable de muchos de los males actuales en Francia, males que aquejan a la familia y sus grandes tradiciones, con la pérdida de respeto hacia ellas, con la pérdida del respeto por los mayores, en el hogar y en la escuela; con la aparición de una creciente juventud marginal, socialmente desubicada y lumperizada; con las tendencias negativas de la gente, a querer reducir el tiempo de trabajo para aumentar el tiempo de ocio; en fin, creo que se trata de una versión europea del perro del hortelano del Presidente García, o son talvez, los insoportables residuos libertarios, tan poco caros a toda la derecha universal y que sirven de pretexto para “impedir dinamizar” lo que no se quiere mover de un ápice, en el explosivo terreno social del país galo, salvo, claro está, restablecer rápidamente su economía ultra liberal, últimamente venida muy a menos.

Si, en el terreno de la familia y la tradición, donde los respetos establecidos por la burguesía francesa y por la iglesia católica se han resquebrajado desde el matrimonio, Nicolas Sarkozy tiene una amplia responsabilidad en el dinamitazo de sus preceptos, dinamitazo perpetrado alegremente y con la “insucience” de un adolescente, menos por las inconstancias y traiciones, que por la ligereza con que practica ese sacramento, tan fundamental y tan caro al catolicismo.


Es él, quien ha sentando el primer antecedente histórico de ser el primer presidente divorciado y de nuevo casado en el ejercicio de sus funciones, un primer presidente de la república francesa, que se despojó azarosamente de su segunda mujer y primera, Primera Dama, quien fuera, en los primeros meses de su exiguo reinado, muy útil en la libración de las enfermeras búlgaras cautivas en tierra Libiana, para luego, cuatro meses más tarde, reemplazarla no menos azarosamente por una tercera mujer, segunda Primera Dama de Francia, una mujer liberada y liviana.

Su nueva unión, con la explosiva y bellísima Carla Bruni, declarada “sesentaiochera” de convicción política, cuenta con la simpatía del Papa, quien en 1968 condenara en la universidad de Tubinga, la radicalización de los estudiantes alemanes. Benedicto XVI hará afectuosamente una excepción a sus ostracismos ortodoxos y aunque no pueda hacerlo en público, tal vez consagre a la pareja en privado, de preferencia en la Basílica de san Juan de Letrán, donde el presidente Sarkozy abogó, últimamente, por un laicismo menos rígido, para sacralizar rígidamente las nuevas relaciones del Estado francés con la Santa Sede y consolidar, en toda libertad, su grito agarrotado:

¡ Muera el 68, viva el 69 ¡

No se podría adjudicar al presuntuoso Nicolas Sarkozy, la contundencia abrumadora de ser un modelo masculino de belleza física, lo que ciertamente no es necesario cuando se tiene la gloria y el poder, pero sus acicalamientos narcisistas lo empujan a querer demostrar en permanencia que es el más guapo, el mejor, el más inteligente, el más grande estadista de la historia…más allá, del incidente de ser un dignatario de mediana estatura de lo cual no es responsable, y no, al revés.

Seria una canallada imperdonable de nuestra parte, insinuar prematuramente, algo asi como que: “fue un vanidoso estadista francés de mediana estatura”, aun cuando lo contrario suene peor: “fue un estadista francés vanidoso, de estatura mediana”. De todos modos, Ovidio habría encontrado en el presidente galo, una inagotable fuente de inspiración para construir una versión renovada del narciso moderno del siglo 21. Monarca y príncipe incontestado, el Presidente Sarkozy acumula en él, además de la primera magistratura, el vasto territorio del Primer ministro François Fillon, a quien ha definido como un “simple colaborador” y quien acepta discretamente dicho rol, entre un patetismo a la “que le voy hacer” y un estoicismo circunspecto, casi masoquista, lo que ha nutrido de inesperadas simpatías a una opinión pública que empieza a comparar y a dirimir y que, sorpresivamente, le acuerda entre 5 y 6 puntos de ventaja en los sondeos, por encima de su endiosado patrón que ya lo incrimina de querer robarle la película, y que, entre bambalinas y lacayos, se muerde los labios de cólera y destroza muebles ancianos, imputándole muy poca fidelidad… A partir de ahora, comprendo mejor porqué a muchos de mis amigos franceses les provoca llamarlo por su nombre completo, Sire, Nicolas Sarkozy de Nagy-bocsa, que se conjuga muy bien con el nombre de su flamante esposa, Carla Bruini -Tedesche Borini. La nobleza baja de la altísima Aristocracia, de Roma y Budapest.

Sarkozy se metamorfosea entre director de orquesta y músico de trombón. Se aproxima, salvando las distancias, a Luís XIV, ese emperador bulímico de poder que licenció a Jean Baptista Colbert, y se convirtió en emperador “todo terreno” para asumir, como él mismo lo hace en la actual Francia republicana, un reinado de ridículos fastos versallescos, un gobierno de bombos y platillos, sin música ni partitura y un premierato, con la adición del toque personal fatuo, que agravia a la modestia que él desconoce en toda la línea, sobre todo, cuando su vanidad inagotable le exige, no sólo la espectacularidad en la producción, la dirección, la interpretación y la realización de cada uno de los actos públicos que emanan de su poder, sino, el enorme placer auto contemplativo que esos roles le proporcionan y aun cuando es celebrado por sus incondicionales, y aun cuando se auto felicita públicamente de sus logros imaginarios de gobierno -hasta ahora restringidos e intrascendentes-, todo ello no parece colmar ni el hambre, ni la sed de endiosamiento permanente que lo persigue y, para lo cual, se preparó duramente y durante largos años.

A falta de altos motivos republicanos para saludar los resultados de su gobierno y de su novísima “Política de Civilizaciones”, todavía en “chantier” y en confuso estado de construcción, esa adaptación derechista de la partitura desplumada a la Izquierda francesa, en la persona del filósofo Edgar Morin, dará colores probables a su obra gubernamental, “poniendo al hombre en el corazón de la política, rehumanizando la sociedad, poniendo el cambio indispensable al servicio del hombre….” pero por ahora, el más audaz de sus logros, sigue siendo aquél que vino, a casi nueve meses de gestión y de gestación pública, del costado privado y personal del presidente, y vino preñado de una enorme espectacularidad publicitaria, estamos hablando del hurto de la bellísima ex izquierdista cantautora, Carla Bruni, a quien la monogamia la aburría a morir y la poligámica política francesa parece haberla seducido a muerte, al punto de haber aceptado en matrimonio, al mero mero presidente de la Francia eterna, Monsieur, Nicolas Sarkozy, ¡ feliz y envidiado mortal ¡ Un encuentro fascinante de dos fascinados enfermizos enfermos, y enfermados por el poder, por el dinero y por la gloria terrenal.

De carla se pueden decir muchísimas cosas y de hecho, las malas han precedido a las buenas porque las primeras se venden y hacen vender. En nuestras sociedades que se adaptan progresivamente al modelo americano de la intrascendencia simplona y donde los cuchicheos y las conversaciones de comadres se democratizan, el escándalo y lo que es sensacional son apreciados productos de consumo porque son de primera necesidad y de rapacidad mediática. Asi, lo que se ha dicho hasta hoy, de la bella piamontesa, paisana de Humberto Eco, no tiene en absoluto nada de elegante, pero si, mucho de un machismo de aversión e inquina gratuitos, en el que no caeremos a pesar de nuestras convicciones morales, que sin ser moralistas, son radicalmente antipódicas.

Como decía uno de sus próximos, Carla, con su extendida reputación de devoradora de hombres, despierta sentimientos negativos y de reprobación moral, mientras que Nicolas, un “don Juan” con célebres conquistas, inspira risitas de complacencia y de complicidad y eso es terriblemente injusto. La verdad, si queremos ser justos, es que ambos son iguales en ese terreno de virtud y vicio, en ese terreno de las calidades y de las cualidades amorosas y su único defecto común, si lo hay, es de haber tenido muchísimas calidades en lo general y pocas virtudes de calidad en lo particular. Carla es una mujer de alta sensibilidad, una artista, casi una niña, caprichosa y obstinada por poseer lo que le place y de quién, “alguien me dijo” que volverá, tarde o temprano, a las andadas infantiles y peligrosas de cuatro patas. En ese momento, su marido no podrá repetir lo que dijo a los periodistas, antes de casarse: “ il est probable que ce sera déjà fait quand vous l’aurez appris…”

Sarkozy, no solo ha desplumado a la Izquierda, a una fémina felina de polendas, a una mujer liberada de los traidores atavismos corsetistas de la sociedad francesa, anteriores a mayo del 68, ha sutilizado también a Bernard Kouchner, el fundador de “Médicos sin fronteras” y ahora Ministro de Relaciones Exteriores, a Dominique Strauss- Khan, doble candidato a la candidatura del partido en las elecciones pasadas y candidato a la Secretaría General del Partido Socialista, hoy, capo del FMI, a Jean-Pierre Jouyet, hoy, Ministro de Asuntos Europeos a Jean-Maria Bockel, Eric Besson y en la lista estremecedora o enternecedora, según el cristal con el que se mire, continúan, entre otros transfigurettis, el inefable Jack Lang, creador planetario de la fiesta de la música, recientemente incorporado a una comisión de estudios, al igual que Jacques Atalí, genial duendecillo miterrandiano que viene de proponer 300 medidas escalofriantes que han desconformado al Presidente y tantos otros notables, lo que nos invita a felicitar a Sarkozy por su habilidad extrema de haber desestabilizado a muerte al PS francés, que con sus rapiñas consentidas, el pesado Titanic socialista se desequilibra, y se está hundiendo a causa de ese enorme boquerón, producido justamente en la popa, lugar preferido de Nicolas para acomodar sus zarpazos y penetrar por allí donde el placer y el dolor se conjugan en un acto contra natura, como lo es, querer gobernar a la derecha, con ideas recicladas de la izquierda y con trásfugas notorios que danzan ahora, en el centro de la derecha.

En los hombres donde la vanidad se pronuncia a gritos irreprimibles, hay una mezcla de la voluntad de “hacer”, confundida con la voluntad de actuar y de estar allí donde queman las papas, sin tener mucho tiempo para la reflexión, lo que necesariamente implica sacrificios y esfuerzos en el desplazamiento constante y en las complicadas coordinaciones administrativas. Es por lo tanto lícito preguntarse si, ¿Sarkozy sobre actúa porque quiere “hacer” y, si lo hace, los franceses deben admirar sus magnánimas entregas o condenar sus ímpetus vanidosos de dominación y de control total del aparato del estado?

Desgraciadamente no hay, como ya lo hemos señalado más arriba, estrictamente nada de superlativo en su gestión que nos permita medir su obra, a la excepción de sus odios racistas, que han logrado dotar a ese pais, faro de la libertad en el mundo, de la legalidad necesaria para instrumentalizar aquello que machacó durante toda su campaña electoral: “ Francia, no puede recibir toda la miseria del mundo”.