publizida.es

miércoles, 21 de mayo de 2008

APARICION DE LA PALABRA Y EL ACTO ANTISEMITA(7)

(Vira Gasot)

De todo
el vasto territorio imperial que el genio de Alejandro el Magno conquistó y que a sus huellas siguieron las huellas de los romanos, el pueblo judío ha sido la única étnia que se rehusó, pacífica y sangrientamente, a sucumbir en la absorción total de las civilizaciones heleno romanas que la cortejaron sucesivamente. El pueblo judío ha preservado hasta nuestros días, la integridad de su propia identidad, su cultura y su religión. Las revueltas “macabeas” que combinaron fanatismo religioso y obstinación libertaria, aparecen históricamente, como las gestoras de un judaísmo perdurable y solidificado, enraizado en el tiempo. Pero al mismo tiempo, fueron los motores centrífugos que permitieron, la aceptación de la fuerte influencia helenística, sin desnaturalizar su esencia, abriéndose más aun, hasta la cristiandad. El pueblo judío es casi el único pueblo del mundo que supo escribir la paradoja de sus infinitas repercusiones universales, sin dejar de ser un pueblo que se autoencierra y que se aísla de los demás, para sentirse como los demás. Sin duda, fueron sus certitudes de la “trascendencia divina”, inmaterial y opuesta a los ídolos de madera y de piedra, a la magia y a la mitología de las encantaciones, a los dioses y medio dioses y animales que construyeron la imagen de un pueblo de diferencias y que a nadie les era indiferente. Fueron las connotaciones monoteístas de su espiritualidad religiosa, las que les hicieron ganar distinciones y reconocimientos a comienzos de la antigüedad y que provienen de filósofos e historiadores disímiles que sucesivamente los proclamarán como, “pueblo de dios”, “nación sagrada” o también, como “hombres de libros” etc.

El tesón y su resistencia a todos los intentos de asimilación, sus impenetrables razones de sociedad cerrada y monolítica, se interpretaron por griegos y romanos, como una expresión de rechazo y hasta de hostilidad contra los no judíos. Su negativa de adorar a los “Césares”, desconociendo su carácter “divino”, sus ancladas costumbres y rituales religiosos sospechosos, extraños e incomprendidos, su horror por la representación de las imágenes y por la inmaterialidad divina, fueron las justificaciones para que se hicieran aún más suspicaces ante los ojos de Apion, Tácito, Juvenal y tantos otros que veían en ellos un continente de depravaciones, de vicios y deformaciones espirituales y materiales, extendiéndose hasta la falsificación arbitraria, en cuanto a la interpretación de sus costumbres, imaginando fábulas estrafalarias, cultivando las extravagancias sobre el “Sanctorum del Templo”, desarrollando los primeros hitos de un discurso que se enarcará en el contexto de las primeras elucubraciones, racistas, antijudías y finalmente antisemitas, aún cuando sus puntuales definiciones se establezcan muchísimo más tarde.

Su irreprimible vocación religiosa se expresa a través de la primera y la más importante de sus convicciones, aquella ligada a la certitud de ser un pueblo escogido por Dios, escogido para cumplir una misión particular y especial, su mesianismo profético y sus fidelidades a la herencia libertaria y democrática, clásicas, heredadas del periodo helenístico, fueron también factores concurrentes en la preservación de la identidad judía



Un pueblo cuyos antecedentes milenarios han sido escritos, alternando la rigurosa verdad histórica que se desprende de la confrontación de numerosos textos antiguos y de las interpretaciones de las mismas, considerando incluso las interpretaciones de las interpretaciones en el transcurso de los siglos, se abren ante nuestros ojos y ante nuestro tiempo, dos maneras de enjuiciar el antisemitismo durante el periodo de la vigencia heleno romano; la primera, es aquella que sitúa la emergencia de sentimientos “antijudíos” en el contexto de la confrontación religiosa y, la segunda, aquella que verifica en las manifestaciones de hostilidad en contra de los judíos, los signos históricamente probados de un real “antisemitismo”

Por sentimientos “antijudíos”, entendemos la postura de los grupos religiosos o no, que recusan la religión judía en tanto que religión, mientras que la postura “antisemita” pagana (en el sentido pre-cristiano), es aquella que suscribe sus desafueros y sus condenaciones en un plano donde el concepto biológico de raza, es determinante. Ambas posturas evolucionan en tal sentido que la segunda, englobará ineluctablemente a la primera y los primeros signos de ese antisemitismo se manifestarán en el contexto de la Primera Revolución en Judea hacia 169 a de C. y el acceso al poder de Ptolomeo hacia 145, también a de C.
(continuará).