El alva lánguida dormía,
Cuando tus gritos la despertaron.
El alva vestía de blanco,
Y blancos eran sus guantes de seda.
El alva no había amanecido,
Y tus ojos sangrando de oscuro,
Miraron su rostro.
Y su rostro palideció de espanto.
El alva vaciada de ensueños,
Soñó en una esperanzadora quimera,
Sin espejismo y sin delirio,
Pero más pudo la ficción de tu utopía.
Creer en el hombre la venció de sueño,
Creer en el hombre la ensancho de risas.
Creer en tu pena la coronó de espinas.
Creer en tus lágrimas la envolvió de abismo.
(Vira Gasot)