Acabo de enterarme que los militares retenidos en Irán, han sido liberados como un « regalo » al pueblo británico. Hecho que cambia mis planes y que me obliga a cambiar de tema, entregándoles la primera parte del segundo reportaje sobre las elecciones en Francia.
Me quiero detener hoy, en el intento de describir las condiciones y el contexto en las que éllas se desarrollan, porque las considero ricas en ejemplos de democracia y aun más, ejemplarizadoras, en lo que toca de real o de falso, el respeto que los candidatos de hoy, despliegan, en dirección de los ciudadanos de a pié….
Las elecciones que llevaron al poder al candidato Miterrand, en 1983, provocaron un sentimiento mayoritario de júbilo popular, donde las escenas de congratulación por la victoria socialista, liberaron los fortines del auto control, y se desbandaron los besos y los abrazos emotivos, entre gentes que venían de conocerse, en medio de millares y milla res de burbujas de Champagne y al son de las diferentes versiones de la Marsellesa, entre las que, Serge Gainsbourg, firmaría su “respetuosa” irreverencia…Era, prácticamente, la primera vez que un candidato socialista accedía a la primera magistratura de la República en el mundo, después que Salvador Allende, en Chile, ganara las elecciones por la vía democrática y fuera asesinado impunemente por la vía militar…
Recuerdo en esa época, que muchos peruanos, legalmente ajenos a toda simpatía o antipatía política en el extranjero, desbordaban de emoción, como si la victoria se hubiera producido en el Perú, haciéndola suya sin complejos de apoliticismo y participando de lleno a la fiesta, a la que, les aseguro, no fueron ni los besos ni los abrazos de las “súper nanas” franchutes (mamacitas), los que desencadenaron tal entusiasmo de solidaridad internacional…Dias antes, se respiraba la duda y el pesimismo y las encuestas de opinión, en ese entonces, no provocaban en absoluto, ese sentimiento de confortable certeza, cuando no cambian tan intermitentemente como hoy…
Hoy, justamente, las cosas son distintas, los socialistas ya no dan miedo como antes y su socialismo, cualquiera que sean las versiones o las vertientes de donde emerjan, inspiran muy poco temor. Por el contrario, gruesas capas de la sociedad exclusiva, combinan la extravagancia de sus gustos con el “choix”, socialista en política, porque esta postura confiere un aire de intelectualidad y distinción: Una Baronesa de indiscutible alcurnia, confiaba, recientemente a un diplomático peruano, que votará por la Señora Ségolène Royal, candidata que a pesar de su apellido, élla se encuentra en las antípodas de la nobleza…
¿Ha cambiado el socialismo?
¿Se ha alejado sine die del socialismo de Jauréz y Blum?
Las respuestas se extraen, naturalmente, de una combinación de las circunstancias actuales, dominadas por una férrea e irreducible globalización que exigen, un apartamiento tan inevitable como “realista”, de las tesis primigenias, lo que confiere, hoy por hoy, al partido socialista, una identidad ideológica y política, próxima del liberalismo, del cual se amamantan todos los candidatos, o se inscriben otros, en los vértices de la excepción, simplemente anecdótica o informal.
El examen de los programas políticos, con exclusión de los que insisten en la ortodoxia residual del marxismo, no ofrecen en materia económica, transformaciones substanciales que modifiquen las actuales condiciones del estancamiento empobrecedor, que sufren las clases populares, tampoco existe una visión intrépida y original, que vislumbre la manera correcta de salir, del explosivo problema que representa la protesta larvada de los sectores jóvenes de la emigración guetorizada y aislada, en las afueras de las metrópolis… Esa juventud, vive una sensibilidad eléctrica, a flor de piel, es suficiente un banal incidente de control de identidad, o una verificación de títulos de transporte, para dar origen a reyertas que dejan saldos negativos de animadversión y odio, frente a todos todos aquellos que representan la autoridad y, en términos materiales, los destrozos son tan estúpidos como innecesarios.
Nada de eso ha cambiado, solo hay cambios notorios en el espectro global de los electores, cuyas exigencias perceptibles y determinantes han provocado la configuración de nuevos métodos y procedimientos, en la forma de cómo desvestir mejor al candidato que les aporta, bajo el brazo, el abultado catálogo de promesas electorales. Los tiempos han cambiado al parecer, resulta duro para los políticos de cualquier confesión, en la actualidad, arrancar adepciones sin reflexión, o cosechar apoyos con pura demagogia verborreica, como en el pasado reciente, en que casi todos, prometían el oro y el moro.
Hoy, las antiguas celebridades y las estrellas de la información- espectáculo de la televisión, han desaparecido, para ser substituidas por televidentes de toda condición social, que cumplen el papel de los interrogadores tradicionales y lo hacen satisfactoriamente, dando a las emisiones políticas un tinte suplementario de veracidad, porque las preguntas no se conciertan con antelación, entre bambalinas y corredores.
