(Vira Gasot)
La magnitud de la matanza de 33 estudiantes en Virginia, por un individuo psicológicamente perturbado, confuso y poco claro en la explicación de sus actos, pone sobre el tapete, de nuevo, la vieja discusión que entraña posiciones y convicciones irreductibles a propósito del libre uso de armas de fuego en los Estados Unidos y señala, también, de paso, las graves perturbaciones de la sociedad americana, construida sobre el binomio deshumanizante que exalta los dudosos valores del individualismo egoísta y la competición a ultranza.
Es innegable, que esta filosofía de esclusivismos y particularismos, entre otras razones, ha conducido a este pais a la superabundancia que exhibe ante el mundo con una cierta soberbia y arrogancia, pero también lo ha conducido hacia una práctica que desconoce las nociones elementales de solidaridad social, empujando a sus ciudadanos a la cultura de la soledad, con su cortejo de enfermedades psicológicas depresivas que ello conlleva y a la desesperación de vivir, sin otro ideal u horizonte, que no esté determinado por la dictadura de su sacrosanta majestad…el dólar.
Esta discusión, agitará por algunos dias a los norteamericanos, quienes expresarán su justa reprobación e indignación por el horror terrorífico que provocó un estudiante sur coreano, en la reciente matanza perpetrada innoblemente en el campus de la Universidad Técnica de Virginia.
La prensa, usando de su semántica sensacionalista, que también es un valor asimilado a su cultura, inundará los hogares de ese pais con su aplastante volumen informativo poco analítico, experimentado en la minucia del detalle y explayado en el patetismo, que sabe trabajar y explotar muy bien el drama o la comedia humanas…Y que también sabe exportar con cierto impacto, al exterior, esta forma de concebir la información.
La prensa difunde ya, miles de informaciones conexas a esta tragedia, centenares de reportajes en medio de una conmoción social, que condena
de forma unánime la terrible violencia de esta matanza absurda, pero defiende y aprueba, mayoritariamente, el derecho constitucional de portar armas,
bajo condiciones poco estrictas, en nombre de una tradición que remonta a 1886, y que se sirve de los conceptos de Democracia y libertad para
exigir que esta visión tradicional sea respetada.
Esta certitud, permite a notables dirigentes de ese país, exhibir hoy, la contextura surrealista de afirmaciones como esta: “Si todos los estudiantes de
la Universidad Tecnológica de Virginia hubieran portado armas, habrían sabido neutralizar al asesino y se habría evitado asi, tantas muertes…”
Curiosa manera de enfocar las cosas, que traduce en algún parte, o en el todo, una inversión en las concepciones, en los valores y hasta en las
perspectivas de la razón. Los que piensan de manera contraria a esta afirmación no están en su sano jucio. Los enfermos somos nosotros, es usted,
soy yo, los que no podemos comprender el alcance monstruoso de esta proposición inverosímil del hombre con el hombre, los millones de años
transcurridos desde la concepción de la defensa y el ataque primitivos, es decir, desde la hora oscura del origen del hombre, hasta la era luminosa de
la tecnomogia, el hombre no ha avanzado, sólo ha perfeccionado sus instrumentos de muerte, no ha hecho nada, sólo regresar a las estepas del
paleolítico de donde, finalmente, nunca salió…
Una sociedad donde la tele realidad y aun más, el tele choque son solicitados por millones de personas y a nadie le choca que los protagonistas o los
candidatos a la muerte aborden el precio y las tarifas de su participación, por la exclusividad y la primacía en la teatralización de la noticia, de “su”
noticia, esos, tampoco son indicios suficientes para afirmar que este tipo de sociedad, urgida por el consumo y ungida por el egoísmo
“yoyista” no esté enferma. “Es nuestra forma de ser y nadie tiene la obligación de comprendernos”, decía el comerciante que vendió las armas
Asesinas.
Su argumentación coincide con lo que todo el mundo reconoce, hay una cultura de las armas de fuego, fuertemente arraigada en el corazón de una
cierta categoría de la población, cuya difusión y uso son banales y rutinarias porque forman parte de su derecho a la posesión y de su derecho a la
protección que la constitución garantiza. Esto,permite constatar la existencia de millones de aficionados que se entrenan regularmente y que pertenecen, la mayoría de ellos, a la National Rifle Asociación, asociación poderosa y temida desde todos los puntos de vista, porque tiene las riendas de un patriotismo exacerbado, y porque se organiza social y políticamente de una manera muy eficaz, convirtiéndose en promotor, especialmente en el seno del Partido Republicano, de los más oscuros y venales políticos de ultraderecha, que, como en el caso de Gerges Bush, este recibióla contribución directa de cuatro millones de sus miembros. Gracias a esta organización, los fabricantes de armas y municiones están exentos de toda
acción judicial.
Joan Burbick, en un libro reciente (New Press, 2006) Gun Show Nation, Cultura de las Armas y Democracia Americana, señala con mucho acierto que fue la tendencia ultraconcervadora del pais la que en 1960, bajo el impulso de la Segunda Enmienda de la Constitución, promovió el uso de las armas como medio de defensa contra los movimientos sociales contestarios de la época, los negros, los movimiemtos feministas y comunistas...
La larga tradición de violencia en este pais, no puede hacernos olvidar que fue a fuerza de balazos que lograron matar a Kennedy, a su hermano Robert
Y Martin Luher King y más antes, al propio Lincoln y a los presidentes Garfield, McKinley…
En la actualidad, y a pesar de las múltiples matanzas precedentes en otros centros de enseñanza, las condiciones no están dadas para espectar, a mediano plazo, una movilización masiva del ciudadano americano contra la prohibición total de armas de fuego, eso iría contra la naturaleza intrínseca de esa nación, contra su obsesión por las armas, contra su vasto poder económico y contra su amor por la legalidad de su uso, certitud que también inspiró su apoyo incondicional y encolerizado contra la supuesta posesión ilegal de armas de destrucción masiva en Irak, lo que como todos sabemos, fue una argucia metirosa y fatal que se revierte ahora, contra ellos mismos, como sugiere la vieja canción de la guerra civil española: "Que la tortilla se vuelva…”
¿Quién me enlaza?