El político Mario Vargas Llosa, publica hoy, en el diario El comercio de Lima, un artículo nominado: Prohibido Mentir, articulo que desarrolla sus puntos de vista con respecto a la reciente determinación del Parlamento Europeo, de elevar al rango de delito, el negacionismo del holocausto judío. Holocausto perpetrado contra el hombre en la persona de varios millones de seres humanos, que la Alemania nazi, en las década del 30 y del 40, inmoló ignominiosamente, para vergüenza de la raza humana y de la humanidad…
Vargas, empieza preguntándose “¿por qué, desde que leí esta noticia, he sentido incomodidad con la medida adoptada por el Parlamento Europeo?”
Antes de entrar en el examen incondicional de esta sublime interrogación, de corte jesuístico fariseo, nosotros, a nuestro turno, también nos preguntamos por qué, Vargas Llosa, nos incomoda con sus lágrimas de cocodrilo, invadiendo totalitariamente el muro de las lamentaciones tardías, ratificando con abundancia sospechosa su horror emotivo por la carnicería nazi, y conmoviéndonos, según sus propias palabras, porque ha “sentido náuseas visitando algunos de los lugares donde se perpetró la matanza como Auschwitz y Buchenwald”, y porque ha “sentido que se me saltaban la lágrimas…”
Haber llegado ha constituir el Estado de Israel, es la síntesis de una larga e ignominiosa persecución milenaria del pueblo judío, cuyas hecatombes no datan únicamente de los años 30 y cuarenta, sino que datan, también, de antes. Israel es una unidad indivisible entre su pasado histórico y este presente amalgamado de confusiones y de confusionismo que el escritor, queriéndolo o no, ayudó a desarrollar con sus insultos inesperados y no tan lejanos, al pueblo de Israel. Sus convicciones antihitlerianas, que no ponemos en tela de juicio, llegan muy tarde y ningún israelita se sentirá particularmente agradecido por esta repentina declaración, ciertamente interesada, como lo hace ver su amigo Carlos Semprum Maura, quien dice de él, justamente a propósito de su insultos: “Nadie puede entregarse impunemente al imperio Polanco, para sus artículos, sus libros, sus conferencias, sus euros…sin que se note…”
En cuanto a la auspiciosa declaración del Parlamento Europeo, que a la casi unanimidad aprobó, que negar el holocausto es punitivo, ha estado en boga, el punto de vista de muchos intelectuales europeos de los que Vargas se hace un cierto eco, repitiendo esos puntos de vista extraños que atribuyen una cierta “ilegalidad”, a la legalidad de las instituciones que configuran el esternón de la democracia contemporánea, cuando esta legisla, censura, vota y penaliza los holocaustos y genocidios perpetrados en el mundo.
La argumentación, no excede otro campo que aquel, de señalar que la determinación de la existencia o no de masacres y genocidios en el mundo, sólo incumbe a los historiadores; Lo contrario, piensa Vargas Llosa, “es correr un riesgo muy grande para la libertad intelectual -para la cultura- y para la libertad política, en reconocer a los gobiernos o parlamentos la facultad de determinar la verdad histórica, castigando como delincuentes a quienes se atrevan a impugnarla…”
No veo de que manera puede haber oposición entre el historiador y las instituciones políticas, si ambos arriban a simetrizar sus conclusiones. El
historiador certifica y la misión de la democracia, a través de sus instituciones, consiste en señalar los excesos que sobrepasan las leyes de la
guerra, de la ética y de la moral humanas y, por lo tanto, es legítimo y necesario castigar a los transgresores. Para eso han sido creados los tribunales
internacionales, que entre otras funciones, disponen a partir de ahora, del sustento jurídico necesario que les permitirá llevar a bien su delicada misión.
Por otro lado, en el caso del Parlamento Europeo y recientemente también, en el caso del Parlamento de la República francesa, los trabajos
preparatorios para la formalización de las leyes condenatorias del negacionismo contra el holocausto judío y contra el pueblo armenio, han debido
contar con el aporte testimonial de cientos de historiadores, de testigos oculares, de las víctimas y familias de las víctimas, hasta haber alcanzado un
consenso inequívoco, que va muchísimo más allá de las preocupaciones perogrullescas de Vargas, cuando sostiene que “quienes detentan el poder
político, no están en condiciones de decir con la objetividad, el rigor científico y el desapasionamiento moral que exige un quehacer intelectual
responsable, la naturaleza y el significado de los hechos que forman la historia…”
El propio Vargas en lo que toca al Perú, asume como definición certera la calificación de “masacres”, a las cometidas por Sendero Luminoso
Contra campesinos indefensos, como métodos inhumanos e inaceptables de “ejemplarizacion y escarmiento.” El poder político los ha elevado a la
categoría de delitos graves reprimiéndolos con severidad, mientras los escritores y sobre todo los historiadores, efectúan su trabajo para definir ante
las generaciones futuras la legitimidad de esta tipificación, lo que determinara, en el futuro, una base fundamental para hacer frente a la potencial
aparición de puntos de vista negacionistas que en toda lógica corresponderá, al poder político, defender el honor de la verdad.
En el caso turco, el negacionismo del genocidio armenio, tiene una base que se sustenta en el estado, por lo tanto, ese negacionismo es oficial y
detentado por el nacionalismo islamista, que se extiende hacia la mayoría de la población, a quien es absolutamente imposible, en las actuales
circunstancias, concebir un solo instante que ese país se asienta en mitos y mentiras fundacionales. En un pais de tales características, es imposible
por el momento, revisar su posición frente al horrible drama genocidiario armenio y que, se extiende también, hacia otras poblaciones, como los kurdos,
los grecos, los caldeo asirios…
Numerosos sectores de la intelectualidad Armenia, sienten con reconocimiento que la soledad que propugna el ostracismo de la negación, está
ocupada a hacer fisuras importantes en el exterior y en el interior del país y se ocupan, en la actualidad, del acopio el máximo de pruebas, esperando el
dia en que el estado turco abra, en fin, la página de la abolición constitucional que incluso prohíbe hablar de genocidio. En toda lógica, la aspiración
turca de hacer parte de la comunidad europea, no podrá concretarse sin antes hacer ante el mundo, un honorable examen de conciencia, restituyendo
moralmente al pueblo armenio, lo que la barbarie arrancó a comienzos del siglo XX.
Todos los actos de barbarie criminal, que en nombre de ideas sustentadas en la aventura, en el individualismo antisocial, que apaña el mercantilismo
capitalista y otros, deslizándose por la pendiente de la historia y entrañando sobre su pasaje la desolación y la muerte de seres humanos inocentes,
hay que combatirlos. Ese será un combate ético y moral que comprometa a todos los hombres libres, sin la cucufateria de reclamar prioridades,
rangos, posiciones, posturas, o esclusivismos. Sólo existe un solo frente único contra la barbarie, con distintas trincheras, es posible, pero el objetivo
es uno sólo y cuanto más sean los participes en tanto que hombres o instituciones, será más veraz y perecedero.
(Ver:TURQUIA: COMENZO LA HISTORIA DE SU FUTURO de enero 2007 en Conversaciones en la Capilla)
¿Quién me enlaza?