(Vira Gasot)
La crisis relámpago con sus centelleos de cóleras, amenazas y finalmente abrazos, que envolvió a los tres paises andinos del norte, parece haberse congelado. Sólo quedan las comedidas comedias extemporáneas de la comisión de la Organización de Estados Americanos (OEA), venida al teatro de los hechos, y quien aseguró hoy que analizará la posibilidad que una guardia internacional vigile la frontera con Colombia, ante un pedido del Gobierno de Ecuador.
De este viaje insulso, Insulza ha declarado: “Ha sido muy productivo ver el lugar, hablar con los militares, constatar la incursión colombiana. Nuestro objetivo es que esto no se vuelva a repetir. De aquí iremos a Bogotá, para escuchar la versión colombiana de los hechos y presentaremos nuestra opinión ante el Consejo de la OEA”,
Esto lo dijo muy orondo el secretario general, José Miguel Insulza, convirtiendo en definitivamente inútil a la organización que representa, mientras su socio mayor los EU, continúen a perpetrar a la sombra o se involucren con claridad, en el soporte material y humano de las agresiones que luego “visitan”, “examinan” y enseguida promueven la aprobación de resoluciones cantinflescas, en el seno de esta organización concebida por el imperio para defender al imperio.
Entre los árboles tumbados, los cráteres abiertos por las bombas de presición americana, por las granadas inteligentes que también agujerean el suelo Irakí, los delegados de la OEA pudieron convencerse de la falsedad de las primeras declaraciones “calientes” de Uribe, sugiriendo que se había tratado de un combate en el que fueron atacados por los guerrilleros.
El olor ha quedado estacionado entre las cortezas de los árboles del sector. Las huellas de la desesperación, impregnadas en las pisadas de la huida, todavía frescas y nítidas con el sol. La ropa de estilo militar y civil, desparramada junto con implementos de aseo personal y algún otro despojo de un cuadro decorativo infantil, testimonian lo sorpresivo y brutal que fue el ataque.
Una plancha, una antena satelital, medias de niño, medicinas, comida con la leyenda de las FARC, que también se entrega a los poblados hambrientos y hasta una “cabellera negra de mujer…” son en suma, los rastros arteros de la violación de la soberanía del Ecuador, del apocalipsis de fuego y de sangre que sembraron ilegalmente, y del quebranto unilateral de las leyes de la guerra que acabaron con la vida del Comandante Raúl Reyes y con la liberetad de Ingrid Bétancout.
La posición peruana que respira por el orificio de un tácito entendimiento ideológico entre Ecuador y Chile, ha privilegiado la política pirata de la conveniencia y del silencio hipócrita, antes que la condena viril y resuelta por la infraganti violación de la soberanía ecuatoriana, y su apoyo al Presidente Correa, apoyo calculado y de labios para afuera, imposible de evadir, consigna no la prudencia, sino el miedo de salirse del libreto escrito por Bush, cuyo segundo capítulo prevé al Perú como punta de lanza política, para atizar el odio contra Venezuela, con el cantado discurso de su ingerencia en el sur del Perú. Atacar violentamente a las FARC y a Venezuela, es una cuestión de días, los títeres afilan la lengua.
Los acalmados sones de la guerra no definen si su silencio es en beneficio de una paz durable o se trata de una corta tregua. Las FARC, que irrumpen poco a poco en la conciencia de la humanidad, desenmarañando las aureolas diabólicas que les han fabricado los imperialistas y sus plumíferos al estilo de Lauer y Aldo M. y otros en el Perú, hacen la guerra pero tienen vocación de Paz. Mientras que Uribe y Bush predican la paz haciendo la guerra, impulsando las guerras sucias, sirviéndose de los asesinos y de los narcotraficantes de toda calaña, y de la CIA que está infiltrando peligrosamente los campamentos revolucionarios.
La posición peruana que respira por el orificio de un tácito entendimiento ideológico entre Ecuador y Chile, ha privilegiado la política pirata de la conveniencia y del silencio hipócrita, antes que la condena viril y resuelta por la infraganti violación de la soberanía ecuatoriana, y su apoyo al Presidente Correa, apoyo calculado y de labios para afuera, imposible de evadir, consigna no la prudencia, sino el miedo de salirse del libreto escrito por Bush, cuyo segundo capítulo prevé al Perú como punta de lanza política, para atizar el odio contra Venezuela, con el cantado discurso de su ingerencia en el sur del Perú. Atacar violentamente a las FARC y a Venezuela, es una cuestión de días, los títeres afilan la lengua.
Los acalmados sones de la guerra no definen si su silencio es en beneficio de una paz durable o se trata de una corta tregua. Las FARC, que irrumpen poco a poco en la conciencia de la humanidad, desenmarañando las aureolas diabólicas que les han fabricado los imperialistas y sus plumíferos al estilo de Lauer y Aldo M. y otros en el Perú, hacen la guerra pero tienen vocación de Paz. Mientras que Uribe y Bush predican la paz haciendo la guerra, impulsando las guerras sucias, sirviéndose de los asesinos y de los narcotraficantes de toda calaña, y de la CIA que está infiltrando peligrosamente los campamentos revolucionarios.