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viernes, 14 de marzo de 2008

POBRE GARCIA CANINO




(Viara Gasot)


Ahora
que el dedo de la evidencia se ha plantado derechito en el caso de la señora Tula Benítez y que ha sido necesaria una musculosa intervención presidencial para detener el loco frenesí de las sombrías maquinaciones, el terreno se hace mas llano y las primeras conjeturas nos empujan a deplorar la falta de entereza del Presidente García y la triste actuación del Secretario General del APRA en todo este proceso de corrupciones, las unas más graves que las otras, pero todas, concebidas y organizadas por los dirigentes del Apra para escamotear otra gran corrupción, corrupción mayor y esencial, aquella que indignó a los ciudadanos con las prácticas escondidas de la contratación de empleados fantasmas en el Parlamento.

El carnaval de las maniobras fraudulentas, el furor impetuoso del chanchullo que se erige como norma de conducta humana de los compañeros apristas en el Congreso, nos hace pensar que existe una especie de desfase en la percepción de las cosas, una pérdida clamorosa del sentido de la realidad que no se manifiesta nítida para los apristas, sobre todo, cuando esa realidad, auxiliada de sus aristas inexorables que involucran algún sentido de la razón y del bien, se manifiesta repulsiva contra la deformación arbitraria, contra la irracionalidad de sostener tercamente el pecado capital, con otros pecados capitales.

El slogan, “A más mentiras, más Aprismo”, aquel de la gloriosa época de la persecución, se transforma tristemente ahora, en: “A más Aprismo, mas mentiras” y, por extensión, “a más aprismo, más deshonra”.

García administra sus yerros con la misma carapaza que protege a sus ojos daltonianos. El dejó podrirse este incidente, con la esperanza secreta de que el tiempo vendría en socorro de su protegida, la Señora Benítez y que las cosas se calmarían con unas cuantas fintas leguleyas, cuando el dossier ingresara en el laberinto de los reglamentos y de las comisiones parlamentarias. A la base, existe luego una profunda deformación en la estructura del deber, en la estructura de la concepción del deber que un presidente debe imponerse, cuando es conciente de que su función lo obliga a mantenerse en el respeto instantáneo y profundo por la verdad, a reaccionar inmediatamente frente a las aberraciones inexcusables, sobre todo, cuando esas aberraciones provienen de sus propias filas. Cortar el chupo por lo sano, sana de toda enfermedad posterior.

En este mismo orden de cosas, la reflexión nos conduce también a contrastar a un Presidente García, cuyas deformaciones de conducta lo obligan a sostener contra viento y marea un compendio interminable de contrasentidos y aberraciones que esconden mal su espíritu torcido, cuando por ejemplo, injuria gravemente a modestos campesinos cuya situación de pobreza y marginación los obliga a protestar, tildándolos de “comunistas” y “terroristas”, a los maestros los califica de “vagos y de ignorantes”, a los periodistas de “traidores”. Pero el sumún sociológico en la panacea insultativa del adefesio, en la categoría de clases sociales también inventadas por él, nada supera como creación heroica del mamarracho universal, a su “perro del hortelano
Y asi, en la prolongación retorcida de sus actos, descubrimos también que sus correctivos de la hora undécima son prolongaciones útiles y estudiadas cuando pueden servir hasta el final, al principio de la deformación que él cultiva tan bien, porque sino se puede salvar al soldado Benítez, su cadáver puede salvar al soldado Alva, lo cual nos permite recordar otro slogan célebre de los compañeros, “Aprista, hasta la muerte."