CREO que desvarío sin remedio. Creo que mis convicciones y aun más, mis sentimientos se tiñen de afrecho, ese noble producto que dan a comer a los cerdos y que tanto les apetece. Creo que lo que cambia para bien en el Perú, son los otros. Yo me mantengo entupidamente aferrado a ideas infectadas, que se desagregan de un cerebro terco y sin duda, de purulencias que dan asco y horror.
La certeza de no existir en el mercado ninguna medicina, nada eficaz que cure mi dolencia, esa insoportable enfermedad que me margina, sólo puedo invocar la extirpación compasiva, previa represión aislante a ser practicada por los otros, por los que cambian para bien en el Perú y de preferencia, por Tula Benítez, la mas clara, la más grande exponente del honor, de la moralidad y de la decencia peruana.
Pero, hasta el último segundo de mi existencia, seguiré insistiendo en que el cuchitril de las perfidias increíbles, de los verdaderos cerebros fétidos y desviados, se encuentra en el Parlamento Nacional y particularmente en las células modificadas del Apra, virtuales campeones de la indecencia, de la corrupción escandalosa, del tráfico leguleyo que moviliza los costados y las profundidades oscuras y que invectiva lo esencial, el centro de la moral.
La certeza de no existir en el mercado ninguna medicina, nada eficaz que cure mi dolencia, esa insoportable enfermedad que me margina, sólo puedo invocar la extirpación compasiva, previa represión aislante a ser practicada por los otros, por los que cambian para bien en el Perú y de preferencia, por Tula Benítez, la mas clara, la más grande exponente del honor, de la moralidad y de la decencia peruana.
Pero, hasta el último segundo de mi existencia, seguiré insistiendo en que el cuchitril de las perfidias increíbles, de los verdaderos cerebros fétidos y desviados, se encuentra en el Parlamento Nacional y particularmente en las células modificadas del Apra, virtuales campeones de la indecencia, de la corrupción escandalosa, del tráfico leguleyo que moviliza los costados y las profundidades oscuras y que invectiva lo esencial, el centro de la moral.