No se en qué año naciste, Aldito Caviargra, pero eres un mal parido. Mal parido. Tu abuelo fue un inconmensurable señor, cuya evocación respetuosa y emocionada, todavía denuncia en el universo, las picas tajantes de la ancestral miseria del Perú, picas que nos cercenan desde antes que tu nacieras y que hombres de tu condición, solo sueñan con afiliarlas en la eternidad y afilarlas en permanencia, solo sueñas en perpetrarlas. Por ello, no eres ni el calco ni la copia, ni la copia del calco, ni la sombra de la sombra, solo eres la incertitud genética. ..Nacido, únicamente para insultar, agraviar, injuriar, ultrajar, denigrar, vilipendiar, escarnecer, mancillar, humillar, afrentar, menospreciar, despreciar y para conjugar al infinito todos los epítetos que glorifican la calumnia y el asecho viral de los que no piensan como tú
Tu abuelo no fue rico, Aldito Caviargra. Socialmente, obró hasta la muerte para dibujar con su humanidad el rostro perfectible del hombre en comunidad, justamente, para impedir la visión del mundo en la forma achatada y comprimida de una escala, escala social por la que tú no caminas… Escala por la que solo te arrastras, escala que sueñas alcanzar con desesperación hasta sus primeros hitos, transportando las más rampantes de tus ambiciones, el peculado promisorio de tus falsificaciones arbitrarias, el botín de tus verdades mentirosas y de tus mentiras verdaderas, la apología inmoral de la riqueza de los ricos y el vituperio vindicativo de la justa distribución para todos, también para los pobres…
Lo único que posee la extraordinaria visión de tu abuelo, Aldito Caviargra son los rituales sencillos de la solidaridad humana de la que tú te burlas y a la que tú repudias, cuando en lo cotidiano, sueles erigirte en el neogamonal ubérrimo de diapasones fascistoides. En el correo que transporta basuras no reciclables o ya recicladas por tus pares. En la concentración de mil aguajes marinos de un verano particularmente canicular, pestilentes y nauseabundos, aguaje tuyo el que distila odios hediondos y sulfurosos. Es la proyección pendenciera de tus frustraciones de la infancia y de los descalabros pueriles de tu juventud mal vivida, de tu sexualidad confidencial pero apostrofada de importantes e impotentes nulidades, a los 17 y a los 27…
Asi nacieron, Aldito Caviargra, tus agresiones profundas y froidianas que enlutan a tu blanco hígado con la negra belladona, para acelerar su purulencia cuando escribes, defenestrando el respeto y zurrándote en el hombre, innovándote en master de los hombres, cuando redactas desde lo alto, con la pluma sañuda sin gracia, pero graciosamente encarnizada. Cuando atacas innoblemente a los indios de mi patria…
En el cole, nunca fuiste brillante, plagiabas y mentías. La formidable reputación que heredaste gratis, te aventajó con discretas pasadas de mano, incluso de profes simpáticos y de probables simpatías caviar, caviar que bien tú y Fujimori, Aldito Caviargra, ese secreto mentor de tus marcialismos escondidos, ese clandestino inspirador de las turbulencias represivas que soplas a la oreja de Alan , denominan desde la esquizofrenia del macartismo criollo, a todos los que se definen, se enamoran y se demoran entre los más bellos sentimientos de la tierra, sentimientos humanos que tu abuelo contribuyó a exaltar.
Las ONGs que tú fustigas, acaban de consolidar nuestra decencia nacional. Su machacadora terquedad ha conseguido, por supuesto entre una infinidad de otros corazones rojiblancos, que extraditen a Fuji y que lo calateen ante la ley y ante sus crímenes, ¿tendrás tú, Aldito Caviargra, la misma honestidad de combatirlo, sin medias tintas ni tintas medias?