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jueves, 6 de septiembre de 2007

PAVAROTTI DIVINO

Después de Enrico Caruso, la más universal de las voces, aquella que solía encender profundos estremecimientos, se acaba de extinguir de una enfermedad traicionera. Los detalles arduos y pesados del dónde y cómo, se podrán leer en todo lado, ellos se ilustran con toda clase de pormenores en todos los periódicos del mundo y desde luego, no se escatiman los adjetivos justos de un reconocimiento mundial y emocionado por el tenor de tenores.

Pavarotti ha muerto. Su voz silenciada por el cáncer, perforó en numerosas ocasiones las convenciones de estética musical y dejaremos a los expertos los cuidados de ahondar sus observaciones ortodoxas. A nosotros nos subyugó el timbre de su voz y la radiante generosidad que lo llevó a confundir la Opera con géneros menores, a la mezcla de estilos en los que participaron estadios entusiasmados y delirantes y se produjo el milagro de atraer a un público de numerosos y nuevos iniciados, al placer del gran repertorio de la música clásica.

De sus interpretaciones verdinas, también nos quedará el talento de la voz que nos hace temblar y tiritar, antes que la opinión de los puristas, que lo acusaron de no profundizar la psicología de sus personajes. Nos quedará también, su risa franca y festiva pero más aun, su combate feroz y desigual contra la muerte. Adiós, divino Pavarotti.