(Vira Gasot)
El primero de los sentimientos que agita el corazón, es la gratitud y el reconocimiento por la desición de la Corte Suprema de Chile, al acceder favorablemente a la petición peruana de extradición del Señor Alberto Fujimori, ex Presidente del Perú, inculpado de gravísimos cargos, contra los derechos humanos y por delitos de corrupción.
El segundo sentimiento, es la auto crítica franca y abierta por haber subestimado el comportamiento ético, no solamente de los jueces involucrados, sino de algunos políticos y funcionarios chilenos que nos indujeron, injustamente, en la apreciación personal subjetiva sobre sus actuaciones y en el calificativo presuroso y desproporcionado sobre sus conductas.
Sinceramente, creímos que no resistirían enhiestos, como lo han hecho, a las inevitables presiones e intentos de coerción real o teledirigida desde el interior, pero sobre todo desde el exterior, para satisfacer las absurdas preocupaciones o miedos compartidos de desestabilización. Salvo si se confirma que el juicio, podría despertar por “carambola”, el interés y la preocupación por otros delincuentes protegidos por la inmunidad y autores también, de delitos similares…
Incluir todo esto en la confortable cuenta de la indignación y la cólera, sería injusto e indecoroso. Simplemente, nos equivocamos. Gravemente. Perdón.
Esta desición, es también de lejos importante y significativa para Chile, porque ha cortado de cuajo el cordón umbilical, que aun entretenía la justicia con los estamentos delictivos intocables y residuarios de la propia dictadura pinochetista y el espacio que se han abierto ahora, con la valerosa determinación judiciable de otro pretendido intocable dictador latinoamericano, permitirá que se respiren nuevos vientos literales de justicia, los mismos que actualizan la vieja sentencia según la cual, “la justicia tarda, pero llega…”
La extradición del ex Presidente Fujimori, ha suscitado las primeras reacciones oficiales que multiplican, innecesariamente, los apremios de corrección y justicia con el extraditado, a quien garantizan ya, una impecabilidad reiterativa y obvia de respeto por sus derechos de reo; los llamados a la serenidad y a la calma están a la hora del día y se pondrán de moda por algunos días más.
También, en los aburridos editoriales de los periódicos vergonzantes, respiraremos las mismas cacofonías idiotas para significar que la justicia no debe cometer ni excesos ni revanchismos, en un prurito antelado de visibles concesiones. Fujimori es un asesino y es acusado de crímenes de lesa humanidad y hay que tratarlo como tal; con todo el desprecio existencial y sin misericordia, porque los muertos y desaparecidos injustamente y que se contabilizan por decenas en su haber, no volverán jamás.
Ojo, este no solo es un proceso político judicial, es un veredicto de discernimiento sobre el valor y la vigencia de los derechos humanos y cómo los peruanos entendemos defenderlos. Ojo también con el Apra, su dominio y pericia en los subterráneos y cloacas, en los arcanos de los compromisos nauseabundos, puede condensar y concertar fácilmente una farsa…Vigilante, vigilancia. Vigilancia vigilante...