A diez años de distancia y muy lejos de la endiablada emoción que suscitó en el mundo entero la muerte de Lady Diana, el 31 de agosto de 1997 en Paris, Los ingleses celebraron esta desaparición violenta en medio de una calma excepcional, pero con las exigencias que la tradición impone. El desbordante fervor ha desaparecido, pero el mito queda y se engrandece; más aun ahora, que todavía no aparecen claras las explicaciones sobre las verdaderas causas del accidente mortal en el Puente del Alma.
A la histeria colectiva que sacudió a la Gran Bretaña, el día de su muerte y los días sucesivos, el tiempo devuelve a los ingleses su flema habitual, más una imagen mitigada de afectos inolvidables, cierto, pero desprovistos del dramatismo patético, que también se transportó al mundo entero y que provocó, extrañamente, que mucha gente pobre, y pobre gente, llorara desconsolada y a moco tendido.
Claro, había muerto la “Princesa de los pobres”, la pobre infeliz que su marido engañaba miserablemente siendo inmensamente bella y generosa, y que, la bazofia del sensacionalismo universal la cubrió, con casi celestiales hábitos de pureza semi virginal, próximos de la beatitud y la santería y que incluso ahora, otros bellacos se dedican a vivificar la saga agonizante con elucubraciones intrigantes, con conjeturas trasnochadas, en medio de esa especie de fascinación idiota por los gestos y anti- gestos de una monarquía insensible, insípida, caduca e intrascendente.
Una sola ceremonia oficial ha sido organizada y como homenaje discreto, una misa en la Capilla de los Guardas, cercana al Palacio de Buckingham, con asistencia de 450 personas elegidas rigurosamente, entre las que destacan, el viejo y el nuevo Primer Ministro, el infalible Elton Jhon y Mario Testino, responsable en parte, del mito que su fotografía contribuyó a engrandecer, en medio de grandes reportajes internacionales que mostraban a la princesa solitaria, embarcada activamente en la caravana de la caridad. .. Cuando alguien le preguntó, en la ultima redifusión de sus declaraciones, si se sentía bien, ejercitando ese papel y porqué, ella respondió con una sorprendente carcajada de sinceridad: “porque no tengo otra cosa que hacer”.
La filantropía y la caridad que practican las grandes sociedades de consumo, requieren de una etiqueta de marca que las dinamice, pero en el fondo, esas prácticas son el reconocimiento elocuente de lo ineficaz del sistema, del carácter marginal de sus ayudas, de su fracaso e impotencia para participar de otra manera más eficiente en la extirpación real del objeto o el sujeto que inspira su compasión. Las filantropías, a menudo son los tubos de escape que una economía potente organiza, en el cuadro de conveniencias fiscales y otros altos arreglos que no son tan generosos como se cree, sino convenientes a los unos y a los otros…
Lejos están, los centenares de técnicos, operando más de cien cámaras de TV, los ecrans gigantes diseminados por todo lado, mostrando a millones de personas las imágenes dolorosas de las obsequias fúnebres, con sus vástagos William y Harry, escoltando el féretro de su madre y auscultados en permanencia por la mirada fría de la Reina madre y por la compasión lagrimosa del vivo y en directo. Todo ello, reducido a su mínima expresión, solo a diez años de distancia, a poco tiempo del segundo matrimonio del heredero del trono, el Príncipe de Galles, a pocos días de una encuesta muy seria que revela, que más del 40 % de los ingleses, aprueban a su amante y ahora nueva esposa, y estiman que Camilla, debe ser la nueva Reina, al costado de Charles… La constancia de de la inconstancia, es la ausencia de estabilidad y permanencia, la odiosa facilidad con que se cambia de amigos, se invierten las pasiones y se muda de opiniones…!A reina muerta, reina presta!