En un contexto de extrema politización, donde los ventrílocuos y sus negras manos invisibles, activan en todo sitio a sus guiñoles para dar pautas, para sembrar el miedo que recolecta la inhibición o la cobarde abstención de los débiles, para desestabilizar y generalmente imponer a la opinión sus eméticos designios, es moralmente lógico y hasta obligatorio gritar alto y fuerte para denunciar las sucias combinas, cualquiera que sean sus banderas, cualquiera que sean las estrategias destinadas a evadir la justicia y contornar la verdad, cualquiera que sea nuestra posición y rango.
Pero, la más sucia de las combinas no viene de Chile. Viene de palacio de gobierno, con la argumentación del “despolitizamiento” de la extradición que define la impostación de una falsa independencia política, frente al caso del fujitivo que es, por excelencia y anotomasia, un caso de corrupción y criminalidad política contra los intereses del Perú, que en todo orden de cosas, corresponde al Presidente asumir el rol de su defensa, sin ese vulgar bouclier de imparcialidad embustera, que esconde un vientre engordado de componendas, de negociados, pactos inmorales y secretos, de gran talla.
Sepan que en este país, gracias a las audaces denuncias, a las imprudencias y a las impertinencias, damos en el clavo y aprendemos a detectar y abominar la pestilencia abjecta que cunde y destilan los sátrapas, aunque seamos desatinados con los apremios mentirosos que nos urge la diplomacia, como lo ejemplariza Chehade, con su grito providencial, grito honesto de alerta a la conspiración contra la dignidad de nuestro pais, a quien se le prepara una artera trastada legal para legitimar la fuga de Fujimori.
Ese Cehade infantil que el tríptico de la vergüenza condena pidiendo a gritos su cabeza, con Aguinaguiñol como fiscal del estiércol y el chanchullo avezado, es decir: Los capitanes del gran capital, el Apra y la mafia fujimontesinos, es un tipo con cojones, su gesto lo engrandece y solo aquel que llega a ser grande en la vida, será gratificablemente un niño toda la vida.