(Segunda parte)
El tragaldabas petulante que dirige “Correo”, el mismo que dicen que es el nieto pródigo del Amauta, escribía esta semana en su papelucho chistoso pero provocador, sus berrinches ultrasónicos de cortesana despechada, luego de que el Tribunal Constitucional colocara algunas estocadas certeras, sobre el lomo curtido de la creciente intolerancia persecutoria del gobierno, decretando la inconstitucionalidad parcial de la ley, conocida como ley anti ONG.
Sus aullidos, desgarrados y desgarradores, a falta de sustentación argumental válida o ingeniosa, se detenían a insultar y a cotejar su nombre con el nombre “Magdiel”, nombre de pila del Doctor Gonzáles Ojeda, miembro del TC, al que sus certitudes ególatras y vanidosas nominaban inaudito y raro; insinuando de paso, que el suyo propio, posee un atorrante grado de conspicuo y aventajado. Es su estilo: “solo yo y nadie más que yo.”
En este tópico amateur pero lastimoso, creo que asumir con auténtica decencia un nombre poco conocido en el Perú, es mucho más digno que portar con indecencia y maldad, un apellido conocido y de tan dignas como respetadas evocaciones en el mundo entero.
Pocos saben que el Doctor Magdiel Igdalías González Ojeda, es un viejo conspirador de los telares artesanales que tizaron en el Perú, hace más de 35 años, los rudimentos soponciales de la Cooperación Técnica Internacional. La constancia y tenacidad characata hicieron que este ilustre hijo de la ciudad blanca, consagrara algunos de sus años profesionales a la administración y al desarrollo de la cooperación, en su frágil faceta de filosofía y en su mancillada contextura de política con sus barnices variopintos y desabridos, pero siempre manteniendo coherencia y una cierta altura, hasta que el Apra la hizo trastabillar, para hacerla caer estrepitosamente en la confusión de veleidosas cacofonías, en la grosera ignorancia de sus finalidades, en la extrafalaria asignación de sus roles y en la trasnochada definición de sus competencias.
Es verdad que la cooperación internacional, esa manifestación de solidaridad universal que en sus orígenes movilizó a los paises desarrollados, comprometiendo una importante aportación económica consagrada en su PIB y con destinación hacia los paises sub-desarrollados del resto del mundo, fue un pequeño suspiro de mala conciencia, destinada hacia los paises que comenzaban a confirmar su posicionamiento ineluctable en los rangos inferiores de la distribución de la riqueza universal.
Pero más que suspiro de mala conciencia, fue un acto mezquino, la promoción de la dádiva internacional, el fomento de la limosna con etiquetas de generosidad teóricamente desinteresada, que no solo no atenuó la miseria, sino que engrandeció la mendicidad. Los estados donantes se dieron cuenta rápidamente, además, que un sistema bien organizado de cooperación internacional, caía como guante a la mano, a las nacientes exigencias de expansión económica y dominio estratégico en el que competían las naciones industrializadas y se lanzaron a embaucar al mundo entero con sus certitudes ciclópeas, asegurando que la disminución de la “brecha” que separaba a los pobres de los ricos, podía ser calafeteada filantrópicamente por la cooperación internacional, a través de una eficiente “transferencia de tecnologías.” Resultado, nosotros nos quedamos con las magras transferencias y ellos se quedaron con las deslumbrantes tecnologías. Asi conocimos las mentiras universales que supieron dar sustento a otras mentiras y mentirosos nacionales, que se matricularon inmediatamente en esta farsa de lucha contra el subdesarrollo, en esta filosofía de la sumisión, en esta alianza para el progreso, que en efecto hizo progresar hasta el delirio cibernético, únicamente a los más poderosos del planeta.
A más de 50 años de tan bravías exhortaciones, continuamos ahí donde siempre estuvimos, entre el emplasto y las muletas, y más impotentes aun ante los nuevos designios señalados para los 50 años a venir, y que ya se condensan en el nuevo eslogan mentiroso: “Objetivo del milenio, erradicar la pobreza extrema en el mundo…” Y… siempre, contando por su puesto, con la colaboración “desinteresada” de los poderosos paises ricos…
Más modernos y menos avergonzados, los paises capitalistas donantes actuales de cooperación internacional no reembolsable, asumen sin ambages que este rubro, forma parte de los objetivos económico y financieros de su política diplomática exterior y de sus estrategias nacionales para proyectar más allá de sus fronteras sus expectativas de influencia geoestratégica. Es evidente que los proyectos de cooperación internacional activos en un pais, facilitan las negociaciones y las grandes transacciones comerciales, inclinando la balanza en favor de los donantes. Sin embargo, esos proyectos no responden y nunca han respondido a las exigencias de desarrollo nacional. No existe o existe infinitesimalmente una cooperación desinteresada. La prueba irrefutable de esta conclusión, son los resultados en África o en América Latina, los mismos que después de medio siglo de presencia cooperante, ese concurso resulta banal y marginal a todo contexto de inversión estructural, indiferentes y extraños a los esfuerzos de los gobiernos nativos, por concentrar todos los recursos económicos nacionales y extranjeros en una propuesta sistémica y combatir el sub desarrollo de manera racional y coherente. Es más, la mayoría de los proyectos de cooperación en el Perú, han costado caro al erario nacional por la obligación nominal de las contrapartida en bienes, servicios o recursos nacionales, sin contar que los montos globales de la cooperación, convenientemente publicitados por el donante y el receptor, esconden o hablan muy poco de los porcentajes de operación administrativa, que generalmente son elevados por los techos salariales y por las obligaciones de seguro y otros que aventajan al pais donante.
Ahora bien, qué diablos vienen ha hacer las llamadas ONG, en esta genérica y sombría introducción. Este será el tema de la segunda parte de estas conversaciones en la capilla. Naturalmente y hasta aquí, nos hemos referido a la globalidad de la Cooperación Internacional que, agregando la palabra “técnica”, nos introduce en el universo de relaciones que conciernen a los acuerdos bilaterales o multilaterales, de gobierno a gobierno y que son ejecutados por los organismos del estado receptor de la cooperación, a través de sus múltiples dependencias y ministerios oficiales.
En un esquema de organización económica planificada o semi-planificada, la Cooperación Técnica Internacional asume el nombre de Sistema, porque involucra a todos los sectores de la organización del estado, a donde las tentativas de concentración de los recursos, tiene más promisorias esperanzas de utilidad y racionalidad, que el desconcierto y anarquía del sistema liberal que deja hacer y deja pasar, asústense, sin ningún verdadero control, ahí donde nuestra soberanía lo exige con las exploraciones disfrazadas de cooperación y que buscan, esencialmente, nuevos recursos energéticos, la prospección de minerales, nuevos insumos para la industria mundial de los fármacos, de la alimentación y un nutrido etc.
(Continúa)
SEGUNDA PARTE
Las cartas de intención y otros mecanismos diplomáticos de ese género, en los que dos paises entienden y deciden cooperar, preceden, generalmente, a los grandes acuerdos de cooperación interestatal o bilateral, de aplicación sobre todos los dominios sectoriales y sirven de marco jurídico para la suscripción posterior de convenios de cooperación específicos, sean estos públicos o privados.
La cooperación es “pública” cuando se acuerda entre las organizaciones oficiales de las fuentes donantes y las organizaciones del estado receptor, como son los ministerios y otras dependencias estatales o para estatales, las mismas que ponen en marcha, sobre el terreno, el concepto de “Cooperación Técnica Internacional”, a través de estudios o de proyectos concretos y específicos, preestablecidos o no y que se aplican, jurídicamente, en el espacio del derecho Internacional y del derecho publico y administrativo. Los acuerdos multilaterales se practican con los entes u organizaciones internacionales, como la ONU, por ejemplo
A partir de este entendido, estamos frente a una Cooperación Técnica Internacional no reembolsable que está sujeta, naturalmente, a todos los mecanismos de control, evaluación, y fiscalización, comenzando por aquellos que se establecen claramente en el propio proyecto y que incluyen, dentro de las exigencias técnicas, la claridad y transparencia en los organigramas de operación, en el avance de las metas y en el calendario de ejecución del gasto a cargo del donante y de las contrapartidas nacionales pactadas. Es obvio que este tipo de cooperación, al ser gestionada por el Gobierno a través de su Agencia, al ser ejecutada a través de sus ministerios u organismos públicos, es objeto de control, vigilancia e inspección de forma permanente y exclusiva por el Estado.
La priorización de estos proyectos de cooperación Internacional de carácter público, es una prerrogativa inherente y fundamental de la política del gobierno, de lo que este entiende por desarrollo, de su visión -si existe alguna-, de considerar o no a las aportaciones de la Cooperación Técnica Internacional, como aportes de complementariedad dentro de su presupuesto nacional, lo que redundantemente lo obligaría a racionalizar todos sus recursos, propios y externos, y a “priorizar” sus proyectos, en función de una política nacional de desarrollo clara, con objetivos y metas transparentes, de todo lo cual lo cual, el gobierno carece lamentablemente o no lo ha explicitado públicamente.
La cooperación “privada”, también tiene su sustento jurídico en el marco de los grandes acuerdos de cooperación internacional bilateral, es decir, en aquellos acuerdos o convenciones de cooperación o sus desagregados, que el pais suscribe de gobierno a gobierno y en donde generalmente se definen genéricamente los campos, como lo social, la educación, la salud, el medio ambiente, los derechos humanos, etc. y cuyos donantes son organizaciones privadas, que contactan su cooperación con otras organizaciones privadas receptoras o también con el Estado, como es el caso de Cáritas Internacional, por ejemplo, cuyos aportes son canalizados, en algunos casos, de forma directa por las organizaciones del Estado.
La cooperación “privada”, también recibe fondos no reembolsables del exterior y su característica principal, es que estos fondos no son de origen estatal y por lo tanto, es un contrasentido garrafal, pedir y más aun exigir cualquier tipo de fiscalización, como tan groseramente lo reclamaba el Propio Haya de la Torre, Director de APCI, dejando en claro que si no se trataba de una suprema y supina ignorancia, se trataba de un burdo estratagema persecutorio, ideado por el Apra, para atentar contra varios derechos, entre ellos el derecho a la libertad de organización, pero sobre todo, haber creído encontrar la excusa y el mecanismo ideal para combatir la creciente impertinencia de las ONGs, en sus actividades de preservación de los derechos humanos, la libertad, la democracia, el medio ambiente, etc. La labor sinceramente eficaz de las ONGs, su compromiso serio con la vitalidad de la razón que les asiste, aparece sobre un plano de deslumbramiento y admiración internacional.
Agustín Haya de la Torre, equivocando gravemente la finalidad de la institución que dirige, siendo responsable directo de la gran confusión que tercamente ha hecho perder, en el nivel internacional, la simpatía de los cooperantes por el Perú y en el Perú, ha dilapidado varios meses de enorme presupuesto de funcionamiento, convirtiendo la ACPI en sucursal del CEN del APRA para vehicular toda suerte de injustificados ataques contra las ONGs, debe renunciar inmediatamente y ceder el paso a gente competente, con conocimiento certero y mínimo, aunque sea de los rudimentos de la CTI.