(Vira Gasot)
Esta vez, la derecha francesa no ha podido exultar como lo había imaginado el Estado Mayor del Presidente, Nicolas Sarkozy, esperando obtener un número superior a 400 sobre 577 escaños del Parlamento Nacional, en las elecciones legislativas de este último domingo.
Amargo desengaño que se reduce a 323, las bancadas adquiridas, pero que acuerda al partido gobernante de la UMP, de todos modos, una confortable mayoría que hará del partido socialista y de sus asociados comunistas y ecologistas, una fuerza audible y respetable en el Parlamento francés.
El Tsunami azul, abundantemente pronosticado por la prensa y por los institutos especializados en encuestas y sondeos, no ha tenido lugar. Pareciera que un “sobresalto” instintivo de conservación o de protección, de buena parte del electorado francés, ha desautorizado el montaje previsto de una estructura todopoderosa y sin contrabalance democrático, que se veía venir en el marco de una VI “Sarkorepública”.
Las primeras medidas puestas en marcha, y las anunciadas sobre la aumentación en 5 puntos de la IVA social, han desilusionado aparentemente y pueden ser las razones de esta retracción electoral, claro, la defiscalización de las horas suplementarias se han aceptado bien, aunque esto se resuma a, “el que gana más, paga más”, pero la exoneración en el pago por los derechos hereditarios no favorecen a todos los franceses sino a una ínfima parte de ellos; los más, sólo dejan en herencia a sus hijos, únicamente la fuerza de trabajo y su educación.
El zurdazo inesperado de la izquierda, que logra transformar sus expectativas de “100 a 120” escaños, tímidamente expresados por su Secretario General, dias antes de las elecciones, se ha duplicado. Esto, obedece sin duda a la movilización sin precedentes de la izquierda en el terreno de las circunscripciones electorales y al desinterés que los electores de la derecha manifestaron, creyendo también, sin duda, que todo estaba adquirido y que nada podría modificar la contundencia universal de todas las favorables prediciones profesionales.
Ha sido pues, la inmovilidad de la derecha la que ha hecho repuntar a los socialistas de manera significativa, 50 escaños de más, en relación a lo que disponían en el Parlamento precedente, como lo señala en su angustiado editorial el diario Le Monde de hoy, “La derecha a pesar de una débil movilización, ha ganado. La izquierda a pesar de un claro sobresalto, ha perdido…”
Pero subsiste el problema de fondo: Uno, la supremacía de una derecha que en lo inmediato ha anunciado con bombos y platillos, estar dispuesta a dar y ganar las batallas ideológicas necesarias en el terreno de la economía, penalizando impositivamente al trabajo y a los trabajadores, para seducir a la inversión capitalista en la creación de nuevos puestos de trabajo; modificando sensiblemente el poder adquisitivo de los franceses; alterando el estatuto universitario; creando las primeras disposiciones legales de su nueva concepción sobre la inmigración y : Dos, la realidad orgánica del Partido Socialista, a quien este paréntesis victorioso, este súbito reequilibrio en la correlación de fuerzas no le exime de la responsabilidad de analizar a fondo, las cusas esenciales de la derrota electoral, la más estrepitosa sufrida a lo largo de toda su historia y lo que es peor, su advenimiento en condiciones que sería vergonzoso ocultar, la aparición desenfrenada de apetitos de poder al más puro estilo de las nomenclaturas del precapitalismo del este, lo que han convertido a este partido, en un casi simulacro de institución partidaria, con su médula de litigios, de fondo y de forma, conceptuales e ideológicos, que se alejan o se superponen a la declaración fundadora, aquella que se emparenta con la defensa real de los derechos de la clase trabajadora.
La mayoría de los cotidianos franceses cuya orientación editorial se inscribe en el apoyo directo o indirecto del Partido Socialista, dejan traslucir un sentimiento de tranquilidad frente al espectro alejado de la omnipresencia del Estado “nomo color” y enfatizan sobre las primeras renuncias, de las primeras víctimas que no alcanzaron una votación favorable y que de antemano, el Primer Ministro François Fillon les había anunciado que deberían evacuar el gobierno, en caso de derrota en su circunscripción electoral.
Uno de estos inesperados personajes de la UMP en tal situación, es Alain Juppé, ex Primer Ministro del Presidente Chirac, designado por este como “el mejor de todos nosotros” y quien, por esas infamantes leyes secretas que el poder corrupto establece, tuvo que cargar con la culpa de su patrón, cuando fue condenado por sucios manejos del dinero público.
Hoy, en la ciudad de Burdeos, tradicionalmente de derecha, sus electores han decretado un brutal y definitivo freno a la carrera política de Jupeé, eligiendo a una joven candidata socialista, Michèle Delaunay.