(Vira Gasot)
Las primeras emociones que preceden necesariamente a la reflexión, hacen una constatación en mí, la desazón que produce la separación oficial del Secretario General del Partido Socialista francés, François Hollande, y su compañera, Ségolène Royal.
Enormes razones y sacrificios han comportado esta ruptura, el principal de ellos, la ausencia de privacidad y el acoso permanente de la insidia de los suyos, pero más, la insidia y el vituperio gratuito de los otros.
Los puntos de vista políticos diferentes y los sentimientos personales, han confluido en el perímetro peligroso de la confrontación. Ambos merecen respeto por la lógica de la separación que se asume sin dramas, por la honestidad de anunciarla después de las elecciones, por su desición de bregar y continuar bregando por lo que cada uno cree que es justo, en un momento tan delicado en la historia de ese partido, en donde los primeros enemigos para avanzar son, paradójicamente, sus elefantes históricos, y donde la amenaza de una ruptura superior pende como una espada de Damocles, sobre todo hoy, que la confusión de la idea del socialismo, exige una refundación.